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Faustino Suárez, la memoria viva de Bahamontes: «Fede fue genio y figura hasta la sepultura»

Su fiel colaborador durante 71 años comenzó a los 13 a trabajar en una tienda del astro del ciclismo

Faustino y Fede charlan delante de la estatua del ciclista H. fraile
Manuel Moreno

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Faustino Suárez no ha dejado de visitar la tumba de Federico Martín Bahamontes desde que al decano de todos los ganadores del Tour de Francia lo enterraron en el cementerio de Toledo el 9 de agosto, un mes después de haber cumplido 95 años. «Fue genio y figura hasta la sepultura», remarca Faustino, la memoria viva del vencedor de la prueba gala en 1959.

«Fede era un puro nervio, no se podía ver quieto. Le gustaba mucho llevar todas las cosas al día. En la bici era como en la calle, un fenómeno», cuenta Faustino, «uno más en la familia de Fede». A sus 84 primaveras, su fiel gregario durante 71 años enumera a una velocidad endiablada los logros de Bahamontes. «Ganó infinidad de carreras, con un palmarés muy grande en la época de entonces, con bicicletas que pesaban 12-13 kilos, en comparación con las de ahora, de 7, y porque la Unión Ciclista Internacional no autoriza que puedan bajar el peso un kilo más... Bahamontes se saldría ahora», sentencia. «No sé si a última hora pudo ver por televisión a los ciclistas de ahora que, después de llegar a la meta, se meten en una bañera con agua fría para relajar los músculos. Fede se reiría y diría que él se echaba un cubo de agua fría por la cabeza», refiere la sombra alargada de Bahamontes, que en realidad se llamaba Alejandro, como así apareció luego en su DNI. «Un hermano de su padre dijo que se tenía que llamar Federico y Fede supo que su nombre era Alejandro Martín Bahamontes cuando pidió una partida de nacimiento en Val de Santo Domingo», explica Faustino.

Su estrecha hermandad con el astro del ciclismo comenzó cinco años antes de que el ciclista se impusiera en la ronda francesa; un vínculo que no se ha roto hasta la muerte del 'Águila de Toledo', ciudad a la que Bahamontes llegó con tan solo seis meses de vida. «Fede tenía una tienda de alquiler de bicicletas enfrente de mi casa, en la calle Honda, y empecé a ir por allí. Aunque era pequeño, solamente tenía trece años, la bicicleta me gustaba mucho y revoloteaba por la tienda. Y allí me quedé de aprendiz con él». Se alquilaban bicicletas a 50 céntimos de peseta la hora, aunque la chavalería trataba de alargar el tiempo con un clásico: con las manos llenas de grasa, decían que la cadena se había salido.

Un templo de peregrinación

«Fede ya era conocido en el mundo de la bicicleta porque había corrido vueltas a Asturias y muchas carreras de un día», recuerda Faustino, cuyo primer sueldo fue de cuatro pesetas al mes. El negocio, abierto un par de años antes y ahora convertido en una vivienda turística, estuvo regentado por los padres de Bahamontes, Julián y Victoria, hasta que lo cerraron en 1958 para abrir la tienda en la plaza de la Magdalena, esquina con la calle Sierpe, convertido en un supermercado desde hace años. Hasta que cerró el día de san Valentín de 2004, fue un templo de peregrinación para turistas y aficionados al ciclismo, sobre todo franceses, desde que Federico ganó en el mismo año el Tour, el premio de la montaña y una etapa.

«Estuve para recibirle cuando llegó a Toledo», rememora entre risas Faustino, a quien los recuerdos se agolpan en la memoria. Era el 20 de septiembre de 1959, domingo, y su jefe iba subido en un automóvil descapotable junto con su director en el equipo, Dalmacio Langarica. Faustino lo escoltó en bicicleta desde Olías del Rey y, con él, todos los corredores del club Peña Bahamontes, el equipo 'amateur' de ciclismo que Federico había creado: Rafa Carrasco, 'el Lecherito'; Julio Díaz, 'el pintor'; Ángel Hernández, 'el Chato'; Alfredo Rojas, Isabelo Sánchez... «Fue un día grandioso para Toledo principalmente y te acordabas de muchos amigos que habían trabajado con él en el mercado de abastos, junto al teatro de Rojas». Porque Federico, que nació en una caseta de peón caminero en el pueblo de Val de Santo Domingo, repartió fruta con una carretilla por tiendas del sinuoso y empinado casco histórico de Toledo antes de comenzar a revolucionar el ciclismo.

Faustino Suárez, tercero por la izquierda y con los brazos en jarra, junto a los padres de Bahamontes delante de la tienda de alquiler de bicicletas en la calle Honda de Toledo cedida

Cuando Fede ganó el Tour, ya llevaba tres años casado con Fermina, y Faustino, por supuesto, estuvo en la boda, celebrada en la catedral de Toledo el 3 de noviembre de 1956. «Con él estuve en todos los sitios buenos y malos», se ríe su leal colaborador, quien elude hablar de los recuerdos negativos, «son cosas muy personales».

Durante su etapa profesional, siempre se cuidó «muy bien», respetando su régimen de comidas, «nada de grasa», que luego trasladó a toda su vida. «Él nunca estuvo gordo, siempre estuvo hecho un fideo y se conservó bien», lo recuerda su mano derecha, que necesitaría varios días para contar las peripecias con 'el Águila de Toledo' después de tantos años juntos.

El gesto que no se olvida

«Siendo ya una figura, salíamos a entrenar con él y programaba la ruta», le brota a Faustino, que compaginaba por entonces el trabajo con su afición al ciclismo «los días libres y en vacaciones». Suárez, que corría numerosas carreras por toda España cuando el trabajo se lo permitía, intentó pasar al campo profesional e incluso fue seleccionado por Gabriel Saura para competir en Italia, pero no pudo viajar por el servicio militar obligatorio. Corría 1962.

Entonces dejó la bicicleta y se volcó totalmente en su trabajo en la tienda de motos y bicicletas de Bahamontes, que estuvo abierta hasta el 14 de febrero de 2004, viernes; justo el día antes de que Faustino cumpliese 65 primaveras, la jubilación. «Fede siempre me había dicho que, cuando yo cumpliera los 65, cerraría la tienda. Y así fue. El día 14, a la una y media de la tarde, se cerró la puerta y ya no se volvió a abrir». Faustino no olvida ese gesto, que lo cuenta públicamente por primera vez: «Fue una cosa grandísima por parte de él; respetarme hasta que yo los cumpliera».

Para chascarrillo, el del helado que su jefe, al que apodaron también 'el Lechuga' como herencia de su abuelo, se comió en una etapa de la ronda francesa. «Él no paró para comérselo. Subía un puerto, tuvo en la bicicleta una avería mecánica arriba y esperó a que llegase el coche que lo tenía que ayudar. Porque antes no era como ahora, igualito, que el coche llega en segundos. Entonces, como le tocó esperar y si había diez o doce minutos de ventaja, le dio tiempo a comerse un helado, o lo que hubiera habido, una raja de sandía o de melón. Pero no fue un gesto de chulería», aclara.

El punto de inflexión

Faustino saca a pasear una retahíla de nombres, los que se codearon con Bahamontes hasta que se retiró en 1965, que venían a realizar carreras de un día a la provincia de Toledo. «En realidad, cuando se ganaba dinero era en los 'critériums' que había después de participar en el Tour», dice el escudero de Bahamontes y mano derecha durante medio siglo en la Vuelta Ciclista a Toledo, una clásica que arrancó en 1966 gracias a la idea que Cruz Loaisa Pérez propuso a Federico. «Fue el Gran Premio Cimasa», apunta Faustino, que no para de hablar. «Y estuvimos hasta 2015, que se cumplieron los 50 años. Fede me preguntó si terminábamos y yo le animé a dejarlo. Pero él me preguntó si hacíamos el Trofeo Bahamontes al año siguiente con dos etapas, y lo organizamos en 2016. Desde entonces, dejamos el ciclismo y se dio de baja la peña'.

Todo el que se cruzó con Bahamontes fue testigo de su envidiable energía, pero un desafortunado percance marcó un punto de inflexión. «Hasta que cumplió los 92 años, él estaba hecho un dandi, estaba estupendamente. Pero tuvo un accidente en su finca de Argés. Dejó el coche en punto muerto, fue abrir la puerta del garaje, el coche se fue hacia él y lo dejó pillado contra la puerta. Aquí empezó un poco su declive físico porque tuvo que ir al hospital», narra Faustino, que también recuerda lo que a Fede le marcó la muerte de Fermina, su mujer, el 12 de agosto de 2018.

A Faustino le siguen dando el pésame por la muerte de Bahamontes, cuya maravillosa escultura en la subida a la plaza de Zocodover ve a lo lejos desde su casa cada día. «A Fede le gustaban muchos sitios para colocarla, pero siempre decía que el paseo del Miradero era el mejor sitio. El autor de la estatua [Javier Molina] estuvo mucho tiempo con él hasta que lo sacó bien, bien, porque en la estatua le sacó estupendamente todos sus rasgos», alaba Faustino. Sin embargo, se le quiebra algo la voz cuando se le pregunta si va al cementerio para visitar la tumba de su amigo Fede. «Estoy un poquito con él; me acuerdo de él porque han sido muchos años» con Bahamontes, 'el Águila de Toledo', un emblema de la ciudad.

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