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Ajoblanco, donde empezar la fiesta en Tuset Street con copas y gastronomía para compartir

El restaurante reabre sus puertas sólo por las tardes-noches con una propuesta única y atrevida que sorprenderá a los paladares más exigentes

Martina Puigvert Puigdevall consolida en Barcelona una propuesta gastronómica de la volcánica Garrotxa

Los mejillones crujientes de panko y emulsión de escabeche resultan una tapa de lo más original y sabrosa ABC
Juan Carlos Valero

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La leyenda de la pequeña calle Tuset condensa una breve pero intensa historia de modernidad en Barcelona, hasta el punto de recibir el apelativo de «Street», fama que vuelve a recobrar desde el pulso y esplendor que la hizo famosa en la década de los 60, cuando fue La Meca de la publicidad al estilo «Mad Men», la moda, la «gauche divine» y hasta de la «cançó». La leyenda se ha recuperado a medida que los locales de esta mítica calle entre Diagonal y Travesera de Gracia la confirman como la zona por excelencia del ocio nocturno barcelonés.

Para empezar el tardeo y empalmar con una noche divertida con cócteles de autor y una cena en un ambiente vibrante y entorno elegante pero informal, Ajoblanco ha reabierto para colocarse en la cresta de la ola de Tuset Street. Lo logra con su doble oferta de renovada cocina de autor, a base de platillos innovadores donde la excelencia del producto es su principal pilar, al tiempo que se disfruta de música y de copas para comenzar una velada redonda.

La divertida propuesta arranca cada día, excepto domingos y lunes, con la apertura del establecimiento a las 6 de la tarde y un par de horas felices en las que se ofrecen precios reducidos para quienes quieran disfrutar de un tardeo diferente. Hasta las 8 de la tarde reina un cóctel exclusivo, el Kate's Paloma, que resulta ser de los más populares del local y que rinde homenaje a la propietaria, Kate Preston, quien junto José Lombardero abrió su primer restaurante en 2003: Taller de Tapas de Sant Josep Oriol. Actualmente, el Grupo Lombardo cuenta con seis restaurantes: Taller de Tapas (3 locales), Ajoblanco, Casa Delfín y Taberna de Vigo. Pero sus impulsores avanzan que preparan dos marcas nuevas que llegarán a lo largo de este mismo año 2025.

Ajoblanco es un local refrescante, como la receta del mismo nombre, y que gusta a todo el mundo. Como el gazpacho primigenio, el local se yergue en la calle Tuset como la intendencia alimentaria y de copas de nivel para muchos que luego se sumergirán en las discotecas de la misma Street. De ahí la variopinta y elegante fauna que recala en sus mesas y barra, sobre todo las noches de los jueves, viernes y sábados, cuando las cenas se llenan de ritmo con Dj sets en vivo que acercan desde los éxitos de los 70 y 80 hasta la música actual, creando el entorno perfecto hasta las 3 de la madrugada para disfrutar de cócteles mientras se saborea una original carta gastronómica y musical en un buen ambiente.

Viaje culinario y musical

La carta de Ajoblanco está inspirada en las tradiciones mediterráneas y del norte de Europa y supone un auténtico viaje culinario. Cada plato está diseñado con la intención de ofrecer nuevas sensaciones a través de contrastes, texturas y sabores excepcionales, como los mejillones sin concha crujientes de panko y emulsión de escabeche, la ensaladilla con tartar de atún con vinagreta de sésamo y yema de huevo espolvoreada por encima, o las croquetas de aji de gallina, una receta peruana reconvertida en mediterránea pero que conserva un puntito de picante nada agresivo. Unos platillos para compartir que se pueden combinar, por ejemplo, con un cóctel del tipo «Porn star Martini», a base de vodka, «passion fruit», arándonos y limón.

Los ingredientes de la carta proceden de productores artesanales y agricultores locales, como las alcachofas del Prat, lo que garantiza autenticidad y calidad en cada bocado, la más apetitosas flores invernales que en Ajoblanco se ofrecen confitadas con jamón ibérico, como la yema que las corona. Cada plato es elaborado de cero, desde la pasta hasta las salsas, y los ingredientes se preparan con técnicas que realzan su sabor y frescura. Como las anchoas del Cantábrico, que limpian a mano y sirven sobre brioche de mantequilla ahumada, o los ravioles que en realidad son cappellacci, pasta elaborada en cocina por el chef de origen italiano que la rellena de calabaza y queso Idiazábal, con escamas crujientes del mismo queso, con el que también se elabora una salsa con hinojo en la que todos los comensales acaban mojando el pan de masa madre que se sirve con mantequilla ahumada. Unos platillos que resaltan si son maridados con un cóctel Cayo Coco, a base de ron Bacardi Carta Biancha, splash de Laphroiag 10, cordial de piña y agua de coco.

Local de «bartenders»

Entre las especialidades destacadas de la carta está el Amor de madre Steak Pie, una versión renovada del clásico pastel de carne británico, con buey, ceps, trompetas y tuétano. Un plato que se acaba en mesa y que es toda una experiencia culinaria cuando el camarero hace caer el tuétano del hueso delante del comensal. Unos camareros que en el caso de Ajoblanco son verdaderos «bartenders», ya que además de preparar y servir todo tipo de bebidas, conocen y comunican la información sobre su composición y platos, desde los ingredientes hasta la forma de preparación.

También resalta la caballa, ahumada durante 48 horas en roble, servida con verduras encurtidas y salsa de rábano picante, y el tartar de solomillo de vaca madurada con espuma de salsa tonnata. El cronista degustó un calamar de barca a la parrilla con virutas de chorizo y almendra en reducción de naranja y una salsa de la propia tinta del calamar, también reducida, pero con fumet de pescado. Platillo maridado con un cóctel Saffron Sun, de ginebra Bombay Sapphire, Italicus, mandarina, azafrán y cardamomo. Y como colofón, un filete madurado con cebolla caramelizada, foie y patatas pajas sobre salsa de Oporto.

Para los amantes de los postres, un contundente Sticky Toffee Pudding, característico dulce inglés, es un imprescindible de la carta que no se encuentra en ningún otro lugar de la ciudad. Se trata de un bizcocho de dátiles jugoso, con una crujiente tuille de nueces, toffee y helado de vainilla. También sobresale el Pijama de toda la vida, que en Ajoblanco se reinventa con flan casero, frutas de temporada en almíbar y mermelada, acompañado de toppings de lo más sorprendentes.

De los postres, no hay que perderse los profiteroles rellenos de pistachos y bañados en chocolate blanco o las tostaditas de chocolate, aceite de arbequina, sal y butterscoth praliné, todo ello regado con el cóctel Fox on the Hill, a base de whisky Bulleit bourbon, café, plátano y canela que se antoja un «irish coffee» pero refrescante.

Para quienes prefieran maridar con vinos, la carta recorre las mejores regiones de la península ibérica, con énfasis en los catalanes y naturales de kilómetro 0. En suma, el nuevo Ajoblanco se distingue por su enfoque original y atrevido que desafía las propuestas comunes de la ciudad. «Llevamos años perfeccionando nuestro arte y queremos ofrecer una experiencia gastronómica que combine nuestro savoir-faire con una cocina arriesgada y sorprendente», afirman desde el equipo del restaurante. Con su reapertura, el establecimiento invita a regresar una y otra vez para disfrutar de una experiencia completa en Tuset Street, aunque luego no se penetre más allá en la noche barcelonesa porque baste con una cena extendida en el renovado local. Cuestión de edades.

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