Grifols, lazos de sangre en medio de la tormenta bursátil
La multinacional catalana, durante años bajo el foco político, sufre los problemas clásicos de gobernanza de la empresa familiar mientras los mercados la acechan
Grifols cierra su semana negra con pérdidas acumuladas del 40%

En 2010, un abismo en términos económicos, por no hablar de los políticos, pocas personas conocían el nombre de Grifols, menos aún a qué se dedicaba la que ya era entonces una de las grandes compañías españolas, en ese momento en plena fase de ... despegue internacional e inmersa ahora en una tormenta bursátil tras el ataque de un fondo especulativo que le acusa de manipular sus cuentas para esconder el verdadero volumen de su deuda. Fue en 2010 cuando estalla el caso Wikileaks, un torrente de información, millones de documentos confidenciales puestos sobre la mesa, y que, en el caso de nuestro país, depara algunas sorpresas.
Una de ellas es un documento interno del departamento de Estado norteamericano en el que señalaba los «activos estratégicos« a seguir de cada país. Es decir, en caso de una crisis mundial, qué activos españoles se consideraban claves para los Estados Unidos. Se apuntaban tres: el estrecho de Gibraltar, por razones geográficas obvias; el gasoducto Medgaz, que une Argelia con España, ahora más estratégico que nunca tras el cierre del ramal que pasa por Marruecos, y la empresa Grifols, en concreto la división Grifols Bioscience, dedicada a la producción, entre otros productos, de proteínas terapéuticas derivadas del plasma humano, algo entonces concentrado en su planta de Parets del Vallés (Barcelona). En lo que estaba particularmente interesado el departamento de Estado era la capacidad de Grifols para producir gammaglobulina, compuesta a partir de las proteínas extraídas del plasma humano tras un complejo proceso, y utilizada en tratamientos posoperatorios y otras aplicaciones médicas.
De la noche a la mañana, los Grífols –con tilde, a diferencia de la empresa, sin–, uno de los apellidos emblemáticos de la potente tradición de empresa familiar de Cataluña, estaba en boca de todos, algo a lo que, ciertamente, no estaban habituados, acostumbrados más bien al plano discreto, muy a la catalana manera.
Todo eso cambiaría a partir de entonces. Por un lado, debido al foco que la filtración de Wikileaks supuso y también por el crecimiento que la firma experimentó a partir de entonces. Por otro, y de manera muy relevante, por todas las turbulencias que acarreó a partir de 2012 el proceso catalán, un contexto en el que las empresas, Grifols de manera relevante, pasaron a ser actores de primer orden. En la mayoría de casos, por su silencio. En otros, los menos, por su posicionamiento: bien en contra, bien a favor. Se hicieron listas, se realizaron pronunciamientos –escasos, casi siempre velados–. Frontalmente opuestos al 'procés', José Luis Bonet (Freixenet) y José Manuel Lara Bosch (Planeta). A favor, y en lo que fue una toma de posición sorpresiva dada su tradición aversión a los focos, Víctor Grífols Roura.
Fue en abril de 2014, durante la presentación de una nueva planta de la compañía en Parets del Vallès cuando el entonces presidente y consejero delegado, Víctor Grífols Roura, animó al presidente de la Generalitat, Artur Mas, a no arrugarse por las críticas y a actuar con «firmeza y determinación». Eran los meses previos a la consulta soberanista. «Sé que está pasando por una situación difícil, pero tiene determinación, así que vaya hacia delante y no se arrugue», señaló Grifols en unas declaraciones que causaron sorpresa, alarma también, más en el caso de una empresa cotizada, y que en el seno de la firma se justificaron como un apoyo personal más que político del empresario a Artur Mas. Unos meses antes, visiblemente molesto cuando se le preguntó sobre esa misma consulta, zanjó: «Votaré lo que me dé la gana en el momento que sea, si es que se decide; y, además, aunque lo supiera, no lo voy a decir».
Foco político
Aunque desde la compañía siempre se ha tratado de apartar el foco político, las contadas declaraciones públicas de Víctor Grífols se leían en esa clave, como en 2012, cuando aseguró que si tenía que marchar de Cataluña por la inestabilidad política, el destino de la empresa no sería el resto de España. «Antes me voy a Gibraltar», clamó en una de sus escasas apariciones públicas, donde expresó su malestar con el marco regulatorio español: «Si hubiésemos nacido en Alemania hoy seríamos más grandes que Pfizer». Más que un posicionamiento político, lo de Víctor Grífols era un clamor contra la política. «Su empresa cotiza en el Nasdaq, está bastante por encima de todo esto. Su foco es el negocio», razonan fuentes empresariales. «Me preocupa bastante poco la política, pero mucho las consecuencias de ella», zanjó el propio Víctor Grífols.
Es precisamente el foco en el negocio lo que llevó a Grifols en 2015 a trasladar a Irlanda su tesorería a nivel global y áreas clave de su división Bioscience, la más rentable del grupo, una decisión que explica que, si bien el origen de Grifols es catalán, su alcance ya era global.

Nada que ver con los modestos inicios de la compañía, 1909, cuando el médico hematólogo Josep Antoni Grifols i Roig funda un laboratorio de análisis clínicos en Barcelona, cuyas innovaciones reciben un gran impulso con el interés mundial por las transfusiones originada con la Primera Guerra Mundial. Acabada la Guerra Civil, Grifols Roig y sus dos hijos fundan la marca como tal, Laboratorios Grifols, con hitos en su haber como la creación del primer banco de sangre y plasma privado de España, las primeras experiencias en fraccionamiento del plasma (1958) o la apertura de su planta de Parets del Vallés (1972).
La verdadera transformación del grupo llega en 1987, cuando Víctor Grifols Roura, tercera generación, toma las riendas. Bajo la sociedad cabecera Grupo Grifols se crea el 'holding' que asocia las empresas productivas de diagnóstico clínico, producción de derivados del plasma y la empresa comercializadora de estos productos, paso previo al inicio de la expansión internacional (1988), con la apertura de su primera filial en Portugal. Ambición global. La relación con Estados Unidos se consolida en 1995, al obtener la primera licencia en España de la Food and Drug Administration (FDA), tanto para su planta de Parets como para un producto biológico, la albúmina.
El gran salto se produce con la adquisición de la empresa estadounidense Talecris Biotherapeutics, convirtiéndose Grifols en el tercer fabricante mundial de medicamentos derivados del plasma. Es 2011, y la compañía comienza a cotizar en el Nasdaq solo cinco años después de su salto al parquet en la Bolsa española (2006). Son años de crecimiento acelerado, con adquisiciones y acuerdos por todo el planeta, una aceleración que sentaría las bases también de lo que muchos analistas ven desde hace como su talón de Aquiles, un excesivo apalancamiento ahora en el origen de la tormenta bursátil que están experimentando tras el informe Gotham City Report.
Cambios en la cúpula
Junto a los altos niveles de endeudamiento, Grifols ha sufrido también, apuntan fuentes empresariales, uno de los handicaps clásicos de las empresas familiares de gran crecimiento, la incapacidad para separar los apellidos de la gestión, algo más acuciante en el caso de las firmas cotizadas. No de otra manera se explican los sincopados cambios en la cúpula de la empresa a partir de 2017, cuando el presidente y consejero delegado Víctor Grifols Roura, que había relevado a Víctor Grifols i Lucas a mediados de los años ochenta, cede la dirección a su hermano Raimon Grifols y a su hijo Víctor Grifols Deu (cuarta generación), nuevos consejeros delegados de la compañía y llamado este último a pilotar la firma en las siguientes décadas. No sería así.
En medio de una prolongada crisis de cotización desde que la pandemia de Covid obligó a cerrar los centros de recogida de plasma, los mercados exigen cambios, lo que lleva al consejo primero a colocar un presidente ejecutivo por encima de los dos Grífols y, finalmente, en mayo de 2023 a designar Thomas Glanzmann como máximo responsable del grupo, lo que implicaba ceder todas las riendas por primera vez a alguien que, aunque vinculado a la firma desde 2006, no lleva el apellido Grífols. Meses después, Grífols Roura, artífice de la gran expansión, da un paso al lado y abandona el consejo.
Transcurrido más de un siglo después de que Grífols Roig fundase el primer laboratorio en Barcelona que dio origen a la firma, Grifols trata de capear el temporal, con todos los focos puestos sobre ella. Empresa global, problemas globales.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete