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Los siete meses del cadáver de Arturo en una cámara de congelación hasta que llegó el mandato judicial

Por una orden del TSJ de Castilla-La Mancha, el Consistorio de El Viso de San Juan, con 4.500 habitantes, tuvo que hacerse cargo de su vecino, que fue incinerado. Había una situación sanitaria de «extrema gravedad» en la morgue por la presencia de otros cuerpos putrefactos

Renée, 886 noches en la morgue

Fachada del Servicio de Patología del Instituto de Medicina Legal de Toledo, en el cementerio de la ciudad manuel moreno
Manuel Moreno

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Arturo murió el 20 de septiembre del pasado año. Era miércoles y falleció repentinamente en su casa. Vivía solo y de alquiler en El Viso de San Juan, un pueblo toledano con unos 4.500 habitantes.

Hace unos días, y cumpliendo una orden del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de Castilla-La Macha, su ayuntamiento tuvo que hacerse cargo de su vecino y pagar los gastos de su incineración, unos 2.000 euros. Llevaba casi siete meses dentro de una cámara de congelación en la morgue del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Toledo, donde estaban soportando una situación sanitaria de «extrema gravedad» por la presencia de otros cuerpos putrefactos y porque sus vetustas instalaciones se encuentran dentro del cementerio de la ciudad.

En todo ese tiempo, nadie se había responsabilizado del cadáver de Arturo, a pesar de los intentos de un juzgado de Illescas. «No tenía familiares y una mujer con la que mantuvo una relación sentimental, a la que el juzgado localizó, no quiso saber nada de él», cuenta el alcalde, José Manuel Silgo.

Fuentes del Instituto de Medicina Legal (IML) de Toledo explican a ABC que, desde finales de diciembre, el consistorio tenía un requerimiento del juzgado de Illescas para que se hiciera cargo del cadáver. También se había informado desde el IML a la Dirección General de Salud Pública y a la Presidencia de Castilla-La Mancha, porque «existía un grave riesgo no sólo para los trabajadores, sino para la comunidad en general por ser el cementerio un lugar de pública concurrencia».

Ante la falta de respuesta, el IML de Toledo se dirigió al TSJ, que se vio obligado a ordenar al Ayuntamiento de El Viso de San Juan la retirada del cuerpo de Arturo de la morgue, además de otros putrefactos que eran responsabilidad de otros consistorios. Que se cumpliera, en definitiva, la norma de sanidad mortuoria que rige en la comunidad autónoma. «Se estaba viviendo una situación sanitaria de extrema gravedad en las dependencias», aseguran desde el IML.

«Una persona cercana»

Ante ese panorama, Silgo firmó la documentación para hacerse cargo del cadáver de su vecino, un hombre obeso de 65 años. Natural de Madrid, llevaba al menos una década en El Viso cuando le sobrevino la muerte. Dos meses después, habría cumplido 66 años.

El alcalde recuerda a Arturo trabajando como cocinero en una pizzería. «Muy amable y una persona cercana con la gente, que lo apreciaba; tenía muchos amigos» en el pueblo, donde su fallecimiento causó pena.

Desde su óbito, su cuerpo permaneció en el Servicio de Patología del vetusto edificio del IML de Toledo. Ocupó la única cámara de congelación, que tiene una capacidad para dos cadáveres, hasta el 6 de abril. Ese sábado, después de casi siete meses, Arturo fue incinerado a pocos metros, en el crematorio del camposanto.

Había sido el cadáver que más tiempo había permanecido últimamente en la morgue de unas instalaciones que los médicos forenses abandonarán en 2025 por una nueva ubicación. «Allí no habrá los problemas de espacio que tenemos como ahora», dicen ilusionados. Y añaden: «Cuando los ayuntamientos de ciudades se tienen que hacer cargo de estos cadáveres, no hay problema». Pero los consistorios de pueblos pequeños ponen trabas...

El de Arturo es el segundo caso que ocurre en El Viso de San Juan en los últimos cuatro años y medio. El ayuntamiento también tuvo que hacerse cargo de los gastos de Héctor Fabio, un colombiano de 45 años que murió acuchillado por su sobrino la Nochebuena de 2020. Sucedió en un piso de la calle Gaviota, no muy lejos de donde Arturo expiró.

Pero Héctor no fue incinerado, sino que está dentro de un nicho en el cementerio de este pequeño municipio. ¿El motivo? «Entonces, salía más cara la cremación», responde el alcalde, aunque en realidad fue porque había sido un homicidio. Las cenizas de Arturo, sin embargo, quedaron custodiadas por los servicios funerarios del camposanto de Toledo.

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