DESDE LA RAYA
Miguel, pequeño milagro
La de hoy es un cántico a ese milagro que se produce en las familias, en los paritorios, en el vientre materno cuando viene un niño
De amor y de esperanza
Luces de hospital
El penúltimo día del año nos nacía un niño. La luz, los milagros, no necesitan estruendo, anunciarse. Incluso se adelantan para venir en el justo momento. Miguel quiso abrirse camino temprano con su latido diminuto resonando en los corazones de quienes le esperábamos.
El día ... de San Miguel, 29 de septiembre, mientras la ciudad festejaba a la Virgen de los Herreros, se nos iba César (Pérez Gallego) y Zamora se quedaba mucho más pobre, tan triste, como se quedan las ciudades pequeñas cuando uno de los nuestros, tan dentro, parte de vuelo.
Se hizo novio de Laura cuando yo era una niña y ellos dos adolescentes despertando a ese amor que la muerte no puede romper, que nos hace libres y eternos. Los traigo a esta columna como los veía entonces, de la mano por el Castillo o cantando en el nevero de la vieja iglesia de San Andrés en aquel Coro Sacro primigenio que guarda la memoria de los amores que sobreviven a los tiempos del cólera: Aurelio y Rosa; Carmen y Pedro; Espe y Balta; Chelo y Luismi; Mar y Javier; Nano y Marijose...y César y Laura, que se ennoviaron por Santa Cecilia.
De todo ello soy testigo, partícipe y confidente con un cariño que se prolonga más allá de lo finito. César, mi querido Cesi, y su valiente Laura, que ha enseñado a tocar la guitarra a todas las niñas de La Milagrosa. ¡Cuántas cosas desde entonces!
La de hoy es un cántico a ese milagro que se produce en las familias, en los paritorios, en el vientre materno cuando viene un niño, aunque el mundo no ceje en su empeño de dinamitarse, de reducir a la nada lo que somos. Miguel trae sobre la piel el humor ingenioso y tierno de su abuelo, que peleó contra el cáncer con la esperanza de los que aman la vida y la certeza de que existe un cielo donde volveremos a abrazarnos; donde cada columna será una pequeña rosa roja en mi Whatsapp.
Se nos fue a cantar misereres para Jesús Yacente o tonadas con sus Alollanos, a hacer romerías con la Virgen de La Concha al otro lado de la vida. Adiós, César; a Dios, César. Ahí es, eres, estás.
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