Días de tahúres

El nacionalismo es esa última opción desesperada, primo hermano de un prestamista

Nieve en el tejado

El expresidente de la Generalitat de Cataluña Carles Puigdemont en una imagen de archivo EFE

Hay en todo nacionalismo una ludopatía que les empuja todo el rato a querer más. Es un órdago constante. Un tirar los dados aunque no haya nada sobre el tapete. Juegan a la ruleta rusa compulsivamente -en el revolver una sola bala- porque en todo ... momento disparan a cabeza ajena.

Y si lograran la independencia, unilateral o plurinacionalmente, querrían independizarse después de Europa y más tarde de occidente y después del mundo entero, porque ellos son una raza superior, incluso a la humanidad. No están conformes con nada porque aún se puede sacar más. Siempre quedará algún primo al que levantarle unos cuantos millones y varias competencias más.

El nacionalismo es un casino en el que siempre gana la casa y al que acuden el resto de políticos españoles cada vez que necesitan votos para poder gobernar. El nacionalismo es esa última opción desesperada, primo hermano de un prestamista -que sabes que amenaza con sacarte las vísceras-, porque el nacionalismo, con Puigdemont de crupier, le ha sacado al resto de España ya hasta la sangre, el sudor y las lágrimas.

Con lo que no contaban ellos, acostumbrados durante décadas al monopolio del expolio, era con que les fuese a salir uno más. Ellos tenían en exclusividad todos los juegos hasta la noche que llegó Pedro Sánchez. Nadie sabía quién era, pero la racha le era favorable y jugaba y jugaba con la baraka del que no necesita dejarlo porque no tiene nada que perder. Era un tahúr que si tenía una mala mano iba con todo para disimular. Si las cartas no le eran propicias prendía fuego a la mesa para encubrirlo.

Así ha terminado el PSOE, a punto de domiciliarse en el Casino de Torrelodones si no hubiesen convertido el Congreso de los Diputados en su salón de apuestas particular. Se juegan cada quince días las pensiones, el futuro de los castellanos, el de los leoneses, extremeños, y andaluces… Y ayer, como necesitaban cartas para seguir jugando en esta legislatura, aprobaron la Ley de Amnistía que es aún peor que vender a tu madre. Es vender a tu madre, a tu padre y la España que los parió. ¡Vivimos días de tahúres!

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