por mi vereda

Tics antisemitas

Todos apostamos por la paz en la zona a partir de dos estados, sí, pero los dos democráticos

Todo sea por prevenir

Rigor y aplomo de cardenal

EP

Pues acaba de recular Yolanda Díaz en lo concerniente a sus declaraciones sobre el estado palestino, que debe estar entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Como pretende Hamás. Ahora, la vicepresidenta da el paso atrás, que no deja de ser uno de los ... errores con mayor riesgo al torear al morlaco de salida, porque te puede estrellar contra las tablas. Como este engrudo de comunismo bolivariano que es Sumar tiene perfil antitaurino –les da igual Picasso, Alberti o Jorge Semprún–, nadie le ha explicado a Yolanda semejante detalle. Ella, siempre tan dispuesta a visitar al Papa Francisco, podría aprovechar las audiencias con Bergoglio no solo para reivindicar un orden internacional más justo y la lucha contra el cambio climático, sino para hablar un poquito del origen histórico y geográfico del pueblo judío, de los colegas Abraham, Isaac y Jacob, las Doce Tribus y el rey David, que basta con leer la Biblia. En una tierra que, no por casualidad, se corresponde con el actual estado de Israel.

Pero la artífice del comunismo de boutique, entreverado con recogidos a lo Analía Gadé y gafas fashion, viene a decir ahora que ella no es antisemita. Para nada. Porque además no comparte la política del odio. Ella aboga por la fórmula de los dos estados para superar el enquistado conflicto, para compartir economía, derechos y futuro. Una declaración antológica de buenismo flowerpower, ese discurso conciliador cursi y cansino que no encaja muy bien cuando en Gaza manda un grupo terrorista que sigue reteniendo a un centenar de personas desde los ataques del 7 de octubre, con 1.200 muertos. Llama poderosamente la atención que la postura de Yolanda Díaz coincida con la que estaba vigente durante el franquismo, cuando se cuidaban al máximo las relaciones con los países árabes, empezaba a calar entre la opinión pública la simpatía con la causa palestina y todas la amenazas al régimen procedían de conspiraciones judeomasónicas.

De hecho, siendo Manuel Fraga ministro de Asuntos Exteriores, aseguró que España nunca reconocería a Israel. Para alcanzar tal hito hubo que esperar hasta bien entrada la democracia. Porque parece que la historia pesa demasiado, no solo por la expulsión de 1492. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Sefarad lo demuestra. Esos tics de antisemitismo en el tiempo y en el espacio abarcan también todo el espectro ideológico. Nuestro admirado Adolfo Suárez se abrazaba con Yasser Arafat, líder de la OLP, organización que abrió una oficina en Madrid con su bandera, de tal suerte que el pañuelo palestino se puso de moda. Calvo Sotelo trató de impulsar el acercamiento a Israel, que concluye Felipe González, en un ejercicio de verdadero equilibrio, sin filias ni fobias. Todos apostamos por la paz en la zona a partir de dos estados, sí, pero los dos democráticos.

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