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Constantino Garcés y Vera (1860-1922). Apuntes biográficos

La polifacética vida de un técnico agrícola, gestor municipal, periodista y protagonista del pulso diario de Toledo desde 1890

Su vida, en imágenes

Constantino Garcés (1860-1922) en una fotografía publicada por 'La Voz de la Juventud' el 19 de abril de 1904. A la derecha, su caricatura realizada por los pintores Pablo Vera Bañón y su hijo Enrique para el libro 'Albaricoques de Toledo' (1893)
Constantino Garcés (1860-1922) en una fotografía publicada por 'La Voz de la Juventud' el 19 de abril de 1904. A la derecha, su caricatura realizada por los pintores Pablo Vera Bañón y su hijo Enrique para el libro 'Albaricoques de Toledo' (1893)
Rafael del Cerro Malagón

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El viernes 8 de septiembre de 1922 fallecía en su domicilio, en la toledana plaza de Zocodover, Constantino Garcés y Vera a causa de diabetes sacarina. Tenía 62 años. La esquela de El Castellano recogía los nombres de su familia más cercana y su currículum: perito Agrícola, funcionario del Servicio Agronómico Nacional, decano de la Asociación de la Prensa Toledana y otros singulares reconocimientos institucionales.

Rehacemos su biografía gracias a las huellas halladas en archivos, boletines y diarios. Nació el 17 de febrero de 1861 en Castellón, en el seno de una conocida familia. Su padre, Segundo Isaac, era funcionario de Hacienda. Estudió en el Instituto Agrícola de Alfonso XII de Madrid, obteniendo, en 1882, el título de Perito Agrícola. Fue administrador de la revista La Reforma Agrícola antes de ser nombrado, en 1883, ayudante de la Estación Vitícola de Ciudad Real. En ese año se casó con Josefa Carballés Gómez, de una próspera familia de Villasequilla. En junio de 1884 nació Alberto, su primer hijo. En octubre, José Garcés (1866-1932), hermano de nuestro protagonista, obtuvo idéntica titulación en el citado Instituto y falleció el padre de ambos En diciembre, Constantino solicitaba plaza de Ayudante de 4º de Montes en Filipinas.

En noviembre de 1885 llegó a Manila en el vapor Isla de Panay, figurando en la lista de pasajeros con «señora y niño». Allí actuó en la Comisión Especial de Ventas y Composiciones confiadas a los Ingenieros de Montes para ordenar la propiedad rústica. Por ciertos cambios administrativos renunció a su plaza en 1887. Trabajó en el sector privado, logrando una corta fortuna para regresar a España. En 1889 la familia ya estaba de vuelta. En Villasequilla nació su segunda hija, Carmen. Allí también nacerían Isabel (1892), Elena Sofía (1895) y dos hijos más fallecidos al poco de nacer. Una reseña indica que con su «modesto caudal» creó en «cierto pueblo toledano» un fallido negocio agrícola, lo que explicaría su reingreso como auxiliar del Servicio Agronómico en 1890. Añadamos dos datos familiares más. En 1908, Alberto, el hijo mayor, murió en Sabadell, Era funcionario de Correos. En septiembre de 1919, Constantino Garcés, ya viudo, contrajo nuevo matrimonio con Enriqueta Ordoñez Gallego, de treinta años.

Perito, técnico y bombero

Como empleado de la sección Agronómica de Toledo verificó en la provincia los efectos de las plagas e intervino en deslindes de vías pecuarias. Abrió un despacho de Trabajos Agronómicos y Topográficos y firmó profusos artículos sobre temas agrarios. Fue requerido por el Ayuntamiento toledano -donde nunca fue concejal-, como técnico para atender paseos y arbolados. Gestionó la explotación, en 1895, del teatro de verano en el paseo del Miradero y el alquiler de sillas en los parques. Con el tiempo quedaría encuadrado en la Asociación de funcionarios municipales con derecho a pensión.

Su gran logro para la ciudad fue modernizar el vetusto Servicio de Incendios y elaborar su Reglamento que, en 1904, se aprobó con todos los elogios. En él se asignaba su jefatura al arquitecto municipal, el segundo mando al maestro municipal de obras y, a continuación, figuraba el cargo de ayudante que recayó en el resuelto Garcés, retribuido solo con gratificaciones a pesar de su plena disposición. Se costeó su propio uniforme que sirvió de modelo para los de los veinticuatro bomberos de la plantilla. A estos efectivos, no profesionales, se les mejoró sus estipendios y se les entregó nuevos medios para el parque ubicado en el inicio de la cuesta del Alcázar. En 1905, para mostrar estas novedades, Garcés agregó una banda de música que interpretaba pasodobles para acompañar a los bomberos desde Zocodover a los obligados ejercicios prácticos mensuales en plazas o paseos, espectáculo que atraía a numerosos curiosos.

La prensa siempre destacaba la diligencia de Garcés en los siniestros, aunque, en 1908, el alcalde Benegas decretó sancionarlo por no haber acudido a un incendio habido en un comercio de Barrio Rey. Justificada la ausencia por estar en una obligada tarea oficial, le fue retirada la inicial punición. En 1917, sufrió un desencuentro con el bombero-corneta por una conducta inadecuada. El asunto se trató en una sesión municipal del mes de julio. Garcés, ya con problemas de salud, presentó la dimisión a pesar de que se glosaron sus desvelos por el servicio que él mismo había organizado.

Un personaje diverso

A raíz de su archivada sanción de 1908, La Campana Gorda (1892-1916), publicación que fundó el mismo Garcés, mostró un listado de sus méritos y su altruista gestión en distintas causas. Se recordaron sus clases de dibujo en el Círculo obrero e industrial de instrucción y recreo o las veladas de teatro y del Orfeón Toledano en el Rojas y en el Salón Echegaray para recabar donativos destinados a la Cocina Económica instalada en el paseo del Miradero, entre 1904 y 1906. Su nombre surgía en dispares colectas a favor de damnificados y desamparados, incluso en lugares lejos de Toledo. Su implicación en auxiliar a los evacuados procedentes de Cuba y Filipinas, en 1898, le valió condecoraciones de la Cruz Roja (1901), felicitaciones por su ayuda en las inundaciones en Algodor (1897) del Ministerio de Gobernación, del Ayuntamiento y de la propia Casa Real. Su perfil altruista facilitó que, en 1904, fuese realidad la primera colonia escolar para niños de las escuelas públicas y, desde 1914, perteneció a la Junta de Protección a la Infancia y Erradicación de la Mendicidad.

La presencia de Constantino Garcés se halla en actos solemnes, congresos y celebraciones, caso del III Centenario del Greco, sin obviar sus cargos y compromisos en sociedades recreativas como el Centro de Artistas e Industriales, feriales y fiestas. En reuniones donde concurría la mesocracia toledana, y según requería el momento, demostraba su vis cómica, ingenio o habilidosos juegos de manos. Las gacetillas de sociedad, salpicadas de cargos oficiales y conocidos apellidos, citan a Garcés en cacerías en los Montes de Toledo, en el tiro de pichón en la Vega Baja o en puntuales becerradas. Sin embargo, de su prolífica actividad, lo más permanente en la historia local fue su labor en la prensa y la fotografía, aspectos que trataremos en otra ocasión.

En mayo de 1922, pocos meses antes de fallecer, en un homenaje de las fuerzas vivas a un comandante de la Legión, Constantino Garcés, presintiendo ya su final, se despidió de su «segunda patria chica»: Terminó mi vida de actividad, terminó mi vida periodística y está casi para terminar mi vida oficial. Vine a Toledo hace más de treinta años, en donde fui acogido con una hospitalidad y cariño que indudablemente yo no merecía, y laboré por esta simpática ciudad cuanto supe y pude.

SOBRE EL AUTOR
RAFAEL DEL CERRO MALAGÓN

Maestro, profesor de Secundaria e inspector de Educación. Doctor en Historia del Arte. Investigador especializado en la fotohistoria e imagen de la ciudad Toledo

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