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El crimen de la bandera, 17 años después: un triángulo amoroso, una herencia, una pizza

El autor, que sigue en prisión, trazó un macabro plan para matar a su compañero movido por la codicia

«Matar a una rata tiene igual pena que ocultar el cadáver de mi hija»

22 de marzo de 2010. Jesús Gilberto llega esposado a la Audiencia Provincial de Toledo, donde es juzgado EFE
Manuel Moreno

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Un trozo de pizza 'delató' a Jesús Gilberto y cerró el círculo de los investigadores de la Guardia Civil de Toledo: era el asesino de su pareja, Luis Fernando, que murió indefenso, asfixiado y bajo los efectos de un sedante. El pedazo, hallado por los forenses durante la autopsia, fue definitivo para echar por tierra completamente la coartada del autor de este crimen, donde un triángulo amoroso se enredó con una herencia, un ritmo de vida y una bandera de España.

En septiembre se cumplirán 17 años de este espeluznante homicidio con alevosía, en el que su ejecutor, movido por la codicia y la envidia, se aseguró que Luis Fernando no pudiera defenderse y muriese por asfixia. Luego su deformado cadáver, sin documentación, fue encontrado en la localidad toledana de Cebolla. Estaba en una presa en el río Tajo, a 120 kilómetros de la vivienda propiedad de Luis Fernando que ambos compartían en un pueblo al oeste de Madrid, a 28 kilómetros del centro de la capital.

Fue en esta casa de Villanueva del Pardillo, una población de 18.000 habitantes enclavada en el entorno natural de la cuenca del río Guadarrama, donde realmente se cometió el crimen, conocido como el de la bandera. Jesús Gilberto, venezolano, tenía 36 años cuando mató a Luis Fernando, doce mayor que él y compañero sentimental desde hacía siete. Era el 20 de septiembre de 2006.

El detonante

Unos meses antes, Luis Fernando había iniciado una relación a distancia, a través de internet, con un armenio que conoció en un viaje durante la Semana Santa. El triángulo amoroso llegó a oídos de Jesús Gilberto, a quien Luis Fernando declaró heredero universal el 29 de mayo. Jesús Gilberto tenía acceso a las redes sociales y a las cuentas de correo electrónico de su pareja, lo que le permitió descubrir la intención de Luis Fernando: traerse a España a su nuevo novio en octubre y comenzar una relación en común con él, lo que podría significar la ruptura con Jesús Gilberto.

De ser así, perdería mucho. Se iría al carajo seguramente la herencia y la placentera forma de vida con Luis Fernando, de quien envidiaba su trabajo como delegado de la empresa de naipes Fournier en la zona centro. Jesús Gilberto, en cambio, ganaba 600 euros como mozo de almacén y tenía una hipoteca de 230 euros por una casa en el pueblo toledano de Los Navalmorales, donde vivía la familia de su hermano.

Con este panorama, trazó el macabro plan que ejecutó el 20 de septiembre a la hora de la cena, mientras los dos comían una pizza condimentada con pimientos. En un vaso con agua, suministró a Luis Fernando 'dormodor', un fármaco para los trastornos en el ritmo del sueño y para el insomnio. Así logró dejarlo sedado, casi en estado de coma, y le dio un golpe en la cabeza, que la cubrió con bolsas de plástico y cinta adhesiva para embalar, con lo que le tapó la nariz y la boca. Envolvió el cuerpo en una bandera de España con el toro de Osborne para despistar y lo metió en un saco de dormir que la víctima había comprado. Lo cargó en el coche de Luis Fernando, un vehículo de empresa, y condujo en dirección hacia Los Navalmorales, aunque no tenía carné.

En el trayecto repostó en una gasolinera y pagó con una tarjeta bancaria de la empresa de Luis Fernando. En las inmediaciones de Malpica, quizá desde un puente, arrojó el cuerpo al río Tajo y las corrientes lo llevaron hasta una presa de Hidroeléctrica en Cebolla, en el paraje Los Molinos. Allí unos pescadores lo encontraron sobre las tres de la tarde del 24 de septiembre.

Habían pasado cuatro días desde el asesinato y la Policía Judicial de la Comandancia de la Guardia Civil de Toledo se ponía al frente de la investigación. El cadáver, desfigurado, iba sin documentación y se barajó al principio que fuera un ajuste de cuentas entre bandas. Hasta varios días después, Jesús Gilberto, presionado por la familia de Luis Fernando, no presentó una denuncia por desaparición, lo que ayudó a poner nombre y apellidos al finado.

El pedazo en la tráquea

Jesús Gilberto negó siempre ser el autor. Dijo que cenaron pizza, se fueron a dormir, él se marchó a trabajar a la mañana siguiente y Luis Fernando desapareció. Aunque la familia del difunto decía todo lo contrario, el sospechoso hablaba de que lo veía triste y que quería irse de retiro espiritual. Pero las indagaciones de los agentes de homicidios, que reconstruyeron la vida de Luis Fernando, le echaron por tierra la coartada. El trozo de pizza en la tráquea, definitivo para desmontar su mentira, se sumó al número de pruebas que los investigadores fueron aportando.

Se averiguó también que Luis Fernando era vicesecretario general de Alternativa Española, un partido de extrema derecha que surgió en 2003 del ámbito de Fuerza Nueva y que es contrario a las uniones civiles y matrimoniales entre personas del mismo sexo. Este hecho ayudó a los agentes a atar cabos y encontraron por qué Jesús Gilberto usó una bandera de España para envolver el cadáver. «Intentó desviar la atención para hacernos creer que era un crimen homófobo por su condición homosexual; que la gente de su partido se enteró y que lo mataron», cuenta José Nieto, cabo de la Guardia Civil. Él y sus compañeros se entrevistaron por teléfono y por correo electrónico con el amante armenio de Luis Fernando, quien les confirmó que su nueva pareja estaba muy contento con la relación y ambos tenían planes de futuro en común. «Nos dijo que Luis Fernando no tenía depresión ni necesitaba ir a un retiro espiritual», recuerda Nieto.

Jesús Gilberto fue detenido a primeros de noviembre, un mes y medio después del asesinato. Declaró durante tres horas en el Juzgado de Instrucción número 3 de Talavera de la Reina, donde dijo que era inocente. Sin embargo, las pruebas de los investigadores de la Policía Judicial eran contundentes, con lo que ingresó en la cárcel de Ocaña I el 10 de noviembre, precisamente el mismo día que el polaco Kzystof Kmiezick por el conocido como 'el crimen de la maleta', cometido el 23 de julio de 2001.

En marzo de 2010, un jurado popular proclamó culpable a Jesús Gilberto del asesinato con alevosía y el agravante de parentesco por la relación sentimental que mantenía con Luis Fernando. El magistrado Emilio Buceta, presidente del tribunal, lo condenó a 20 años de prisión y a pagar una indemnización de 400.000 euros a la familia de Luis Fernando, además de declararlo incapacitado para recibir la herencia. Jesús Gilberto continúa en una prisión de Ocaña en régimen de segundo grado.

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