buenos días, vietnam
Y esto quién lo paga
Lo triste es pensar que España siempre fue así, que a nuestros abuelos les sobraba el dinero como para derrocharlo en que venga un tal Prieto a verificar que unos y otros saben hablar
Va tan rápido diciembre
![Pedro Sánchez, este sábado en el Congreso anual del Partido Socialdemócrata en Berlin](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/12/09/sanches-efe-Rttc9kq3FonZKX7t4Lz3CTJ-1200x840@abc.jpg)
Nos gusta ser socialdemócratas, donantes de ACNUR, ecosostenibles, veganos, animalistas, tener un coche con la pegatina ECO que da la independencia justa para llegar a la vuelta de la esquina, protestar porque los plátanos vengan en un blíster de plástico que irá a parar al ... mar, compungirnos por las gallinas que ponen huevos sin haber tocado el suelo o garantizar los derechos de los lechazos a ser comidos en Navidad por una familia respetuosa con los sentimientos de los animales. Que no haya centrales nucleares en nuestro país, no hablemos de esas familias que necesitan calentarse todavía quemando carbón porque no les da para abrir el gas natural. Nos gusta dormir tranquilos, pensar que Yolanda Díaz quiere prohibir los trayectos de menos de dos horas y media en avión y sustituirlos por alta velocidad cuando siguen sin saber todavía lo que es un tren en Extremadura. Que te cobren la bolsa de plástico al precio de un aguacate en el supermercado, que te multen por entrar sobre ruedas en el centro de tu ciudad, que digan que los libros digitales son el futuro porque talar árboles es de tipos sin alma, que te rebajen de las copas de plástico a las del cartón porque el planeta de lo agradecerá, decir que tener hijos es de no tener conciencia medioambiental… Conformarnos con poner la lavadora de madrugada o planchar a la hora de la siesta, porque el megavatio es a la única hora del día que se deja domar. Decir que mejor que no gobierne la derecha porque con Rajoy subió un trece por ciento la electricidad, sin decir que con Pedro Sánchez se disparó más de un trescientos por cien. Que ya sólo te vendan ibuprofeno con receta en las farmacias, comer ramen sin saber lo que es un puchero. Que el Ministerio de Trabajo de un país se sostenga a base de ofertas públicas, que los contratos sean fijos discontinuos, que a los adolescentes se les dé como paga cuatrocientos euros en un bono cultural. Poner un relator en Ginebra como si Puigdemont, los de ERC y los socialistas no supieran hablar. Condonar 15.000 millones de euros a la Generalidad y añadir que que malos son los andaluces porque todavía creen en la unidad. Todo es alegría mientras Madrid, Valladolid, Zaragoza, Ciudad Real, Santander y Sevilla sigan pagando las cuentas de los independentistas. Esos caprichos de nuevo rico que les dan. Lo triste es pensar que España siempre fue así, que a nuestros abuelos les sobraba el dinero como para derrocharlo en que venga un tal Prieto a verificar que unos y otros saben hablar.
Yo, a estas alturas, como dijo Plá al desembarcar en Nueva York y mirar hacia arriba entre los rascacielos de la gran manzana, iluminados de noche y de día, con sus cientos de plantas y sus ascensoristas guapas como si aquello fuese una película de Billy Wilder, sólo me pregunto: «¿Y esto quién lo paga?».
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