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Volver a circular por el puerto de Pajares: la cara y la cruz para los vecinos de Villamanín

En los pueblos por los que atraviesa la N-630 se reconoce el beneficio que supone para la hostelería pero también el peligro del incremento del tráfico

Los transportistas exigen al Ministerio acelerar las obras del desvío en la autopista hacia Asturias

El cruce para acceder a Villamanín ABC
Montse Serrador

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En el municipio leonés de Villamanín, al que pertenecen 19 entidades menores, se debaten entre el beneficio que supone para la hostelería la actividad que ha vuelto a generar la carretera N-630 tras el cierre de la autopista y las molestias que ocasiona el notable incremento del tráfico y, sobre todo, el peligro que eso supone. Y es que la vía, que hasta que se construyó la AP-66 era ruta obligada de la meseta a Asturias y a la inversa, atraviesa literalmente por pueblos como Arbás del Puerto, Busgondo, Golpejar y Villanueva de la Tercia.

En Villamanín, por si fuera poco, un cruce para acceder a la localidad asusta y complica a partes iguales la vida de sus vecinos. Lo explica su alcalde, Álvaro Barreales, que denuncia lo peligroso de este punto –en el que son habituales los golpes– que obliga a hacer un stop en la misma carretera nacional. Un problema que, con el derrumbe de la autopista, se ha incrementado pero que también se sufre todos los veranos, cuando son muchos los turistas que utilizan esta vía.

Por eso, el edil vuelve a poner sobre la mesa una vieja reivindicación: la construcción de una rotonda o de una pasarela para que se pueda salvar el cruce sin dificultad. En este momento, explica, puede llevar hasta diez minutos cruzar la carretera debido a su intenso tráfico, especialmente pesado. «Hay que atravesar cinco carriles para entrar en el pueblo», detalla Barreales, con el peligro que eso supone.

La cara de la noticia la ponen los restaurantes de la zona que, según reconoce el alcalde, «están desbordados y hacen caja, algo de lo que nos alegramos». Y es que si bien en temporada estival o los domingos son paradas obligadas en la ruta de Pajares, en invierno la actividad desciende. Sin embargo, ahora parece que «siempre es domingo» y los locales se llenan, quizá para que los conductores cojan fuerzas para encarar rampas imposibles o se repongan de la experiencia.

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