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ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

El libro más misterioso de Neruda

Sin duda, Matilde Urrutia fue la mujer de su vida, un amor clandestino que dio lugar a la obra más misteriosa del poeta, 'Los versos del capitán'

Pablo Neruda con Matilde Urrutia en 1971 tras ganar el Premio Nobel de Literatura Abc

Mari Cruz Magdaleno

¿Se puede ser comunista y ser machista? Sin duda, sí. ¿Se puede juzgar a un hombre nacido en 1904 con parámetros de otro nacido en 2004? Sin duda, no, sería un anacronismo. ¿Puede un intelectual, un artista con una obra brillante convertirse en 'un hombre vulgar cuando baja del escenario'? Pues también, lo canta Enrique Urquijo en su tema 'Ojos de Gata'. ¿Y es posible que un hombre maduro, con mucho mundo, conciencia social y reconocimiento internacional, se convierta en un avatar de su identidad versión infantil ante los embates del amor? Claramente sí. Pablo Neruda habría acertado de pleno si Irene Montero le sometiese hoy a un test sobre el mito del amor romántico, o sea 'opresor, tóxico y patriarcal', donde la mujer es la sumisa, y la amante, 'la muchacha salvaje'. Pero hoy no es ayer.

La 'muchacha salvaje' de Neruda, tenía un nombre, se llamaba Matilde Urrutia de la Cerda. No es una broma, no, se llamaba así. Y la sumisa que no se enteraba de nada y que había dejado su carrera como pintora para ayudarle en su muy abultado quehacer poético y político se llamaba Delia del Carril. Tampoco es una broma, es que se llamaba así, por más que no pudiese, ninguna pudo, 'encarrilar' a su esposo.

El amor con Delia se gestó en tiempos de la Segunda República Española (1931-39), cuando ella se afilió al Partido Comunista, abandonó su aristocrática familia en París, se separó de su primer esposo y se trasladó a Madrid comenzando a estudiar en la prestigiosa Academia de Artes de San Fernando. Es en 1935 cuando conoce a Pablo Neruda, que ejercía de cónsul de Chile en la capital de España. Su relación duraría 20 años, los mismos que les separaban en edad, ya que por aquel entonces ella tenía 50 y él 30.

La primera incursión de Matilde en el matrimonio de Neruda con Delia se produjo en 1946, la conoció en un concierto en el céntrico Parque Forestal de Santiago, tuvo dos encuentros fortuitos como eran habituales en él y la olvidó. Ese mismo año hubo elecciones en Chile y Neruda había defendido la candidatura de González Videla del Partido Radical pero cuando llegó al poder, el presunto filo-marxista promulgó la Ley de Defensa de la Democracia para eliminar al Partido Comunista con lo que después de recitarle al tal Videla: 'El pueblo te llama, Gabriel', Neruda además de perder su cargo diplomático se vio obligado a salir del país y se convirtió en un proscrito.

Escapó a Argentina en 1949, viaje que hizo a caballo y luego se encontró con Delia en París, visitando numerosos países en su compañía. Delia se extrañaba de «la frecuencia con que aquella encantadora muchacha se aparecía en todas partes». Matilde ya tenía un lío con su marido. Delia finalmente regresaría a Chile y entonces fue cuando el romance se desató. Con la connivencia de sus amigos intelectuales, artistas, literatos, y militantes varios que le tapaban, ayudaban y protegían, la amante ocupó el lugar de la esposa sin ningún problema. Uno de los viajes que hicieron fue cruzar Siberia hasta Mongolia para terminar en China en el legendario expreso transiberiano. Entretanto que contemplaba la estepa, la tundra, la taiga, la vida nómada y las uniformes multitudes chinas sonrientes hacinadas, le daba tiempo a escribir «a ratos» poemas de amor para Matilde.

En uno de sus viajes arribaron en Italia, Neruda recorrió todas sus ciudades: Roma, Venecia, Florencia, y en todas era tan aclamado como perseguido por la policía por sus recitales poético-políticos. Hasta que Edwin Cerio, el hombre más prestigioso de la isla de Capri, les ofreció su casa natal allí, una mansión en color blanco con una gran terraza y con vistas al bosque y al Mediterráneo. Allí permaneció tranquilo tan sólo con su actividad poética, durante seis meses, de modo que entre otros trabajos completó los versos para Matilde.

Un buen día Matilde recibió del poeta, «porque le había devuelto las ganas de vivir», un anillo con la inscripción: 'Capri, 3 de mayo de 1952, su capitán', y con él los versos. Se trataba de un poemario fruto de su historia de infidelidad, pasión, amistad y complicidad, que Matilde conservó en una caja de madera con trozos de nácar. El conjunto de composiciones amorosas se publicaría en Nápoles de manera anónima y con un prólogo inventado que firmaba una tal Rosario de la Cerda. Unos pocos ejemplares de esmerada edición en papel marfil y con el dibujo de una medusa en la portada que se repartieron sus cómplices amigos.

En el ficticio preliminar de carácter epistolar cuyo destinatario era el editor, la tal Rosario explicaba que los versos pertenecían a un republicano español que ella, cantante –Urrutia lo fue de quinta fila–, había conocido en una de sus giras por la frontera franco-española. Que no sabía si era Sánchez o Fernández, pero que ella le llamaba 'mi capitán'. Le describía como sus versos: fuerte pero tierno, amoroso, apasionado pero terrible si encolerizaba y añadía que su placer más grande era sentirse pequeña a su lado. Manifestaba además que él se hizo dueño de su vida y de su alma, que el pasado desconocido de ella le provocaba furias y celos incontenibles y que sus versos la hacían subir al cielo y también bajar al mismo infierno. Y que quería viesen la luz.

Así como si nada, y tras seis meses de isleña pasión acelerada con Urrutia, el poeta regresó ese mismo año a Chile y se instaló con Delia del Carril en el hogar dulce hogar de la pareja, situada en la villa santiaguesa de Los Guindos y donde Delia finalmente 'se cayó del guindo', a pesar de los falsos halagos y las palabras impostadas que Neruda le dirigía en sus cartas. Y como aquello ya no había rama ni de guindo ni de chopo que lo sostuviera, tres años después la pareja se separaba definitivamente.

Cuando en 1962, Neruda publicó el poemario con su autoría, llevaba impresa una explicación. En ella el poeta defendía que todos los libros deberían ser anónimos y que «entre quitar el nombre a todos mis libros o entregarlo al más misterioso, cedí al fin, aunque sin muchas ganas». ¿Que por qué guardó el misterio durante diez años?: «pues por nada y por todo, por lo de aquí y lo de más allá, por alegrías impropias y sufrimientos ajenos». Más tarde lo concretaría más: «la verdad es no quise que esos poemas bruscos y ardientes hirieran la tierna estructura de Delia de quien me separaba, esa pasajera suavísima, hilo de acero y miel que ató mis manos en los años sonoros y que fue para mí una compañera ejemplar». Estalló el secreto –añadía en su explicación- y ahora que yo lo reconozco, espero que él me reconozca a mí». Hablaba de su libro más misterioso. Los Versos del Capitán.

Sin duda Matilde Urrutia fue el gran amor en la vida de Pablo Neruda, sólo ella es la destinataria de uno de los capítulos de su libro de memorias póstumo 'Confieso que he vivido' (1974): A Maruca, su primera esposa, abandonada tras dar a luz al 'punto y coma', como llamó Neruda a su hija hidrocefálica, ni la nombra. Y a Delia, la segunda, de soslayo. Pero Matilde es «Matilde, mi mujer», «con ella viví en Capri en una casa por primera vez, en aquel sitio de embriagadora belleza donde nuestro amor se acrecentó de modo que ya nunca pudimos separarnos».

Sin duda fue verdad, Matilde Urrutia no le abandonaría jamás, estuvo a su lado en innumerables viajes y en momentos clave de su vida: la entrega del Nobel en Suecia en 1971, su operación de cáncer de próstata en Rusia, o su lecho de muerte en Santiago. No le abandonaría jamás, ni después de pillarlo en plena faena con su sobrina, 30 años más joven que él, a la que había invitado en 1964 a vivir en su casa con su hija tras una ruptura sentimental. Se enteró en 1970. Se enfadó, le gritó: «no sanas porque por donde pecas pagas» y se fue, pero volvió. Para Neruda el amor pasional era su inspiración, así que a la sobrinita le dedicó otro poemario de curioso título: 'La Espada Encendida'. Ella siempre estuvo callada, pero se supo todo cuando fue obligada a declarar ante las sospechas de que en la muerte de Neruda en 1973 (23 septiembre), habían tenido que ver agentes de Pinochet, autor de un golpe de estado en Chile días antes (11 septiembre).

Matilde fue la mujer que compartió su vida, su amor clandestino dio lugar al libro más misterioso de Neruda, 'Los Versos del Capitán'. Juntos yacen en Isla Negra en una tumba donde siempre hay flores. Quizás él le susurre al oído alguno de aquellos versos: «Aquí estamos al fin frente a frente, nos hemos encontrado, no hemos perdido nada».

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