el oasis catalán
Cumbre
La cumbre Puigdemont-Junqueras es el producto de dos debilidades: Junts encallado y ERC en declive. ¿Cuál es el futuro? Es posible que el encuentro se traduzca en una alianza con el objetivo de neutralizar un PSC en alza
Artículos de Miquel Porta Perales en ABC

De la reunión celebrada en Waterloo, entre Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, cabe deducir que, a partir de ahora, serán amigos para siempre. El objetivo que les une: «recuperar la fuerza» del independentismo por la vía del «trabajo coordinado». Todo ello, a través de una « ... nueva etapa de relación». Un trabajo que se presagia difícil si tenemos en cuenta el llamado factor personal.
Si ustedes leen la muy recomendable biografía de Carles Puigdemot, escrita por los periodistas Iñaki Ellakuría y Pablo Planas, llegarán a la misma conclusión. En dicha biografía –título, 'Puigdemomt. El integrista que pudo romper España'- se desvela la relación mantenida entre uno y otro. Tremendo.
Resulta que Carles Puigdemont –hablamos del mandato presidencial del vecino de Amer- se «obsesiona» con su vicepresidente Oriol Junqueras y «no deja de observarle, de vigilarle incluso». No se fía: «Junqueras es el peor de todos». Un personaje del que «nunca se sabe qué está pensando» que «acostumbra a permanecer en silencio, evita mojarse en todo momento y no confía en nadie». Un Oriol Junqueras que «no se abre, rehúye la cercanía, la confianza». En suma, un «palo» que le «reconcome». Un ejemplo de la unidad independista: dos socios políticos que se aborrecen. Y un vicepresidente que va a su aire, que filtra lo que le parece y contacta con el gobierno de España sin ninguna advertencia. Un vicepresidente que es el primero en desaparecer tras la desaparición de la república. Ni siquiera acude a la reunión del Ejecutivo.
Con estos mimbres es muy difícil que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras sean amigos para siempre. Ni siquiera durante una semana. Haciendo de la necesidad virtud, uno y otro escenifican un pacto que no es sino la traducción tacticista de una ERC y un Junts que se unen -¿hasta cuándo?- contra el PSOE y el PSC reivindicando la amnistía que no llega, la financiación singular, una ley de inmigración propia, la oficialización de la lengua catalana en la Unión Europea o una fotografía con Pedro Sánchez.
La cumbre de Waterloo es el producto de dos debilidades: Junts encallado y ERC en declive. ¿Cuál es el futuro? Es posible que el encuentro se traduzca en una alianza con el objetivo de neutralizar un PSC en alza. Pero, también es posible que todo acabe –vuelta a la normalidad- en nada.
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