Buenos días vietnam
Réquiem por El Corte Inglés
Ahora que ha cerrado, aunque siga de cuerpo presente el edificio muerto, habrá que hacerse a la idea de que aquello es la Calle Constitución y que lo fue siempre
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Cuando muere un comercio descoloca toda la ciudad. Y sería más fácil darle un nombre nuevo a la urbe o prenderle fuego y volver a reconstruirla más tarde que reordenar nuestro cerebro para hablar con propiedad. Esto ya no es Valladolid. Las ciudades tienen calles ... con sus nombres y otras referencias que las nombran porque siempre fue así. Un callejero sentimental. En la Calle Santiago hay un 'Carrefour', pero mi abuela lo seguía llamando Simago porque para ella Valladolid no cambiaba. Y hay una Calle Constitución, pero era la de El Corte Inglés para mí. Y ahora que ha cerrado, aunque siga de cuerpo presente el edificio muerto, habrá que hacerse a la idea de que aquello es la Calle Constitución y que lo fue siempre. Y que Valladolid hoy ya es otra. Con una tristeza urbana y un luto que se le olvidará pasado mañana cuando el cadáver resucite como un Zara, pero a mí quién me compensa el final de la infancia. Abrió en el año 95 y yo cogía catálogos de juguetes, porque el columnista a los tres años cuando descansa de leer a Joyce escribe cartas a los Reyes Magos… Y ahora me han cerrado de pronto la última esquina de la niñez.
El Corte Inglés de la Calle Constitución, que antes fue Galerías Preciados y antes incluso todavía, porque España llega más atrás de la Constitución y del franquismo, aunque algunos políticos no se enteran, fue el solar que ocupaba el Convento de San Francisco y la capilla de las Maravillas y las huertas del lugar en el que murió Cristóbal Colón. Pero cuando yo nací estaba apunto de abrir un Corte Inglés, que para un niño de los noventa era mejor que haber descubierto América.
Valladolid es una Catedral, la espadaña de La Antigua, los soportales de la Plaza Mayor, el chico de la moto que cantaba «Mírala, mírala… la Puerta de Alcalá», el Pisuerga y también El Corte Inglés de Constitución, Amazon analógico de cuando Jeff Bezos tenía pelo. Valladolid visto desde las cristaleras altas de la cafetería de El Corte Inglés era esa ciudad en la que queríamos vivir.
Y, más que Valladolid, el mundo en el que una empresa como El Corte Inglés aún era importante y todo era menos literal y más cachondo. Aquel mundo en el que una sevillana con mucho salero le dijo a una embarazada preocupada por si no le salía guapo el bebé: «No hay niño feo habiendo Corte Inglés».
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