Sobre mi paisaje

Esta época nuestra de vértigo, a causa de la velocidad con la que se suceden tanto los avances tecnológicos como los de la información, lleva implícito el riesgo de arrastrarnos a un espacio alejado de la Naturaleza

José Carralero

¿Cómo veo yo la pintura actual de paisaje?: por encima del determinismo temático, de género o de estilo, entiendo la pintura de paisaje como un concepto abierto, que representa uno de los medios de conexión del ser humano con la Naturaleza y consigo mismo. ... Esta época nuestra de vértigo, a causa de la velocidad con la que se suceden tanto los avances tecnológicos como los de la información, lleva implícito el riesgo de arrastrarnos a un espacio alejado de la Naturaleza, como revestidos de una escafandra que nos separa de nuestra dimensión natural. Como compensación, la pintura de paisaje se convierte en uno de los medios necesarios para mantener la conexión con nuestras propias raíces naturales. De ahí su actualidad, no tanto por razones de vigencia como de permanencia.

¿Qué intento yo en mi propio trabajo? Intento que mi pintura refleje las motivaciones que la realidad externa me suscita, lo que me impresiona en la vida; lo cual pasa por un proceso intelectual (sensación-percepción-razón-emoción), dando como resultado una abstracción de la realidad, por supuesto que personal y subjetiva, por lo cual se me confirma la pintura como una «realidad abstracta». No participando, por ello, del divorcio entre realismo y abstracción, recuperando así la semántica del término.

Pongamos como ejemplo una serie de obras, algunas de considerable tamaño, realizadas sobre la Sierra de Cazorla, y que se expusieron en múltiples lugares de España: paseos por el lugar con los brazos cruzados, apuntes directos, grandes manchas, notas escritas sobre impresiones…, y la posterior gestación y maduración de las obras mayores y definitivas en mi estudio de Madrid, tras dejar que el recuerdo podara lo superfluo.

Así que, ojalá, que la obra se distinga -como decía Morandi- como toda obra de arte verdadera, por contener dos soledades: la primera podemos denominarla soledad plástica…, la doble vida de un bodegón, no como sujeto pictórico, sino en su aspecto supersensorial… La segunda soledad es la de las líneas y las señales; es una soledad metafísica, para lo cual no existe aprendizaje lógico, ni visual, ni psíquico.

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