DESDE LA RAYA
A Dios rogando
Solo desde el amor las cofradías dejarán de ser caricaturas, espejismos de ese Dios al que rezan en la calle mientras aplastan con el mazo al hermano de al lado
Sábado negro
![Imagen de archivo de la Semana Santa de Zamora](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/07/06/semana-santa-zamora-R9CY3CjG4jHB4aGVaRL5HWP-1200x840@diario_abc.jpeg)
La noticia corría como la pólvora: Isabel García, presidenta de la Junta pro Semana Santa de Zamora, y todo su equipo, dimitían al frente del órgano de cofradías. Quien no sea zamorano puede que no alcance a ver la convulsión que algo así produce en ... Zamora, donde la Semana Santa, más allá de reserva espiritual, constituye el acontecimiento más importante del año y uno de sus motores turísticos y económicos.
En Zamora, desposeída de tanto, la Semana Santa es la seña de identidad, la gran masa social del pueblo, que se involucra desde la cuna; unos por fe y otros, la mayoría, por tradición y herencia familiar, aunque cuando creces te lleve directa a las certezas y dudas del hombre, lo que nos trasciende. Pero eso es otro cantar.
La Semana Santa y sus hermandades derivan históricamente en una lucha de poderes y personalismos que no se entienden en el seno de una organización que, además de su espíritu cristiano, debería navegar en la misma dirección, hacia el bien común de las cofradías y de la propia ciudad. Con críticas, con discrepancias -malo sería si no las hubiese-, pero desde el respeto, el cariño, el perdón, la ayuda. No es nada nuevo ni exclusivo de Zamora. Las pequeñas sociedades, estos submundos, están plagadas de ejemplos donde se despellejan unos a otros por cargos no remunerados que deben ejercerse sólo desde el corazón, ese corazón que se pierde por el camino, que desdibuja los principios con que fuimos educados, aquella semana más santa de la infancia.
Ahora le ha tocado a Isabel, que se ha dejado uñas y dientes en la consecución de un nuevo Museo, porque si algo no le puede negar nadie es su inmenso trabajo, su paciencia, su perseverancia en todo el proceso. Pero Isabel es un eslabón más en esta eterna disputa entre tirios y troyanos, esta rueda que no deja de girar, este rayo que no cesa y termina quemando, abrasando, hasta al apuntador. Antes que ella otros estuvieron al frente de las cofradías apagando fuegos, aguantando interminables sesiones, zancadillas, piques personales y cuestiones tan provincianas y pacatas que sonrojan a quien las escucha cuando trascienden las cuatro paredes del Consejo Rector y de los plenos de las cofradías, como si aquello fuese un frontón donde se sacude a la pelota por turnos, donde cada cual saca lo peor, en vez de tantos valores buenos como atesoran. Bien sé lo que escribo, si hace años las siete espadas que la Virgen lleva atravesadas en el corazón se clavaron en mi espalda y no cicatrizan por el coste personal que conlleva. Es esa otra semana que de santa no tiene nada, esa semana que hombres y mujeres hacemos profana ensuciándola con envidias y vendettas, mercaderes del templo en el siglo XXI.
Y yo, que por oficio, por corazón y por tradición he aprendido a querer a todas, pequeñas y grandes, al conjunto de una Semana Santa indivisible; yo, que creo en ese Amor universal que canta a la vida, siento que nada se ha aprendido en esa parte humana, esa fraternidad que debiera ser el primer mandamiento, la primera ley, y es la asignatura pendiente.
Sólo desde el amor las cofradías dejarán de ser caricaturas, espejismos de ese Dios al que rezan en la calle mientras aplastan con el mazo al hermano de al lado.
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