Artes&Letras / Hijos del Olvido
Ese toro enamorado de Segovia
El creador del anís Castellana y de DYC, Nicomedes García Gómez, puso en marcha otras muchas empresas, entre ellas la publicitaria Azor, de la que salió el emblema de Osborne
![Ese toro enamorado de Segovia](https://s1.abcstatics.com/media/espana/2022/06/27/nicomedes-U309244249465QG--1248x698@abc.jpg)
Al salir de la curva, recortada contra el lienzo azul de un cielo que no se cansa de contemplarla, una sombra lo ilumina todo. Es imposible ser español y no emocionarse con ese toro negro zaíno, veleto y majestuoso que vigila muchas carreteras patrias. El ... famoso Toro de Osborne es hoy un bien protegido por ley, el único de su jaez, «por haber superado su inicial sentido publicitario y haberse integrado en el paisaje», reza la sentencia del Supremo que lo indultó en 1997, a petición del respetable. Pero lo más curioso de ese toro es que debe su génesis no a un lúcido creativo, ni a un escultor de sueños, sino a la visión preclara de un industrial… de la competencia. Aunque dibujado por el pintor Manolo Prieto, su verdadero impulsor fue un tal Nicomedes García Gómez, fundador de la empresa de publicidad Azor, cuando la publicidad en España sólo era como el sueño de unos chavales en un garaje de Silicon Valley.
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A Nicomedes García lo vio nacer el pueblo de Valverde del Majano, en 1901. Hijo de arrieros del vino, a los diez años ya ‘dirigía’ el pequeño almacén de bebidas que su padre había instalado en el barrio segoviano de San Marcos. A tan tierna edad, se pasaba los días no de turbio en turbio, sino dejándose la piel en el tajo; y las noches no de claro en claro, sino estudiando matemáticas, física y, especialmente, una química que, a la postre, acabaría por convertirle en uno de los empresarios más importantes de España.
Si por algo hemos de recordar a este segoviano único es por haberse convertido en la gran alternativa española al whisky escocés con la creación de Destilerías y Crianzas
Por aquel entonces la ley permitía bautizar los licores con agua. Y partiendo de esa aquiescencia y de la ciencia, Nicomedes le pidió a su padre permiso para hacer pruebas con los espirituosos que habían empezado a elaborar. Pronto cayó en la cuenta de que la excepcional calidad del agua de la zona (los romanos no eran tontos, Brian) obraba la alquimia de mejorar notablemente aquellos bebedizos. Sin embargo, el almacén ardió y la aventura parecía tocar a su fin. Don Felipe, su padre, fallecía, tal vez por la pesadumbre de ver su obra y sustento reducidos a cenizas. Pero, aunque aún faltaba para que a Nicomedes se le concediera la Medalla del Oro al mérito en el trabajo -ocurriría en 1972-, ya entonces, en 1919, empezaba atesorando méritos.
Con lo que le había dejado su padre en prenda mortuoria, levantó un nuevo almacén junto a la estación de trenes de Segovia, y allí comenzó a fabricar un anisado al que dotó de una particular botella (muy popular en Navidades como instrumento musical) y de una etiqueta en la que se veía a una mujer ataviada al estilo de Zamarramala. Había nacido el anís Castellana -o La Castellana-, que se convertiría, casi en un santiamén, en la bebida alcohólica más ingerida en España. Al poco se haría con otra licorera, La Segoviana, que le permitiría elaborar un vermú al que le puso su propio apellido italianizado -Garciani-, cosa parecida a la que haría años después un empresario textil de Arteixo.
La Guerra Civil española podría haber supuesto un freno a la mentalidad emprendedora del valverdano. Pero lejos de arredrarse, echó a andar una fábrica de hielo, una distribuidora de envases e incluso se embarcó en la elaboración de turrones y mazapanes, hasta poner en circulación la nada despreciable cifra de 400.000 kilos. También barruntó que en el transporte, de mercancías primero y de personas después, podría haber otro boyante negocio. Y de aquella dio a luz a la empresa Auto-Res. Pero se ve que no sólo de autos vive el hombre y mucho menos aquel Nicomedes que, tras la Segunda Guerra Mundial, pensó que sería un buen ‘business’ reflotar viejos barcos y fundar, con ellos, la naviera Nicomedes García. Eso, ¡un tío de Valverde del Majano!
En años posteriores llegaría a fundar un Banco («un negocio más», dicen que decía); compraría otro par de ellos; daría vida a una fundación dotada con mil millones de pesetas (la mejor financiada de la historia hasta entonces); y promovería en su pueblo la construcción del polígono industrial que hoy todavía vive. Pero aún no hemos traído a colación su más afamada empresa. Aquella que desataría los miedos en la prensa inglesa hasta el punto de advertir, por escrito: «Cuidado, escocés de Segovia a diez chelines la botella».
Y es que si por algo hemos de recordar a este segoviano único es por haberse convertido en la gran alternativa española al whisky escocés, con la creación de sus Destilerías y Crianzas. Ese viejo conocido de todos que es el whisky DYC, y que tantas alegrías da y penas quita a quienes alguna vez lo hemos consumido, con moderación, también es hijo suyo. De aquel brebaje destilado en Palazuelos de Eresma se llegaron a envejecer cerca de dos millones de litros en 1972, convirtiendo en realidad el sueño de maltear cebada en Segovia y, de paso, comerles la partida a los ‘scotchs’. Un año después, en 1973, Nicomedes compraría la destilería MacNab’s, lo que le valdría ser admitido en la prestigiosa Asociación de Destiladores de Escocia. ¡Eso sí que es poner una pica en Edimburgo!
En 1989 se extinguía en Madrid una vida culminada por el éxito. Pero recuerden, cada vez que se crucen con el Toro de Osborne en una carretera, no lo olviden: ese toro no es del Puerto, es de recia casta segoviana.
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