No fue incendio, fue un atentado: 45 años del caso Scala
Dos décadas hasta ser reconocidos como víctimas del terrorismo. El 15 de enero de 1978, murieron cuatro empleados de la sala de fiestas de Barcelona. Tras el ataque estuvo la mano del confidente Joaquín Gambín y tres afiliados a la CNT, que lanzaron cócteles molotov contra el local
![Un transeúnte observa la placa que conmemora los 45 años del atentado en la Scala de Barcelona](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/02/24/DAMBin_20230224183352-RilDIjsPr7Y3sTLw138GrjL-1200x840@abc.jpg)
Salió de trabajar a las cuatro de la mañana. Aún dormía cuando recibió la llamada de una vecina. «¿José María, estás bien?». «Puse la tele y vi que la Scala se estaba quemando. Fue horroroso, era nuestra vida», explica él, 45 años después. Lo ... fundaron los hermanos Riba y estaba considerado como uno de los mejores locales de espectáculos de Europa. «Teníamos hasta una pista de hielo y un 'show' con caballos, gallinas y vacas», recuerda el que fuera camarero de la sala que se inauguró en Barcelona, en 1973. El espacio, ubicado en la esquina de paseo San Juan con Consell de Cent, contaba incluso con dos fuentes que diseñó Carles Büigas, artífice de la de Montjüic.
Cinco años después de su apertura, un 15 de enero, allí murieron cuatro trabajadores de mantenimiento y limpieza: Juan López, Bernabé Bravo, Diego Montoro y Ramón Egea. «Yo tenía 18 años. Cuando me enteré vine corriendo. Mi padre fue el primero en salir y el único que no se quemó. Murió asfixiado», cuenta Juan, hijo de Ramón. «Estábamos en casa, esperando a que llegara mi padre. Eran las 14.30, vimos en TVE que estaba ardiendo la Scala y vinimos para aquí. Me dijeron que había salido con vida, pero falleció en el trayecto al hospital Pere Camps. Fue por los camerinos para avisar a los compañeros de la explosión», apostilla su hermano Antonio, que entonces tenía 14 años.
![La Scala en llamas tras el atentado](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/02/24/scala-incendio--U53734388056lIN-624x350@abc.jpg)
Ocurrió tras una manifestación a la que acudieron unas 5.000 personas. La había convocado la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) contra los Pactos de la Moncloa. «Irrumpieron en la sala de fiestas con unos cócteles molotov, reventaron las puertas e incendiaron el local», rememora Juan.
Por el ataque condenaron a 17 años de cárcel a tres jóvenes anarquistas, José Cuevas, Arturo Palma y Francisco Javier Cañadas. Acabaron cumpliendo la mitad de la pena tras la concesión de la redención por trabajo, un beneficio penitenciario, incluido en el Código Penal de 1973. También fue condenado Joaquín Gambín, 'el grillo', un confidente policial, considerado inductor del incendio. En este caso fue ya en un segundo juicio, al ser detenido en 1981 tras un tiroteo en Valencia. Dos años más tarde, la Audiencia de Barcelona le impuso siete de prisión. El fallo consideró probado que el 14 de enero de 1978, los cuatro se reunieron en el domicilio de Cañadas para fabricar los artefactos incendiarios. Al día siguiente, se desplazaron en el coche de Gambín para acudir a la protesta de la CNT y luego perpetraron el ataque contra la Scala.
![Diego Montoro, hijo del fallecido del mismo nombre, ante el espacio que ocupó la Scala](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/02/24/hijo-diego-montoro-U38102646710pEY-624x350@abc.jpg)
«Yo tenía cinco años, recuerdo haber venido a fiestas infantiles para los hijos de los trabajadores, pero poco más», cuenta el hijo de Diego Montoro, del mismo nombre. Su padre era de Huelva y su madre, gallega. Él nació en Barcelona. «Estuvimos un tiempo viviendo con mi tío en la Zona Franca, pero dos años después nos marchamos a Santiago de Compostela», recuerda ahora. Su progenitora a penas le habló del ataque. Poco después, ella desarrolló una esquizofrenia paranoide. No fue una época fácil. «Una madre viuda, sin trabajo, con una pensión ínfima, fue un poco crudo», apunta. Con los años, rebuscó en las hemerotecas para saber qué había ocurrido. «He vivido un poco de espaldas a todo. Cuando empecé a investigar vi que habían sido integrantes de la CNT, que habían lanzado cócteles molotov, pero también que Gambín era un infiltrado que podía haber provocado el ataque. Que 45 años después sigan sin aclararse las cosas...», cuestiona.
El infiltrado
«Es un relato que yo no puedo comprobar, pero aunque hubiera habido un infiltrado, el hecho es que unos jóvenes confeccionaron unos cócteles molotov, los arrojaron a la sala de fiestas y nuestros padres murieron», subraya Antonio Egea.
Tuvieron que pasar dos décadas para que el incendio de la Scala se reconociese como un atentado terrorista. Fue posible gracias a Robert Manrique, superviviente del atentado de Hipercor, y entonces delegado en Cataluña de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Localizó a los hijos de los cuatro fallecidos para que pudiesen ser reconocidos como tal, gracias a la Ley de Solidaridad. «Hemos sido doblemente víctimas, porque primero se calificó de accidente laboral, pero un accidente laboral es imprevisto y fortuito. Cuando te das cuenta de que alguien, intencionadamente, lo ha provocado, es doblemente doloroso», apunta el hijo pequeño de Ramón Egea.
![Antonio muestra a ABC el carnet de la UGT de su padre, Ramón Egea](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/02/24/carnet-cgt-U07460468041Sxg-624x350@abc.jpg)
Tras el suceso, las viudas se quedaron con 18.000 pesetas de pensión y dos hijos cada una. «Fue muy complicado. Salimos adelante con la ayuda de familiares. Yo empecé a trabajar a los 14 años en un supermercado. Por la noche estudiaba», detalla Antonio, que lamenta: «Nunca nadie nos ha pedido perdón».
Una semana después del atentado, «el Rey nos hizo una llamada para darnos sus condolencias y mantuvimos un encuentro con el entonces ministro de Gobernación, Rodolfo Martín Villa, para la indemnización», apunta Juan Egea. Precisamente fue ese encuentro al que se agarró Manrique para presentar una demanda y conseguir así que aquel incendio fuese reconocido como un atentado. La AVT lo consiguió en 2001, gracias a una imagen del ministro entregando un cheque a una de las viudas. «¿Qué sentido tenía que lo hiciese si había sido un accidente?», apunta Manrique.
«Durante 20 años dijeron que había sido un accidente laboral», reprocha Mercè Bravo, hija de Bernabé, otra de las víctimas de la Scala. «Tardaron tres días en encontrar su cuerpo. Fue horroroso», recuerda.
![Mercè Bravo, tras el homenaje a los 45 años del atentado en la Scala de Barcelona](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/02/24/merce-U32371413112dzo-624x350@abc.jpg)
Junto a su marido y su nieta, acudió este miércoles al homenaje a su padre y al resto de fallecidos, frente al espacio donde se ubicaba la Scala. «Ya nadie se acuerda», musita. Allí, el Ayuntamiento de Barcelona ha colocado una placa para acabar con 45 años de olvido. Un acto en el que representantes municipales, como el concejal Marc Serra, señalaron a las «cloacas del Estado» como instigadoras del incendio. También otro regidor, Jordi Rabassa, apuntó que aquella tragedia sirvió «para acabar con el movimiento anarcosindicalista».
Afiliados de UGT
«Durante mucho tiempo han estado diciendo, también desde la propia CNT, que las víctimas estaba afiliadas al sindicato, pero a las pruebas me remito, mi padre era de la UGT desde 1977 y también el marido de mi prima, Juan López, del PSOE», apunta Antonio, mientras muestra el carnet de su progenitor y reprocha que nadie se haya molestado en explicarlo, en todo este tiempo.
Han tenido que pasar 45 años para que, ante el edificio que un día acogió aquel restaurante con espectáculo, los hijos de los cuatro trabajadores fallecidos hayan podido homenajear a sus padres. «Estamos agradecidos. Nunca hemos pedido un reconocimiento, pero está bien que se haga un acto en memoria de las víctimas y que Barcelona haya tenido este gesto», concede Antonio Egea.
![Abrazo entre José María y Mercè](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/02/24/abrazo-merce-jose-maria-U68875223630aNW-624x350@abc.jpg)
Finalizado el homenaje, algún curioso se para ante el atril que recuerda lo que ocurrió en aquel mítico local. Cuando Mercè se dispone a marcharse, aparece un desconocido que la abraza. Tras unos segundos en silencio, se presenta. Es José María, que también ha estado presente en el acto. Fue su hija quien lo avisó. «Tenía la esperanza de encontrarme con antiguos compañeros, pero veo que no ha venido ninguno», cuenta a la hija de Bernabé. Cuando la Scala ardió ella tenía 14 años, él 28 y una criatura de 15 meses.
El que fuera empleado de aquel local explica a Mercè las maravillas que allí vivió. «Después de morir Franco las 'vedettes' dejaron de llevar parte de arriba», ríe. Comenzó a trabajar allí unos meses después de su inauguración. «Éramos más de 100 personas, 35 camareros con sus 35 ayudantes, cinco o seis jefes de sector. TVE llegó a hacer aquí varias galas», relata. «Por aquella época había muchas salas de fiesta, pero ninguna era como la Scala», secunda la hija de Bernabé. Al acabar la charla, vuelven a abrazarse y se despiden, satisfechos de que, por fin, haya algo en esa esquina que recuerde el atentado.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete