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Artes&Letras / Portada

Daniel Zuloaga: arte de tierra y fuego

El ceramista, del que se conmemora el centenario de su muerte, contribuyó desde su taller segoviano al reconocimiento de una especialidad considerada en la época un arte menor

Daniel Zuloaga, en su mesa de trabajo, presidida por una calavera de la cripta de San Juan de los Caballeros MUSEO ZULOAGA / JUNTA DE CASTILLA Y LEÓN

C. Monje

«Daniel Zuloaga fue una gran artista que, después de recorrer el mundo con el impulso de una exaltación romántica, a finales del siglo XIX, quedó prendido en el laberinto de Segovia y, en estas tierras que circundan la ciudad, encontró buena tierra para trabajar en ella, aliándola con el fuego». Francisco de Cossío subrayaba la importancia de Castilla en la obra del ceramista en un artículo sobre su museo en la iglesia segoviana de San Juan de los Caballeros. En el mismo texto , publicado en ABC el 20 de junio de 1959, recordaba lo que él (y otros) le devolvieron a la tierra que los inspiró: «era un tipo de extraña personalidad a la manera de los vascos que pasan en Castilla, así Unamuno y Baroja. También en Daniel Zuloaga, como en su sobrino Ignacio, influyó no poco la literatura castellana de finales de siglo. Quizá estos vascos fueron quienes en aquel momento supieron mejor interpretar y sentir Castilla»..

La llegada de Daniel Zuloaga a Segovia en 1893 resultó decisiva en su trayectoria. Por entonces ya había firmado algunas de sus obras más celebradas en su Madrid natal: la decoración en cerámica de las fachadas del Palacio de Cristal del Retiro o de la Escuela de Ingenieros de Minas, y su estancia en la ciudad del acueducto tenía visos de temporalidad: acudía para producir en el horno de La Segoviana las cerámicas del Ministerio de Fomento, hoy de Agricultura, frente a la estación de Atocha. Pero se quedó. Aunque en 1906 se trasladó a Pasajes de San Juan, en Guipúzcoa, un año después regresó a Segovia. Ya había comprado (en 1904) la iglesia de San Juan de los Caballeros que convirtió en su taller y al final de su vida en su propia casa. Un siglo después de su muerte, allí permanece su museo -abierto en 1949-, que ahora y hasta el 31 de marzo de 2022 acoge la exposición «Daniel Zuloaga. Soy ceramista», dentro de los actos de conmemoración del centenario organizados por la Consejería de Cultura y Turismo.

«Sus aptitudes de pintor y escultor se las entregó a la tierra», escribió Francisco de Cossío

Además de un lugar donde desarrollar su trabajo, la ciudad y su entorno le brindaron también motivos recurrentes para las piezas de cerámica. Como luego inspirarían a su sobrino, el pintor Ignacio Zuloaga, que lo visitaba con frecuencia y llegó a establecer también su estudio en Segovia.

Como escribió Cossío, Daniel Zuloaga incorporó «con un aliento nuevo» a su obra «tipos, paisajes y monumentos. Umbría y páramos de Segovia, pastores y aldeanos, ovejas y borriquillos, alforjas y cayadas y también el ciclópeo acueducto romano, para descubrir, a través de sus arcos, azules lejanías y tierras inundadas de sol. Era la pintura sobre el barro, exaltada por el fuego, la dignificación de la tierra para convertirla en materia suntuaria».

Un panel de una escena segoviana realizado por el artista

Él mismo reconocía esa inspiración en un texto recuperado por ‘Los Lunes del Imparcial’ en mayo de 1922, cuando el ceramista ya había muerto, y recogido en el libro ‘Daniel Zuloaga. 1852-1921’, de María Jesús Quesada (Diputación de Segovia, 1985). «... los que juzgan mis modestas obras, verán que son el reflejo de lo que he visto y sigo viendo en todas partes. Con preferencia me inspiro en lo nuestro castizo, no solo en la arquitectura, sino en la raza. Ahí están mis placas y mis cacharros, decorados con tipos del país y con paisajes españoles». La misma idea aparecía en unas declaraciones publicadas en ‘El Pueblo Vasco’, en noviembre de 1920, al hilo de una exposición, reproducidas en ese mismo libro: «Mi estilo es el inspirado por los tipos del país (Castilla) con su arquitectura y paisaje. Y este estilo mío parece que fastidia a algunos pajoleros pintores porque sin duda creen que yo he pisado su arte con la vil cacharrería (...) A ver, a ver, que obtengan ellos con el óleo las calidades que a mí me da la cerámica. ¡Vamos hombre!».

En Segovia y su entorno encontró la inspiración paralos motivos de sus cerámicas

Aludía en esa reflexión a la reticencia de algunos ante la mayor consideración que adquiría lo que entonces se consideraba un arte menor y meramente decorativo. Porque ese es uno de los logros que se le atribuyen, el de elevar la cerámica a la categoría de arte en la España de su época. Hijo del artista del metal Eusebio Zuloaga -arcabucero de Isabel II-, se había formado en la Escuela de Cerámica de Sèvres (Francia) junto a sus hermanos, Guillermo y Germán, con quienes trabajó en la madrileña fábrica de la Moncloa. «Amante, lo mismo que mi padre del arte en general, hice estudios de artes aplicadas en los principales museos europeos. Pero, con gustarme sobremanera la gran pintura y la gran escultura, he dedicado mis aficiones a la aplicación del arte a los bellos oficios, lo contrario que la mayoría de los jóvenes actuales y de ayer, que pretenden competir con el Greco o con Miguel Ángel», señalaba en el texto del suplemento de ‘El Imparcial’.

El que fuera director del Museo Nacional de Escultura Francisco de Cossío no albergaba ninguna duda sobre la altura de las creaciones de Daniel Zuloaga: «Sus aptitudes de pintor y de escultor, las entregó a la tierra, y como los viejos alquimistas que buscaban en sus retortas y matraces el oro, él se esforzó por encontrar en ellas el misterio del color que, en cierto modo, era oro también. Creó entonces en la cerámica un arte personal que no tenía antecedentes ni tuvo después imitadores».

En más de cincuenta años de oficio, las piezas salidas del taller segoviano, en el que continuaron tres sus hijos, Esperanza, Juan y Teodora, decoraron edificios públicos y particulares, no pocos de Castilla y León. El especialista Abraham Rubio Celada, comisario de la exposición «Daniel Zuloaga. Soy ceramista» junto al director del Museo de Segovia, Santiago Martínez Caballero, sitúa en la capital leonesa la mejor obra aplicada a la arquitectura de Zuloaga que pervive en la Comunidad. Y a la cabeza, una «obra modernista importante, de lo mejor que hizo: el portal de Sierra Pambley» (la casa Merino). En la misma ciudad puede verse el altar de la iglesia de San Francisco de la Vega y se restaura el conjunto de bancos y una fuente que en su día estuvieron frente a la catedral -en este caso realizado ya por sus sucesores-. También aquí se encuentra la cruz de la moneda, en la desaparecida pescadería Mardomingo, un gran espacio decorado con azulejos esmaltados de motivos marinos y leoneses; fueron desmontados y hace cinco años aparecieron parte en una subasta, aunque no se vendieron. Ya en la provincia, a resguardo del Palacio Episcopal de Astorga, de Gaudí, se mantienen las decoraciones interiores del artista.

En Segovia, donde el museo ilustra las diferentes etapas y facetas de Zuloaga, apenas aparece su arte en edificios, salvo un altar realizado para la catedral. El Museo de Ávila reúne una serie «interesante» y se conservan piezas suyas en fachadas de Salamanca o Palencia. Burgos, además de los tapices pintados para el Salón de Recreo, «importantes para conocer su obra como decorador y pintor», cuenta con ejemplos de azulejos en un edificio de Lampérez en el paseo del Espolón.

Abraham Rubio Celada, que ha estudiado a Zuloaga desde su tesis doctoral, ha llegado a la conclusión de que hizo mucho por que su disciplina creativa tomase vuelo: «Contribuyó a que los ceramistas fueran considerados artistas, a que la cerámica se viese como un arte mayor».

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