Todos mentimos

Somos sadomasoquistas y no me refiero al sexo. Somos sadomasoquistas de la vida, del enfrentarnos al mundo desde la perspectiva del dolor y del sufrimiento, del miedo. Hay que pensar mucho o escuchar demasiado algunas tertulias para poder llegar a pensar que alguien por muy de derechas o izquierdas que sea pueda imponer una tasa a un jubilado por pasear. Seguro que ustedes según leen esto ya estarán pensando que «deja tú a Sánchez y verás». Eso, justo a eso es a lo que me refiero. Antes de terminar de decir 'hola' ya hemos pensado en que los rojos nos podrían crucificar y que los fachas bien podrían tirarnos al mar porque no tenemos ocho apellidos castellanos.

El placer de vivir no pasa por pensar constantemente que a la vuelta de la esquina te puedes encontrar el asesino que te quitará la cartera y la vida. Entre el desastre de Valencia y los comercios abarrotados en el 'Black Friday' hay un término medio que se ajusta mucho más a la realidad. Ni el mundo nada en la abundancia porque a fecha de hoy sea imposible encontrar hotel o restaurante para el puente de la Constitución ni el país es un remedo del África subsahariana después de un terremoto. Todos mentimos para sentirnos víctimas o, al menos, víctimas potenciales de lo que el de enfrente puede llegar a hacernos con esa vileza heredada en los genes de cuando este país vivió su Guerra Civil. Ni nadie mata curas, ni nadie entierra a gentes por las cunetas. Somos distintos, sí, y qué.

La intermunicipal del Partido Popular en Valladolid de este fin de semana pone el foco de nuestros desvelos como ciudadanos en eliminar el impuestazo de Sánchez a las basuras mientras los socialistas desde Sevilla alertan de las intenciones golpistas de Feijoó. El lunes todos seguiremos mintiendo al poder afirmar reconfortados que para Navidad corremos el riesgo «casi cierto» de que tendremos que pedir por las calles o estaremos presos por llevar el pelo largo.