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Luis Sáiz y Sáiz

Los malos hijos: a España, ¿quién la defiende?

Sólo se oye hablar de que hay que defender la Constitución, hay que defender la legalidad vigente y el Estado de Derecho

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, se fotografía con una estelada Reuters

Al albur de lo que estamos viendo y oyendo sobre Cataluña, con razonamientos incluso de los que llamaríamos más españolistas y defensores de la unidad de España o de las Españas, que aluden que en todo caso deberíamos de votar todos puesto que a todos afecta, me viene a la memoria un viejo relato.

En cierta ocasión había una madre que tenía siete hijos y dicha madre había sido en muchas ocasiones más madrastra que madre para todos ellos. Esto no impedía que todos aseguraran amarla, salvo uno, pues bien sabían que madre no hay más que una, que la madre no se elige y que, al fin y al cabo, era la mejor madre que tenían.

Cuando pasado el tiempo dicha madre cayó mala de una enfermedad que, según los médicos, era mortal, los galenos acudieron a los hijos para que les autorizaran a aplicarla lo que eufemísticamente se llama muerte digna. Todos los hijos, partidarios de que la vida sólo es de Dios, se opusieron salvo uno, el que estamos pensando, a que aplicaran la eutanasia a la madre. La discusión e insistencia del mal hijo fue tan acalorada que el mayor, sabedor de que la propuesta iba a ser aceptada y que la iba a ganar, propuso que se echara a votación la vida o muerte de su madre. Todos aceptaron y evidentemente ganó la opción de que su madre debería seguir viviendo.

La madre vivió y mejoró y, cuando se enteró de lo que había pasado, se percató de que todos los hijos eran malos, pues habían asumido que podían decidir sobre la vida o muerte de su madre.

Estos amantes de la democracia formal, que no de la participativa, están convencidos de que en su democracia todo se puede votar. A ellos hay que decir que la existencia de España no es votable, pues su existencia es previa a cualquier tipo de constitución o leyes fundamentales. Si España no existiera, ¿dónde se aplicarían sus magníficas constituciones y su Estado de Derecho? Sobre el vacío. Si a España le quitan una parte –y más si es fundacional- podrá seguir siendo llamada España, pero no sería España.

A lo expuesto añadiré que estos que lo votan todo no quieren ni oír hablar de la siguiente propuesta. ¿Por qué no preguntan al soberano si éste, el soberano, quiere pagar impuestos? Porque saben el resultado y, por más que digan, una vez que el soberano ha hablado no queda sino obedecerle, salvo que estemos ante un golpe de Estado. Además, se quedarían sin su parte del pastel y, por supuesto, sin Estado.

Sólo se oye hablar de que hay que defender la Constitución, hay que defender la legalidad vigente y el Estado de Derecho, ¡cierto! Y mientras tanto a España, ¿quién la defiende?

Los malos hijos: a España, ¿quién la defiende?

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