Los pueblos con festejos taurinos tradicionales «señalados» exigen «respeto»
Las celebraciones con el astado como protagonista desde hace siglos reivindican el «arraigo», conscientes del reto frente a los antitaurinos
Encierros, vaquillas y capeas mantienen las celebraciones por encima de las 2.000
![Celebración del tradicional Toro Jubilo en la localidad soriana de Medinaceli, en una imagen de archivo](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/28/toro-jubilo-RjFuBTcJc6BNdKsaUnqB7WK-1200x840@diario_abc.jpg)
Contar con reses de lidia como protagonistas y ser celebraciones arraigadas socialmente hasta el punto de que deben llevar sucediéndose de forma continuada –situaciones excepcionales excluidas– «desde tiempos inmemoriales» y una antigüedad acreditada de al menos doscientos años siguiendo «la costumbre del lugar». Son características ... que definen y comparten los espectáculos taurinos tradicionales. Son festejos con los astados como protagonistas, pero también algo más. Hasta tal punto que su «peculiaridad y tradición» les distinguen de los festejos populares que no tienen ese 'apellido' con el que han logrado acreditar su declaración específica.
Una docena lucen ese cartel en una tierra de hondas raíces taurinas como Castilla y León, que ha conseguido mantenerse durante centurias: el Carnaval del Toro, de Ciudad Rodrigo, y los Encierros de Fuenteguinaldo, en la provincia de Salamanca; el Toro enmaromado y los toritos del Alba, en Benavente (Zamora); en Soria, el Toro Jubilo, de Medinaceli; las Fiestas de San Juan de la ciudad y los Festejos Taurinos de 'Las Fiestas de San Miguel Arcángel', en Ágreda; los Encierros de Cuéllar, los de Sangarcía y los de Riaza (Segovia), y la Suelta de la Vaca Enmaromada de Villafrechós y la de Palazuelo de Vedija, en Valladolid, donde también estaba el tradicional Torneo del Toro de la Vega de Tordesillas. Sigue, pero ya no como antaño se celebraba.
En el ojo de los antitaurinos durante años, el histórico festejo pasó a la historia como tal. La Junta de Castilla y León dictó en mayo de 2016 un decreto-ley por el que impedía la muerte en público del animal en los espectáculos taurinos populares y tradicionales. Sin citarlo expresamente, suponía el fin de la ancestral celebración en la que el astado, tras salir de corrales, ya en la vega, se sometía al mano a mano con el humano –según el reglamento– que empuñando la lanza debía únicamente acometer al animal de frente.
«¡Todos somos Rompesuelas!», el grito que acompañó, entre la polémica y un fuerte dispositivo de seguridad, al que a la postre fue el último Toro de la Vega de los de siempre. Corría septiembre 2015. «Se hace necesario abordar una regulación» que «dé respuesta a las exigencias sociales y proteja los múltiples derechos» afectados en estos festejos, señala la norma que supuso de facto el fin del Toro de la Vega. Conserva el nombre, pero el segundo martes de septiembre ya sólo es un desencierro sin alanceamiento de la res.
Con esa victoria moral, los antitaurinos fijaron su objetivo en otros festejos, centrando en la diana el Toro Jubilo de Medinaceli (Soria). El último y único toro embolado que pervivía en Castilla y León por primera vez desde hace cinco siglos no se ha celebrado este 2024. Las medidas cautelarísimas dictadas casi la víspera por un juzgado de Soria atendiendo así la petición de Pacma rompían con su centenaria tradición. Hasta la villa acudía el día del no festejo el Partido Animalista, que ocho años después de su triunfo sobre el Toro de la Vega veía en la decisión judicial otra conquista que daba alas a su meta abolicionista, después de que en septiembre el mismo Juzgado declarase ilegal –en una sentencia que no es firme– la ordenanza municipal que regulaba el Toro Jubilo tras ser modificada en 2015. «Nos seguiremos manifestando hasta que un juez dictamine una sentencia firme a favor nuestra y contraria a la celebración del Toro Jubilo», apuntaban desde la organización animalista en la propia localidad soriana, elegida, reconocían, por su carácter «simbólico». Y también a modo de advertencia: «No vamos a parar hasta acabar con la tortura. Incluimos San Fermín y San Juan (Soria)» lanzaron. «Este es el comienzo de la abolición», gritaron desde la formación, que se fija también en el objetivo otros festejos tan populares en Castilla y León como los encierros.
«Necesario mantener»
En Medinaceli, donde no es extraño recibir notas con la palabra «¡asesinos!» o «¡maltratadores!», defienden su tradición y recuerdan que el suyo es uno más de esos setenta astados embolados (toro de fuego) que salpican la ribera del Jalón, desde Soria hasta la Comunidad Valenciana, pasando por Aragón y Cataluña. «¿Por qué no van a por los correbous?», se cuestionan en la localidad soriana. Y apuntan a que Pacma se fija en Castilla y León, una comunidad «más débil políticamente». «Se han envilecido porque Medinaceli forma parte de la España vacía» y un «pequeño» pueblo, lamentan desde la Asociación Taurina Celtiberia de Soria. Mueven ficha para defender su tradición, por el momento, con un foro este sábado.
«Los festejos taurinos tradicionales forman parte de la identidad de Castilla y León», defiende el consejero de Cultura, Turismo y Deporte, Gonzalo Santonja, sobre los «numerosísimos» espectáculos que ingrediente clave en muchas fiestas de los pueblos. «Son una parte fundamental de la tauromaquia», recalca. «El toro de Medinaceli forma parte de nuestra identidad, de la tauromaquia más arraigada en Castilla y León, de la tauromaquia verdaderamente popular», añade. «Nosotros pensamos que son manifestaciones con mucha personalidad que es necesario mantener», reivindica Santonja.
En las localidades con festejos taurinos, especialmente las que lucen la categoría de 'tradicionales', asumen que se sienten «señalados», aunque desde el «respeto a los antitaurinos» defienden sus celebraciones y el «bienestar del animal», la esencia de las fiesta. «Absoluta tranquilidad» por la pervivencia de los Encierros de los Toros de Cuéllar, los más antiguos de España y de Interés Turístico Internacional, la máxima distinción de un festejo taurino en Castilla y León. «Nos movemos en lo que marca la legalidad», subraya el alcalde, Carlos Fraile. «Confianza desde el punto de vista legal», recalca el regidor de la Villa, donde los encierros a finales de agosto marcan el eje sobre el que gira el calendario. De hecho, ya están pensando en los siguientes.
Son, subraya, un «sentimiento cultural, de arraigo y tradición» en la Villa y la comarca, con una repercusión económica «grandísima» y atraen a miles de personas, incluidos extranjeros, sobre todo procedentes de Francia y Portugal. «Desde el respeto a lo que piensen los antitaurinos, total tranquilidad», incide Fraile sobre una tradición que arraiga en el sentimiento «desde niños» y de la que hay constancia desde el siglo XV.
«Sentimos como que nos atacan a nosotros mismos. Cualquier ataque nos duele y no lo entendemos», lamenta Alberto Lorenzo, el concejal de Fiestas y Turismo de Benavente. Asegura que están «tranquilos» sobre el futuro del Toro enmaromado y los toritos del Alba «en cuanto que sabemos lo que hacemos y lo que nos exigen», cumpliendo «por encima» del reglamento. Pero, asume, «tranquilos no estamos porque alguien quiera hacer daño» y pongan en el foco una fiesta que para los benaventanos «refleja la unión del pueblo» y es sinónimo de «arraigo con nuestra tradición, un vínculo que une pasado y presente, a toda esa gente que creyó en la evolución de la fiesta», apunta Lorenzo.
El año pasado llegó a congregar a más de 42.000 personas en una localidad de unos 18.000 habitantes, donde el Toro Enmaromado –conducido por un recorrido de casi tres kilómetros con una cuerda o maroma de cien metros– en la tarde del miércoles de la semana del Corpus Christi supone también un «importante» impacto económico. Con documentos que prueban su celebración al menos desde 1434, buscan la declaración de Interés Turístico Nacional, conscientes a la vez de que están «en el punto de mira» de los antitaurinos.
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