POR MI VEREDA
Pintor, vasco, universal
Ignacio Zuloaga y Zabaleta nunca se cansó de observar, de aprender y de viajar para inmortalizar con sus pinceles las distintas realidades que contemplaba
Un bando ante los bandos
El puzzle climático encaja
![Exposición sobre Zuloaga en Segovia](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/13/zuloaga-RKUvnHabeHHgCfq4nFiNRAP-1200x840@diario_abc.jpeg)
Era de Éibar y se llamaba Ignacio. Como el de Loyola. Nada de Íñigo ni Iñaki. El Instituto de Educación Secundaria de este municipio guipuzcoano lleva su nombre, para que los alumnos recuerden, más allá de TikTok e Instagram, que su ilustre paisano fue un ... vasco universal como Elcano, De Lezo y Unamuno. Que se sintió siempre profundamente español. Que, hablando euskera y castellano desde niño, también se expresaba en inglés y francés, superando la visión aldeana del caserío que, con su endogamia y el delirio de Arana, tanto ha perjudicado a las Vascongadas.
Ignacio Zuloaga y Zabaleta nunca se cansó de observar, de aprender y de viajar para inmortalizar con sus pinceles las distintas realidades que contemplaba. Los especialistas se refieren a él, de modo unánime, como el último gran maestro de la pintura clásica española. Primero se formó en París, donde conoció a Degas y Gauguin, estuvo en Roma y en Andalucía descubrió el duende del flamenco y los toros con el sentimiento de los gitanos. Antes, en Madrid, sus continuas visitas al Museo del Prado le convierten en rendido admirador de Velázquez, Ribera, El Greco –rescata su figura- y Goya, cuya casa natal en Fuendetodos llegó a comprar a modo de homenaje.
Un día de 1897 llegó a Segovia, donde su tío Daniel era un prestigioso ceramista, y enseguida se enamora de la ciudad y los paisajes. Allí compartió taller con aquel, en la torre de la iglesia de San Juan de los Caballeros, donde pasa largas temporadas, sobre todo en los meses de otoño, mimetizado en un ambiente adecuado para su creación. En esos campos encuentra «lo potente, lo recio, lo áspero y hasta lo agrio que añoro y persigo... Castilla me ha dado la plenitud de deslumbramientos y penumbras». Ahora, para recordar al artista que se instaló en el castillo de Pedraza, Segovia acoge hasta el 26 de octubre la muestra temporal 'Zuloaga, retorno a Castilla', con una veintena de obras procedentes de museos y colecciones particulares.
Una selección de lienzos tanto de sus etapas en estas tierras como de París y otros lugares, que confirman la dimensión internacional del pintor que encauzó el camino del arte español hacia la modernidad, según apuntaron en la inauguración. Un hombre coetáneo de la Generación del 98, siempre en la búsqueda del alma de España, que aunó tradición y renovación, y puso el contrapunto sobrio a la luz del Mediterráneo de Sorolla. No tiene dedicadas estaciones y aeropuertos, pero en 1954, ya fallecido, puso su rostro a los billetes de 500 pesetas. Retrató a Franco –con uniforme carlista- como a Falla, Valle Inclán o Belmonte, hecho que a estas alturas, para algunos, sigue resultando un baldón imperdonable en su biografía de genio. No entienden que el arte va más allá de ideologías y lenguas. Es universal.
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