buenos días, vietnam
A la muerte de un pintor
Félix Cano pintó Castilla como sólo la entiende el que se va lejos de aquí
![A la muerte de un pintor](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/02/08/cuadro-felix-RWdNwlmAOTu8SLrGLOhLJQO-1200x840@abc.jpg)
Por la Calle Regalado me lo encontraba muchas mañanas. Hablábamos fuese invierno o verano y Félix, más que conversar, hacía un boceto como si, en vez de tenerme a mí de frente, tuviera un lienzo. Preguntaba por mis artículos, por mis padres, por el jardín ... de La Mudarra y con eso ya hacía la composición. Tenía muchos años y muchas ganas de pintar todavía. Antes había retratado a mi abuelo, a Pedro Zuloaga, al marqués de la Vega Inclán… Retrató mucho y con la habilidad de quien consigue que se pudiera mantener con el retrato una conversación. Pintó Castilla como sólo la entiende el que se va lejos de aquí, estudió en la Academia de San Fernando, tuvo como profesor y admirador a Benjamín Palencia. Le fue bien en la Barcelona cosmopolita de los años setenta, se hizo con un marchante en Brasil, tiene obra en el Museo Nacional de Río de Janeiro y además era académico. Pero él, a diferencia de aquello que dijo Umbral de que «un académico es un señor que al morir se convierte en sillón», se ha muerto y se ha convertido en un retrato sin pintar de aquella deslumbrante generación.
Nunca le vi un autorretrato a Félix Cano ahora que lo pienso. Supongo que, porque como cualquier tipo inteligente, tenía miedo de que envejeciese el cuadro y él no. Prefirió invertir el tiempo en dejar constancia de los tipos de una generación entera, a la que él pertenecía, que pensaron Valladolid, la escribieron, la pintaron y la hicieron cosmopolita y todo sin pedir nada a cambio. Valladolid, que le debe calles y bustos y honores a toda esta generación. Se lo debe a sí misma ahora que la mayoría de sus académicos se han convertido en sillón.
Pasaron los años y seguíamos cruzándonos por la Calle Regalado, él hablaba menos porque cada vez la vida le iba desdibujando un poco más, como si él mismo se hubiese dado a la abstracción. Sin embargo sus cuadros seguían siendo expresionistas. Tiene, entre todos ellos, un picador jubilado sentado de luces a la puerta de La Maestranza que no puedo quitarme de la cabeza hoy. Supongo que porque sabía que los pintores, como los toreros, se mueren –aunque sean viejos– metidos en faena.
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