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buenos días, vietnam

A la muerte de un pintor

Félix Cano pintó Castilla como sólo la entiende el que se va lejos de aquí

ABC
Guillermo Garabito

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Por la Calle Regalado me lo encontraba muchas mañanas. Hablábamos fuese invierno o verano y Félix, más que conversar, hacía un boceto como si, en vez de tenerme a mí de frente, tuviera un lienzo. Preguntaba por mis artículos, por mis padres, por el jardín ... de La Mudarra y con eso ya hacía la composición. Tenía muchos años y muchas ganas de pintar todavía. Antes había retratado a mi abuelo, a Pedro Zuloaga, al marqués de la Vega Inclán… Retrató mucho y con la habilidad de quien consigue que se pudiera mantener con el retrato una conversación. Pintó Castilla como sólo la entiende el que se va lejos de aquí, estudió en la Academia de San Fernando, tuvo como profesor y admirador a Benjamín Palencia. Le fue bien en la Barcelona cosmopolita de los años setenta, se hizo con un marchante en Brasil, tiene obra en el Museo Nacional de Río de Janeiro y además era académico. Pero él, a diferencia de aquello que dijo Umbral de que «un académico es un señor que al morir se convierte en sillón», se ha muerto y se ha convertido en un retrato sin pintar de aquella deslumbrante generación.

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