RUIDO BLANCO
La fiesta triste
Pero no cabe un Villalar de consenso en tiempos de ira y discordia. Otra batalla perdida.
El hombre del parque
![Imagen de archivo de la campa de Villalar de los Comuneros el Día de la Comunidad](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/04/23/CAMPA-VILLALAR-ICAL-RXD8v1PZSDdF3KMmMVduepM-1200x840@diario_abc.jpg)
Es el Día de Castilla y León una fiesta triste. No es sobria, ni contenida, ni distante como suelen definirnos. Es triste. Pertenece a esa minoría de festejos que celebran una dolorosa derrota, que además acabó en ejecución, lo que levanta un viento agridulce y ... melancólico en la histórica campa de Villalar de los Comuneros. A veces cuesta seguir brindando con un buen Ribera del Duero después de asistir a la representación del ajusticiamiento en la plaza y de que los líderes políticos y sindicales se turnen para dejar coronas de flores en el monolito como si fuera 1 de noviembre.
El vino termina sabiendo a esa sangre derramada por la libertad que rebrota cada primavera en rojas amapolas como escribió Godofredo Garabito. Sus leídas y cantadas 'Amapolas comuneras', a pesarde estar escritas en plena ebullición autonomista, también dejan cada 23 de abril un llanto seco en la voz y un poso afligido en la dulzaina. Villalar es una fiesta triste.
Es el día de Castilla y León la festividad de una autonomía sin sentimiento autonómico que más que encajar con el tiempo, igual que se pedía a los matrimonios de conveniencia de antes, evidencia anualmente una incorregible distancia emocional entre las nueve provincias que hasta los responsables autonómicos han asumido como derrota.
Este año Junta y Cortes de Castilla y León decidieron extender la fiesta a todo el territorio. Una buena decisión, porque el Día de Castilla y León se puede celebrar igual en Villalar, en León, en Béjar o en Catalañazor, si no fuera por tratarse de una huida.
Las instituciones autonómicas abandonan regalando de nuevo este espacio al botellón de la izquierda minoritaria. Hasta Irene Montero pisará hoy Villalar replegada al último reducto que le queda a un Podemos que ya solo aspira a reconquistar esta campa. La desbandada conservadora de Villalar desbarata los años de esfuerzos de Juan Vicente Herrera para que esta fuera una jornada de todos. Y, aunque incómoda, pudiera pasearse la derecha. Pero no cabe un Villalar de consenso en tiempos de ira y discordia. Villalar tiene que ser una fiesta triste. Es siempre otra batalla perdida.
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