Consuegra, el pueblo en el que murieron 359 personas y de cuyas inundaciones no aprendimos nada
Cuando el Amarguillo se desbordó el 11 de septiembre de 1891, la mayoría de vecinos desoyeron al alcalde, que rogaba que se trasladaran a las zonas altas, y fueron presa fácil en el cauce del río, donde nunca se debió construir
Valencia sigue en emergencia un mes después de la DANA
![En la zona del río sólo se mantuvo en pie la iglesia de San Juan Bautista (a la derecha de la imagen)](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/01/consuegra-panoramica-antigua-RG9A179vLqlz8zdkIDWbc5M-1200x840@diario_abc.jpg)
«Hora y media más tarde, ya pasadas las nueve de la noche, las aguas, impetuosamente, arrastrando por delante una inmensa barrera de malezas, ramajes, árboles y aperos del campo, chocaban con la inmutable sillería de las pilastras del puente romano de 'Los Gallegos', forjándose, ... allí mismo, la primera barrera de contención para unas aguas que, desbordándose a un lado y otro (...) habían de sorprender en su sueño a los incautos y confiados vecinos...».
Este podría ser perfectamente el relato de lo ocurrido en tantos pueblos de Valencia y, sin embargo, se refiere al 11 de septiembre de 1891. Ese día, el Amarguillo se desbordó y en Consuegra murieron 359 de las «ocho mil y pico almas» del pueblo. Han pasado 133 años del mayor desastre natural de la provincia de Toledo y asusta lo actual que suena.
Tan parecido que, si se repasa la hemeroteca, la historia se repite casi punto por punto: una población con la guardia baja, porque tampoco llovió una barbaridad, que fue arrasada; unos vecinos que vivían a la vera del cauce, donde eran presa fácil y nunca se debió construir; un reguero de cadáveres que emergieron a decenas de kilómetros del lugar en el que se les perdió la pista; y, lo mejor, una impresionante ola de solidaridad del resto de España con sus compatriotas.
A principios de septiembre de 1891, Consuegra era un pueblo feliz. El final del verano significaba también el final de las tareas de recolección en el campo y los vecinos decían que la cosecha había sido buena ese año. A ello se sumaba que estaban encima las fiestas en honor al Santísimo Cristo de la Vera Cruz. Dos días antes del viernes 11 de septiembre, «negros nubarrones se habían cernido sobre las sierras y estribaciones de los Montes de Toledo; fuertes aguaceros esporádicos, durante esos dos días, descargaron en toda la zona de poniente, y ya el río, aunque tímidamente, vino aportando un caudal que en nada alarmó a los vecinos», narra Francisco Domínguez Tendero en su libro 'Memoria-Centenario'.
![Fotografía panorámica actual de Consuegra, tomada desde el mismo lugar](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/01/consuegra-panoramica-actual-U15376713770lXE-760x427@diario_abc.jpg)
Sobre las ocho de la mañana del maldito día 11, un vecino avisó a la Guardia Civil del posible desbordamiento del Amarguillo. «Mientras tanto, la tormenta se manifestó con estruendo y los truenos y relámpagos cubrieron el espacio totalmente, en todos los alrededores de Consuegra, seguidos de una descarga de agua». Otro paisano se dirigió al alcalde, Luis Cantador y Rey, para comentarle «cómo las aguas habían rebasado los niveles de algunas casas e inundado sus dependencias de la planta baja».
El alcalde dictó entonces un bando en el que rogaba a quienes residían en las inmediaciones del río que se trasladaran a las zonas más altas del pueblo, pero la mayoría no le hizo caso. Esa es la verdad. Que en las primeras horas de la tarde la tormenta amainara y cesara la lluvia, tampoco contribuyó a seguir con las precauciones. Así que «con la noche, llegó la tragedia» al reventar la antigua presa romana conocida como 'Puente de Urda', en la que habían ido acumulándose «las aguas que durante todo el día habían descargado torrencialmente sobre la cuenca del río Amarguillo».
Telegrama pidiendo ayuda
Manuel Curros Enríquez, que firmaba con el pseudónimo de Sebastián Zurita y había sido enviado a Consuegra por el periódico 'El País' [no el de ahora], expuso lo que le contó un damnificado: «Poco a poco, la siniestra música del trueno, del viento y del agua fue adormeciendo mis sentidos y comenzaba a conciliar el sueño, cuando un crujido estrepitoso y prolongado de paredes que se desploman, de vigas que se rompen en astillas y muebles que saltan en fragmentos, me despertó despavorido y medio ahogado por el polvo». «Al ruido que acababa de escuchar uniéronse bien pronto gritos de angustia, voces de ¡socorro! y acentos desesperados impetrando el favor divino. Quise saltar de la cama; pero en aquel momento, el tabique de mi habitación se desplomó sobre mí, hundiéndose bajo mis pies el pavimento y empujado como sobre un plano inclinado, me sentí descender violentamente...», añadía.
El sábado 12, a las siete de la mañana, el alcalde convocó al pleno e hizo un primer balance de la catástrofe. A continuación, mandó un telegrama a San Sebastián en el que informaba de lo acontecido a la reina regente María Cristina y pedía ayuda urgente a Francisco Silvela, ministro de Gobernación: «Víctimas de la inundación sobre 1.500 [por suerte, la cifra real se redujo a 359]. Todas las casas de la población, salvo muy pocas, se hallan arruinadas [en la zona del río sólo se mantuvo en pie la iglesia de San Juan Bautista]. El pánico es indescriptible. Hacen falta en el acto recursos en grande escala; para levantar los escombros hacen falta tropas y una Compañía de Ingenieros, para derruir y apuntalar las casas que lo requieran; hacen falta muchísimas camillas y utensilios de ropas y víveres, pues la inundación ha dejado arruinado el pueblo para siempre».
La crónica de Gabriel Briones en 'La Época', el primer periodista que acudió, impresiona: «Cuando desembocamos en el que fue pueblo, una expresión de horror se reflejó en todos los semblantes. ¿Dónde estaba la población? ¿La formarían, quizás, las ciento y pico casas que se veían en pie? El espectáculo no podía ser más horrible. Un enorme montón de escombros se extendía ante nuestra vista... Descendimos de los coches y salió a recibirnos una multitud desharrapada. En los ojos de los habitantes se retrataba el terror de que sus ánimos se hallaban poseídos; en sus cuerpos, ligeramente envueltos en algunas ropas cubiertas de lodo, reflejábanse la miseria, los sufrimientos tan hondos de los desgraciados habitantes del que fue Consuegra. Todos aquellos seres derramaban abundantes lágrimas».
![El agua ahora circula por un pequeño canal creado a tal efecto](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/01/cauce-consuegra-U21082286860wfe-760x427@diario_abc.jpg)
Hubo cadáveres que aparecieron en Madridejos, Camuñas, Villafranca de los Caballeros o incluso en la zona de Villarrubia de los Ojos, donde el río Cigüela ya ha absorbido al Amarguillo y, en cualquier caso, muy lejos de Consuegra.
También se multiplicaron los milagros entre tanta fatalidad. Como, por ejemplo, el de los hermanos Moraleda Tendero, conocidos como 'los Carmonas'. Una familia numerosa que vivía de la huerta y en la que la gallardía de la madre, de nombre Segunda, salvó la vida de sus siete hijos. Durante la tarde del día 11, viendo la crecida del río, tomó la decisión de abandonar su casa y refugiarse en otra. 'Los Carmonas' sobrevivieron al desastre y el destino les premió regalándoles otra vida. O la misma, pero más larga, ya que todos alcanzaron los 90 años.
Adoptaron huérfanos
Desde todos los rincones de España echaron una mano para reconstruir el pueblo; el sector de la prensa, en especial, se volcó. 'El Imparcial', el diario más influyente, lanzó «la más hermosa campaña de su historia», en palabras de su director, José Ortega y Munilla [padre del filósofo José Ortega y Gasset]. Impulsó un nuevo barrio, bautizado como el periódico, con más de 90 viviendas y que todavía existe. Además, periodistas como el propio Ortega y Munilla o Santiago Rusiñol, de 'La Vanguardia', adoptaron a varios niños huérfanos.
«Las casas estaban prácticamente en el cauce, y la gente murió ahogada o aplastada por el derrumbe», explica Julio García Ortíz, vecino de Consuegra y colaborador de ABC desde hace décadas. Tras la tragedia, los cauces se ensancharon mediante unos amplios paseos en los márgenes del río. Por supuesto, ya no se permitió edificar en esa zona. Igualmente se levantaron murallas, unas de piedra y otras de tierra, llamadas malecones, para que el agua no invadiera los hogares en el caso de nuevas inundaciones, aunque apenas queda un tramo de piedra de aquellas barreras.
![Tras la tragedia, los cauces se ensancharon y se levantaron murallas](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/01/muralla-consuegra-U06611242720IHG-760x427@diario_abc.jpg)
«Hasta los años 60 del pasado siglo», el Amarguillo corría por Consuegra «siete u ocho meses al año», según Julio García Ortíz. Hoy, con el agua circulando por un pequeño canal creado a tal efecto, los periodos en los que va seco son superiores. Hace nada, el 5 de junio de 2023, la borrasca Óscar dejó unos 80 litros por metro cuadrado en 35 minutos, pero el río no ha vuelto a desbordarse. Y cada 11 de septiembre, los balcones del ayuntamiento lucen crespones negros en recuerdo de aquel infausto final del verano de 1891.
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