Un secesionismo dividido cae a su menor movilización desde 2012
La ANC reúne en Barcelona a la mitad de personas que en la Diada del año pasado y baja al nivel de la pandemia
Presencia mínima de dirigentes de ERC en un clima de enfrentamiento con Junts tras el acuerdo con Illa
Diada de Cataluña, en directo: manifestación, ofrenda floral, reacciones y última hora de la celebración hoy, en directo
![Aspecto de Arco del Triunfo, punto final de la marcha de la ANC](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/09/11/diada-2-U60534882248KAE-RpY6dd6R7tbVUyokZ8gp0gP-1200x840@diario_abc.jpg)
Durante muchos años, coincidiendo con los años álgidos del 'procés', calle e instituciones iban de la mano. La movilización ciudadana canalizada a través de la Assemblea Nacional Catalana por un lado, y las instituciones, concretamente la Generalitat, por otro, se retroalimentaban en una dinamo ... política que tenía en la Diada del 11 de septiembre su expresión más vistosa. El independentismo civil hizo suyas las calles y el institucional secuestró las instituciones.
Esta dinámica, averiada desde hace años, se ha roto por completo en 2024, cuando el secesionismo movilizado ha demostrado menos poder de convocatoria que nunca y, por primera vez desde 2010, la Diada se celebra sin un partido independentista en el Palacio de la Generalitat tras la pérdida de la mayoría rupturista en el Parlament y la investidura de Salvador Illa.
Normalidad en la Diada institucional y pinchazo en la Diada 'indepe', lastrada por la división de los partidos y la falta de horizonte. Paradójicamente, los peores momentos del movimiento que tocó techo en 2017 se producen cuando su influencia sobre el PSOE y el Gobierno de España es mayor que nunca.
A pie de calle, una realidad incontestable: el secesionismo civil sigue perdiendo fuelle. Unas 60.000 personas, según cifras de la Guardia Urbana, acudieron hoy a la manifestación convocada por la ANC y el resto de entidades secesionistas en Barcelona, una marcha en la línea de los últimos años: cada vez menos poder de convocatoria y más división interna. Este año, la ANC y Òmnium Cultural organizaron una Diada descentralizada, con manifestaciones en Barcelona, Tarragona, Gerona, Lérida y Tortosa, una dispersión de esfuerzos que, al menos, sirvió para camuflar lo que fue un pinchazo en toda regla.
La concentración más importante fue la de Barcelona, que recorrió el trayecto entre la Estación de Francia y el Arco del Triunfo, un planteamiento poco ambicioso y que demuestra que hasta la propia ANC asume que su poder de movilización es menguante, muy lejos, de los 'rallies' monstruo de los primeros años procesistas. Entonces, la marcha de 2012, por ejemplo, empujó a Artur Mas a adelantar elecciones, o la de 2014 puso las bases para la primera consulta secesionista.
La Guardia Urbana contó a 60.000 personas, 55.000 menos que en 2023, siendo la de ayer la cifra más baja de la serie histórica, al mismo nivel de la concentración de 2020, en plena pandemia y con estrictas medidas de separación. Hoy, en su día grande, el secesionismo apenas logró llenar el paseo de Lluís Companys. En Tarragona se contaron 2.800 personas; 3.000 en Lérida y 6.800 en Gerona. Poco más de 70.000 en toda Cataluña, a años luz por ejemplo de los 1,8 millones que la policía local cifró la asistencia de 2014, la más alta registrada nunca, cuando la marcha 'indepe' logró llenar por completo la Diagonal y la Gran Vía de Barcelona. Eran otros tiempos, cuando la comunión de intereses entre organizaciones civiles, partidos secesionistas e instituciones empujaron al conjunto de Cataluña al borde del precipicio. El 'procés'.
Una de las principales dudas de este miércoles era conocer hasta qué punto los dirigentes de ERC, en una pulsión que no puede calificarse de otra manera que de masoquista, iban a acudir a la convocatoria de la ANC, en la que, tal y como demostraban las palabras de su presidente, Lluís Llach, no iban a ser bienvenidos, consumada la traición tras su pacto con el PSC.
Finalmente, sí aparecieron los exconsejeros Laura Vilagrà y Juli Fernàndez, y los dirigentes de ERC Marta Vilalta o Xavier Vendrell, que pudieron participar con normalidad a excepción de algún abucheo puntual y gritos de 'botifler' (traidor), algo que dirigido a un ex Terra Lliure y pata negra del secesionismo más radical como el citado Vendrell no deja de ser un símbolo de los tiempos.
Por contra, ni la actual cúpula formada aún por Pere Aragonès y Marta Rovira, ni quien aspira a recuperar el control del partido, Oriol Junqueras, hicieron acto de presencia. En contraposición, y ante el perfil bajo de ERC, Junts supo aprovechar esta incompatibilidad convirtiendo la marcha de la ANC en una manifestación de apoyo a sus postulados y a su líder, Carles Puigdemont, básicamente una amonestación al pacto de ERC con el PSC. La presidenta de la formación, Laura Borràs, y su secretario general, Jordi Turull, sí estuvieron en Arco del Triunfo.
Rota la unidad de acción de los partidos, Llach y el resto de portavoces de las entidades convocantes del acto trataron de insuflar ánimos a la concurrencia, con llamamientos a recuperar precisamente la unidad y a no desfallecer. Terapia de grupo. «Aquí no se rinde nadie», apuntó Llach para defender que «la pelea permanente y las disputas electoralistas» han provocado que Illa se haya hecho con la Generalitat. En esta línea, el manifiesto de la marcha cuestionaba que los partidos independentistas «han sido incapaces de ponerse de acuerdo y de trazar una estrategia compartida para hacer efectivo el derecho a la autodeterminación».
A criterio de la ANC, la movilización debe mantenerse porque en Cataluña «no existe la normalidad» y la «pacificación» que el PSC trata de vender es falsa, precisamente el mismo argumento que se esgrime desde el constitucionalismo, aunque en su caso por lo contrario, es decir, por la dependencia, y concesiones, de los socialistas a los republicanos a cambio de retener la Generalitat y la mayoría en el Congreso que sustenta a Pedro Sánchez.
Para la ANC, que el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont no puede participar en los debates del Parlament y que «el Estado judicial se niegue a aplicar la amnistía a centenares de independentistas» justifican una movilización permanente.
El principal lamento para el independentismo es la pérdida del poder en la Generalitat, que ha hecho que «un Govern españolista hace pocos días se arrodillara ante Felipe VI, el Rey del 3 de octubre», en alusión al discurso de Felipe VI tras el 1-O de 2017 y que supuso un punto de inflexión en la presión nacionalista. En este momento se escucharon gritos de «puta España». Frente a este desánimo, Llach pidió que los secesionistas demuestren que «el independentismo es fuerte, transversal, inteligente, que aquí no se rinde nadie». Inmediatamente después de la manifestación de la ANC, la izquierda indepedentista –la CUP y sus organizaciones paralelas– organizaron su propia marcha.
En la noche anterior, un centenar de independentistas autodefinidos como «antifascistas» irrumpieron en la ofrenda floral que los dirigentes de Aliança Catalana habían llevado a cabo en el Fosar de les Moreras en la vigilia de la Diada. Aliança, con dos diputados en el Parlament, congregó a otro centenar de personas. Se produjeron empujones e insultos hasta la llegada de agentes de los Mossos d'Esquadra que separaron a los dos grupos secesionistas. En el mismo Fosar, poco después, los representantes de ERC que acudieron al acto fueron abucheados.
La gresca y las manifestaciones contrastaron con la recuperación de cierta normalidad en la Diada institucional, ejemplificada con el discurso del presidente Salvador Illa en la jornada previa y el acto con el que se cerró la jornada en las fuentes de Montjuïc, con un programa heredero del que dejó listo el ejecutivo de ERC, y que el nuevo Govern, aseguraron, asumió con «comodidad». Los futbolistas del Barça Lamine Yamal y Aitana Bonmatí participaron, entre otros, en el acto.
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