los martes, toros
Los otros indultos
Ocho años más tarde, cuando Barcelona vivía su último esplendor con José Tomas de ídolo indiscutible, el de Galapagar indultó a Idílico de Núñez del Cuvillo, y tras la prohibición contra derecho de las corridas de toros por parte del Parlament, en 2010, se produjeron otros dos
Artículos escritos por Ángel González Abad en ABC
José Tomás, en una faena en la Monumental de Barcelona
Un 2 de julio, pero de 1875, en la plaza de la Barceloneta se lidió el toro Abutardo, de la prestigiosa ganadería de Arribas. Un toro que enloqueció a los aficionados de la época. Cuentan las crónicas que Abutardo tomó nada menos que veintiséis varas ... y mató siete caballos. Pues con aquella excepcional hoja de servicios no le cupo el honor de ser indultado.
Eran, sin duda, otros tiempos. El indulto no estaba de moda, ni para los toros. Así, hasta que ya metidos en los años treinta, en junio de 1936, el toro Civilón, de Cabaleda, que venía precedido de un historia sentimental por su docilidad, se ganó la vida en una pelea de toro bravo en una lidia que le correspondió a El Estudiante. Hubo que esperar hasta la primavera de 1968 para ver otro indulto en la Monumental. Fue Potrico, un precioso toro cárdeno de Pablo Romero a manos del diestro Andres Hernando, que causó sensación, y no sólo entre los aficionados de Barcelona, pues el hecho tuvo una repercusión nacional. Y de ahí hasta el año 2000, cuando Finito de Córdoba salvó la vida a Zafiro, de la divisa de Torrealta.
Ocho años más tarde, cuando Barcelona vivía su último esplendor con José Tomas de ídolo indiscutible, el de Galapagar indultó a Idílico de Núñez del Cuvillo, y tras la prohibición contra derecho de las corridas de toros por parte del Parlament, en 2010, se produjeron otros dos. El de Rayito, de Valdefresno, a manos de Miguel Tendero, y el de Timonel de Jandilla, lidiado por el catalán Serafín Marín.
Luego vinieron más, indultos, digo. Pero eso ya es otra historia.