Jorge Francés - Ruido blanco
Una vaca desorientada
«La paciencia es calma, no tanto resignación, es aguante y perseverancia»
Hay una vaca desorientada por la nieve que terminó a las puertas del Santuario de Covadonga. Lo dice la prensa. Una vaca enorme y parda, de estas de mirada intensa al tren o a nosotros. Una res calmada, no he visto nunca una vaca con ... prisas, frente al santuario como metáfora de lo que parece pedirnos este recién estrenado 2021. La pandemia arrasa por tercera vez, la vacunación es cuestión de meses y el temporal arrecia en nieve y hielo. Es posible, por tanto, que la lección de Dios o de la naturaleza (cada uno que se aferre con fuerza a sus creencias) sea la paciencia. La vida lenta de invierno que normalmente se queda amarrada a los pueblos, enganchada a las cumbres y a las solitarias carreteras secundarias. La de esperar lo inexorable con la entereza de los hombres rudos de piel de cuero que no se cansan de vivir. Como Sayo, el vecino de mi amigo Guillermo en La Mudarra, que desde el poyete de su puerta ve pasar los inviernos, las primaveras, los veranos y los otoños con el mismo gesto de sabiduría serena. Con la misma conversación cálida y refranera. Esperando o viviendo, que viene a ser tantas veces lo mismo, y con una media sonrisa labrada en atardeceres sobre el páramo.
Aguantar debe ser ir acostumbrándose a habitar el silencio estrepitoso de la existencia. Mientras, el resto, somos adictos al ruido en los panales de ciudad. Llegó la pandemia y reinventamos los aplausos para llenar el vacío de las ventanas cerradas. Después la gran nevada y reconquistamos una vez más las calles a gritos y bolazos de nieve, en una batalla campal y desesperada contra nuestra propia impaciencia. La paciencia es calma, no tanto resignación, es aguante y perseverancia. Es un aprendizaje que perdimos al alejarnos de una naturaleza que no perdona la imprudencia. Aquello de la selección natural.
Se queda la vaca firme ante el fotógrafo, y quizá después, y puede que incluso bastante más tarde. De vez en cuando menea la cola, mantiene mudo el cencerro y ni siquiera se sacude el frío de su pelaje fosco. Detrás, imponente y sagrado, Covadonga. La paciencia también es realmente bella.
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