Desde la raya
El Hollywood de los pobres
El noroeste de Zamora recibe un nuevo bofetón con una medida que deja a más de 20 trabajadores sin empleo en la zona más despoblada
Cigüeñas y águedas
No lo contéis

Los incendios de Los Ángeles, en California, han copado portadas en todo el mundo. En plena era digital, de Inteligencia Artificial, este Matrix del siglo XXI, somos pequeños, ínfimos, cuando la naturaleza se desboca e impone su ley, cuando los elementos se rebelan y nos ... recuerdan que sólo somos hombres.
Ocurría en La Palma con su volcán, con las aguas desbordadas en Valencia o con el fuego que en 2022 arrasó 65.000 hectáreas en la Sierra de La Culebra, el corazón verde de Zamora. Tierra de lobos y berreas, paraíso cinegético, paisaje de esta España Vaciada, sacrificada desde siempre en aras del desarrollo de otras zonas. Este pobre Oeste mío, tierra de frontera, peregrinaciones y pastoreo.
No eran las mansiones de las estrellas del cine las que se quemaban; eran las casas humildes, los cercados, huertos y naves de mi gente; las colmenas de los apicultores; el ganado y la fauna silvestre, corzos, ciervos, cuyos cadáveres aparecían carbonizados entre los esqueletos negros de lo que fueron árboles.
Fueron el manguerista Daniel Gullón; el pastor Victoriano Antón; Eugenio Ratón, que intentaba huir del fuego; y el voluntario Ángel Martín, al que las llamas devoraron mientras hacía un cortafuegos con una retroexcavadora. Cuatro hombres que perdieron la vida defendiendo con uñas y dientes lo suyo, lo que tenían, lo que somos: la tierra, la casa, el pan, la memoria.
Dos años y medio después, mientras los afectados por el volcán de la Palma duermen en contenedores, las víctimas de la DANA aún pisan el fango y la Sierra sigue tiznada intentando renacer de sus cenizas, las prometidas ayudas del Gobierno y demás administraciones no han llegado para paliar tanta desgracia. Sólo el intercambio de acusaciones, que si tú, que si yo.
Y porque la tierra ardió a coste cero -qué barata le salió al consejero Quiñones su falta de previsión y reacción, no me cabe en la cabeza que la Junta de Castilla y León quiera suprimir las torres de vigilancia forestal, dejar a la mitad de personal sin trabajo y sustituirlos por cámaras. Como si las cámaras quisiesen más la sierra, los bosques, la vida, que quienes pueblan la tierra y viven de ella. Como si no pudiesen convivir cámaras y vigilantes y mantener un sistema híbrido que asegure una cobertura total, más segura.
El corazón llega mucho más allá que la técnica; los ojos que aman, más lejos que la cámara. No hay mejor vigía que quien puede perderlo todo y sabe que de ese verde vida depende su propia vida. Somos tierra, somos monte.
El noroeste de Zamora recibe un nuevo bofetón con esta medida que deja a más de 20 trabajadores sin empleo en la zona más despoblada, vulnerable y expuesta a ese fuego que nos abrasó el alma. No sabíamos entonces que la hermosa reserva de La Culebra era el Hollywood de los pobres.
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