Carolina Durante, cuatro chavales con el turbo puesto
La banda madrileña arrasa a su paso por el Cruïlla de Tardor en una sala Razzmatazz abarrotada
![Carolina Durante, el jueves en la sala Razzmatazz](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2022/12/02/caro2-RlZgYXC0ndkcTslWvoCe3zL-1200x840@abc.jpg)
En el verano pandémico de 2021, antes de publicar el siempre difícil segundo disco que se acabaría convirtiendo en el fabuloso segundo disco, llegaron Carolina Durante al Cruïlla y aquello fue como si se hubiesen descorchado de golpe todas las botellas de las cavas Codorniu. Una descompresión salvaje en la que toda la tensión acumulada, toda la contención de los meses de encierro y pandemia, saltó por los aires. Cosas del confinamiento, cabría pensar. Pero no. Porque un año y medio después, el efecto es exactamente el mismo: vértigo, tam-tam de corazones acelerados y la espuma de los días desbordando por todos lados.
Los madrileños llevan desde entonces más de sesenta conciertos, pero siguen saliendo al escenario como si les fuesen a correr a escobazos y tuviesen que sacudirse de encima las canciones cuanto antes. Deprisa, deprisa. También en un Razzmatazz abarrotado y feliz tenían prisa Diego Ibáñez, Martín Vallhonrat, Juan Pedrayes y Mario del Valle. Prisa por comerse el mundo, por convertirse en tu nuevo favorito o por pasarlo bien. Por lo que sea.
![Diego Ibáñez, cantante de Carolina Durante, en un momento de la actuación](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2022/12/02/xavitorrent-U64033175332oci-624x350@abc.jpg)
Se arrancaron con '10', 'Aaaaaa#$!&' y 'Moreno de contrabando' y ya no hubo quien pisara el freno. Sólo canciones en estampida, himnos para corear con los brazos en alto y Diego Ibáñez brincando como atravesado por un cable de alta tensión, como encaramado a un muelle gigante. Una apisonadora de electricidad, furia milenial y acidez corrosiva. Arrasaron, claro.
Una veintena larga de canciones en poco más de una hora. Punk pop espídico, insolente y veloz. Cuatro chavales con el turbo puesto y un arsenal de himnos generacionales que, digámoslo dos veces, son auténticos himnos y son realmente generacionales. Tocaron todas las nuevas, doce de doce, descorcharon colaboraciones como 'Casa Kira' y 'Espacio Vacío' (lástima que 'Rock y amistad' se quedase en en el tintero), y demostraron que, al lado de 'Granja escuela', 'Las canciones de Juanita', 'Cementerio (El Último Parque)', 'Urbanitas' o 'Tu nuevo grupo favorito', 'Cayetano' ha acabado por convertirse en anécdota. En breve podrían dejar de tocarla y tampoco pasaría nada.
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Entre el público, y eso sí que es una novedad en un concierto de rock en sala, mucha gente más cerca de los veinte que de los treinta. Y sobre el escenario, una banda que necesita realmente poco -a saber: guitarra bulliciosa, bajo y batería de hormigón armado y una garganta elástica y vigorosa- para poner a casi 2.000 personas a sudar, brincar y disfrutar. Será que, como ellos mismo cantan, no suenan mal, suenan mejor que ayer. Muchísimo mejor.
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