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literatura

Juan Cruz: «Los niños de la posguerra no la hemos superado a día de hoy»

TOLEDO

El periodista y escritor canario presentó este martes en la Biblioteca de Castilla-La Mancha su última novela, 'Mil doscientos pasos', un relato catártico que le ha servido para reencontrarse con los recuerdos agridulces de su infancia

El periodista y escritor canario Juan Cruz, autor de 'Mil doscientos pasos' Lisbeth Salas
Mariano Cebrián

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'Mil doscientos pasos' (Alfaguara). Esa es el título de la última novela de Juan Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948). Pero esa es también la distancia que recorría cuando era pequeño desde la puerta de su casa hasta donde jugaba, un muro de piedra que representa todo lo que fue su infancia. Un relato de lo que fue su vida, la de su familia y la de su barrio desatando, desvelando los silencios y los secretos de todo aquello que entonces no se podía decir, o él no se atrevió a decirse a sí mismo.

De todo ello habló este martes en Toledo el periodista y escritor canario Juan Cruz, rodeado de sus lectores aglutinados por la Asociación de Amigos de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, donde presentó su libro, que narra una historia, la de los años posteriores a la guerra civil española, que «quizá no somos conscientes de cuánto duró», señaló. Un relato catártico que le ha servido para reencontrarse con los recuerdos agridulces de su infancia.

«Los niños de la posguerra no la hemos superado a día de hoy», afirmaba en la presentación Juan Cruz, que decía que no había más que encender la televisión, la radio o leer las noticias para darse cuenta de que «los insultos y el odio siguen estando muy presentes» en la actualidad. Sin embargo, 'Mil doscientos pasos' no es un relato descriptivo de la realidad y la situación histórica de ese tiempo, sino que narra sus propias vivencias y la de los que le rodeaban a través del protagonista del protagonista, un niño enclenque con cojera que es el centro de las burlas y los insultos de otros.

«Yo me crié en un tiempo que no comprendí del todo«, reconoce el autor de la novela, que comienza con la agresión sufrida por el niño »matón« del grupo, Crispín, que casi le mata golpeando su cabeza contra el muro donde acudían todos los días a jugar. »Esa era la violencia imperante de la época -apunta-, de la que los niños de mi barrio éramos testigos y protagonistas a la vez«.

Juan Cruz, junto al también escritor y exprofesor toledano, colaborador de ABC, Antonio Illán Illán

Eso es lo que sucedía en esos años en la barriada donde él se crió, pero también en otros muchos lugares por aquel entonces. El autor insistió varias veces en decir que su libro «es ficción, pero la ficción también es parte de la realidad», en la que se entremezcla la historia de un maestro perseguido por sus ideas, de un hombre que causa terror con su bigote inconfundible y el uniforme azul mahón de la Falange, de unos padres que ocultan un secreto a los ojos del resto del pueblo y de una chica bellísima que es la idealización del primer amor. Es, en definitiva, la novela de un pueblo pequeño donde todos parecen observarse unos a otros, y de un país sumido en la falta de libertad, el silencio, el temor, la pobreza y la negrura.

Por eso, cree que la sociedad actual tiene que volver trasladar a los jóvenes el concepto de «reconciliación». «Yo no soy mejor por ser uno que perdió, sino si soy capaz de convivir con el otro, con el que piensa distinto», aseguraba, para decir después que «hay que reconstruir un modelo de ser coherente para la convivencia. Yo no quiero odio nunca más».

En este sentido, destaca la figura del maestro, Domingo, que, según indicó, «es una metáfora de lo peor que ocurrió en la posguerra». Con este personaje hace un homenaje a una persona que, aunque desapareció pronto, les enseñó a «entender la vida», pese a no disponer de recursos la escuela. «Todos estábamos condenados a ser analfabetos», manifestó Juan Cruz, que recordó que, en su caso, fue la radio y su madre las que le enseñaron a leer y a escribir.

Otro de los recuerdos de ese tiempo es la «misteriosa» desaparición de una pareja de homosexuales a los que pillaron juntos en un autobús. «Hasta tal punto llegaba la cosa que las autoridades decidieron cambiar el número de la matrícula de la guagua (como llaman los canarios a ese vehículo), que quedó maldito», contaba el escritor y periodista.

A pesar de todos los hechos que relata, el autor quiso dejar claro que en su novela «no hay ningún atisbo de venganza». De hecho, concluye que «no es un libro cualquiera; es el más duro pero, a la vez, la más hermosa declaración de amor que he hecho hacia mis semejantes«.

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