Suscríbete a
ABC Premium

Nadine Sierra enamora al Liceo con su Violetta

crítica de ópera

La soprano estadounidense ha encontrado en La Traviata una partitura que le va como anillo al dedo

Nadine Sierra: «La ópera me da alegría y paz; me ha salvado la vida»

Comparecencia de Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados, en directo: declaraciones sobre el gasto militar en España y última hora hoy

Pep Gorgori

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Es difícil describir la emoción que causa la ópera cuando las cosas salen bien, cuando una voz humana, ahí, en el escenario, sin micrófonos, se hace escuchar e insufla vida a personajes que llevan décadas, acaso siglos, esperando llegar a nuestros oídos en todo su esplendor. Es algo que incluso las personas que no frecuentan los teatros líricos son capaces de percibir. No hace falta ser un músico experto para darse cuenta de que esa Violetta Valéry que dibuja estos días Nadine Sierra sobre las tablas del Liceo es algo del todo excepcional. Con tener una oreja a cada lado del cráneo y algo de sensibilidad en el corazón es suficiente para gozar del espectáculo.

Ópera

La traviata

Imagen - La traviata
  • Música: Verdi.
  • Intérpretes: N. Sierra, J. Camarena, A. Rucinski. Orq y coro del Gran Teatre del Liceu. David McVicar, escena. G. Sagripanti, director.
  • Fecha: 17 de enero.
  • Lugar: Gran Teatro del Liceo, Barcelona.

La soprano estadounidense ha encontrado en La Traviata una partitura que le va como anillo al dedo. Es un papel exigentísimo, que si nos ponemos pejigueros requeriría tres intérpretes diferentes, uno para cada acto. De ahí que ninguna Violetta llegue a convencer nunca al 100%: más que pretender la perfección técnica, hay que tirar de emoción para transmitir su música. Ahí es donde triunfaron cantantes como Maria Callas, y donde triunfa, sin lugar a dudas Nadine Sierra, aun no siendo una soprano de las que algunos denominan «verdianas»: es una grandísima cantante, y punto.

El tercio final del primer acto es una sucesión de arias con caracteres diferentes, en las que parece que diferentes Violettas tengan un diálogo entre ellas. Un ejercicio agotador en el que la cantante lo dio todo, al punto que era imposible no preguntarse: ¿Es consciente de que le quedan todavía por cantar dos actos más? Y sí, lo era, visto el resultado de la impactante 'Addio del passato' con la que prácticamente se despide de la vida. Impresionante lucimiento de vocalidad, gusto y dominio técnico al servicio de un personaje que será, sin duda, una de las cumbres de su carrera. El público aplaudió con entusiasmo cada una de sus principales intervenciones, para ponerse de pie —y rendirse a sus pies— nada más caer el telón.

A su lado, Javier Camarena defendió con la solvencia que de él se espera el papel de Alfredo Germont. A pesar de los rumores que en los días previos al estreno habían corrido sobre una posible afección vocal, afrontó la función con unos resultados que reconcilian al tenor con su público liceísta, algo excéptico tras sus últimas visitas a la capital catalana, no porque cantara mal, sino porque con las noches que ha dado al público barcelonés su listón está altísimo.

Artur Rucinski fue un Giorgio Germont de excelente nivel, como también lo fue la Flora de Gemma Coma-Alabert, maravillosa mezzosoprano nacional claramente infrarrepresentada en las programaciones, como tantas otras cantantes «de casa» que no pueden prodigarse tanto como merecerían.

La escenografía de McVicar, con los pros y los contras ya consabidos, pues es una de las habituales de la casa: cortinajes cada vez más pesados y oscuros que absorben el sonido y dejan a los cantantes todavía más desprotegidos en la siempre complicada herradura del Liceo, precioso vestuario, movimiento escénico limitado...

Por lo que respecta a la orquesta, fue capaz de trabajar los matices exigidos por el maestro Sagripanti, con unos excelentes preludios en el acto primero y tercero, unos tempi tirando a lentos y mucho, mucho trabajo de acompañamiento de los cantantes, especialmente con Nadine Sierra, siempre creativa e imprevisible en los rubatos. El coro del Liceo, todavía mostrando irregularidades. Hay funciones en las que alcanza un nivel medianamente razonable y otras en las que no acaba de encontrar su centro. En La Traviata, desgraciadamente, se trata de la segunda opción.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación