Expectación por descubrir el secreto de L'Entrecôte
La franquicia francesa de restaurantes cumple cinco años en Barcelona con un menú único de 22 euros que sirve en varios turnos todos los días a mediodía y noche
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![La fórmula de plato único causa furor por sencilla pero al tiempo por el halo de misticismo de una salsa de la que se guarda el secreto desde hace 62 años](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/03/17/Entrecotfoto-R99xNTa9gQXXRzS1Wx8yIjL-1200x840@diario_abc.jpg)
La oferta de L'Entrecot Barcelona, franquicia del bristó del mismo nombre que ya cuenta con cinco establecimientos más en Francia, conserva de la nouvelle cuisine el bien guardado secreto de la salsa con la que ofrece la pieza de lomo bajo de ternera de la raza Simmental, finamente cortada a cuchillo, limpia de nervios y de grasa que pasa primero por el grill y la sirven a pequeñas tiras junto a patatas fritas caseras ilimitadas y una ensalada. Esta es la composición del menú cerrado por 22 euros que cosecha el éxito en Pau Claris, entre Valencia y Aragón, donde cada fin de semana y a las horas punta de almuerzo y cena de cada día, se aprecian colas de comensales ávidos de catar esta propuesta de plato único que triunfa desde hace 62 años.
Cada 45 días llega al restaurante barcelonés el bien más preciado de la enseña L'Entrecot, unos 150 kilos de la salsa familiar cuya receta solo conocen cinco personas de la familia de Thomas de Roaldes, bisnieto del fundador de la saga, y que se elabora en un laboratorio secreto del sur de Francia para los establecimientos de Toulouse, que fue el primero en abrir en 1962, y también en Burdeos, Nantes, Montpellier, Lyon y Barcelona. En cada restaurante, el personal se limita a sazonar el filete de carne con la salsa secreta, previamente mezclada con mantequilla.
L'Entrecôte se ha convertido en Barcelona en algo parecido a un icono pop de la restauración gala. Su desembarco en España es la primera aventura fuera de las fronteras francesas de la misma marca que replica un concepto de éxito, el mismo de siempre desde 1962. El menú se puede completar con bebida y postre (fuera del precio cerrado), por ejemplo con un burdeos de la casa y, en cuanto a postres, cualquiera de los caseros como profiteroles, o los más afrancesados vacherin fondant de chocolate, mousse, mont blanc, tarta tatin o la tradicional tabla de quesos.
Cuando el comensal se aproxima al establecimiento, llama la atención que casi siempre hay cola en la acera, sobre todo los fines de semana, porque el restaurante no permite reservas. De esta forma, las mesas se pueden calificar de «calientes», ya que admiten hasta tres turnos tanto a mediodía como para las cenas. El personal ejecuta la mise en scène de forma orquestada y eficaz, pero cercana y atenta.
La insignia negra y amarilla ha sido replicada tal cual en todos los establecimientos de la cadena, igual que el uniforme del equipo de sala y la decoración de los espacios: paredes de estampado escocés; espejos, maderas negras brillantes, murales de vacas pastando que mugen incluso en los lavabos. Todo tan al estilo de la vieja escuela que se antoja de un moderno vintage a rabiar. Lo que está claro es que la fórmula funciona.
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