«En marzo malvendimos las vacas. Era o las quito o me sigo yendo a la ruina»
Con un «dolor» que todavía siente, hace tres meses Eva Ferreira y su marido, Celso Corral, decidieron vender la cabaña en la que con tanta ilusión se habían embarcado en San Martín de Castañeda (Zamora) hace 14 años
![Celso, junto a uno de sus hijos, da de comer a los terneros que tenían en la zona de la sierra de Sanabria (Zamora)](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/06/24/lobo-eva-hijo_20240623191829-RZzervgYpv0OgQ9m95qf1WP-1200x840@diario_abc.jpg)
«¿Y qué hacemos? ¿Seguimos manteniendo al lobo?». Las preguntas que se hacía y se sigue haciendo Eva Ferreira, incluso ahora que hace más de tres meses «malvendimos» las vacas y dijeron adiós a la ganadería en la que con tanta ilusión ... se habían embarcado hace catorce años ella su marido, Celso Corral. Era seguir en San Martín de Castañeda (Zamora) o irse a la capital y «montar y bar». «Y yo no me quería ir», recuerda rotunda. En un camión, rumbo a a la provincia de Salamanca partieron los animales a los que ni la noche antes de salir el cánido dejó en paz. Se llevó dos más por delante, y mientras preparaban la carga, allá en lo alto, vieron como pasaban tres ejemplares.
Con «dolor», unas fotos que guarda como oro en paño en el teléfono y las lágrimas escapándose de sus ojos revive esa forzada despedida en la que, dice, «hasta los perros aullaban» al ver que «sus» vacas y terneros marchaban para siempre. El campo, esa sierra en pleno Parque Natural del Lago de Sanabria, siguen ahí, pero «ya no es lo mismo» ir con el ganado, «¡y merendar allí!».
Tres reses quedan ahora de una explotación en la que hubo más de 120. Pero la disyuntiva era clara: «O las quito o me sigo yendo a la ruina». Así que ante unas pérdidas que ni quiere cuantificar, la «impotencia» de ver cómo las fauces del canis lupus seguían mermando su cabaña, la muerte «intoxicadas» por plantas de varias, llegó el final.
![Celso y Eva, con sus vacas, cuando tenían ganado](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/06/24/lobo-eva-marido_20240623192101-U50311185820FZK-760x672@diario_abc.jpg)
Entre el año pasado y menos de tres meses de éste, «más de veinte» contabiliza que mató el cánido. «Y no cobras nada», censura sobre la burocracia que supone dar los partes, «los papeles y papeles»... Las «veces» que saben que un animal falta «pero ni lo ves», cuando ya ha pasado tiempo entre el ataque y el hallazgo del cadáver en una ganadería en extensivo en la montaña; ese día en el que lo que encontraron fueron «los 'palos'–huesos– de la ternera y los pelos del lobo», terneros recién nacidos que ni siquiera han llegado a ser «dados da alta» y quedan fuera de la posible indemnización... «No se duerme», resume de ese día a día pensando «en qué me voy a encontrar», en darse de bruces con «otra escabechina» y «¡la mala leche que se te pone!».
Así que llegó el final. Ya eran «muchas las pérdidas, y antes de tener más, decidimos venderlas». Para ellos la pena sigue, y sus hijos, Álex y Eric, de once y siete años, han tardado en perdonárselo. Ya tenían tres reses cada uno a su nombre. El mayor «lo pasó muy, muy, muy mal», pena. «Ya no quiere subir» al monte. Cayó en «depresión» y hasta «nos deseó la muerte» porque «le encantaba» estar con el ganado.
Tiene la duda y el gusanillo de si algún día volverán a tener vacas. Pero, zona de lobos como siempre ha sido, advierte, «en 14 años no ha habido tantos como este año». Las conversaciones al otro lado de la barra en la que ahora está, lo reafirman. Si antes era más difícil divisarlo y atisbar el «primer» es algo que «no se olvida», no hace tanto, un día al ir a ver al ganado, allí estaba «y se quedó mirando como si nada. Ni se inmutó». Clama por el control cinegético, aunque para su cabaña ya no servirá.
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