Antonio Lázaro - ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Maximiliano Pérez Flores, una vida de cine

Antiguo productor cinematográfico de Villarrubia de los Ojos, es un auténtico depositario de la memoria fílmica

Cartel de La marca del hombre lobo, una de las películas producidas por Pérez Flores

POR ANTONIO LÁZARO

El cine como espacio arquitectónico, sentimental, cultural y de ocio a partir del modelo del teatro a la italiana está a punto de devenir arqueología del siglo XX cuando no estricta ausencia, solar, local refuncionalizado o demolido para edificar otra cosa (bloques de pisos, etc….). En cuanto al aspecto humano, por estricta biología, los depositarios de esa memoria fílmica, de aquellos hábitos tanto de consumo como de exhibición de cine, público o peliculeros, o son muy mayores o ya no están entre nosotros para dar cuenta de los periodos más primitivos y pioneros de la historia del cine.

Concretamente, los exhibidores de la vieja escuela , los que han resistido hasta casi el fin de siglo y en algunos casos han hecho nuevos y heroicos intentos a comienzos de este siglo para mantener en activo locales de cine provistos de pantalla grande, empiezan a ser especie en extinción. Uno de ellos, en buena forma y loablemente comunicativo, es Maximiliano Pérez Flores, exhibidor de cine, responsable del cine de Villarrubia de los Ojos y de unas cuantas salas en la capital de España. Pero además, productor con cerca de una decena de títulos producidos. Como reza el título, toda una vida de cine.

El Cine Flores

Maximiliano nos cita en un café de su pueblo, de Villarrubia de los Ojos. Viste un emblemático abrigo de cuero negro y sus ojos destellan cuando narra las mil y una aventuras de una vida consagrada al séptimo arte. Maximiliano ha hecho películas en su vida y de su vida ha hecho una película. Cierta ironía, un humor que no parece tanto socarronería manchega como flema más septentrional se infiltra en su relato interminable.

Maximiliano Pérez Flores durante la entrevista

Maxi, como jovialmente nos pide que le llamemos, cursaba estudios de Derecho en la Universidad de Santiago cuando tuvo que hacerse cargo del cine familiar que regentaba de forma manifiestamente mejorable una persona que había arrendado su gestión. No le importó abandonar temporalmente la Facultad, cuya licenciatura más tarde obtuvo, ni tener que pedir prórroga para la Mili. Se embarcó con pasión en la tarea de remozar y gestionar el cine Flores que, desde entonces y durante décadas, alegró los fines de semana de Villarrubia y comarca. Redecoración, tapizado de las butacas, cabina nueva, buen sonido, cinnemascope, una sala al nivel de las de las grandes capitales. Corría el año 60 y su abuelo había fundado el cine en 1924. «La gente se volcó totalmente». Una buena programación conseguía llenar aforo sábado tras sábado y domingo tras domingo.

Pero en Madrid va ampliando sus dominios como exhibidor en cines como el Emperador, Paloma, Galileo y, ya en los 90, en Rivas-Vaciamadrid.

El Emperador se insertaba en la tipología, muy de moda en los 60 y 70, de cine con discoteca o sala de fiestas anexa. En Madrid hubo un montón de ellos. La idea era curiosa pero la ejecución, quizá por deficiencias constructivas o por carencias tecnológicas, discutible. El chunda-chunda machacón de la disco resonaba a lo largo de las proyecciones vespertinas y resultaba ciertamente molesto.

Pero Maximiliano, atento siempre a lo novedoso, al último grito, monta en Villarrubia una gran discoteca aneja al cine y equipa a la sala con aparato escénico para conciertos y variedades. «Menos Raphael y Julio Iglesias, lo mejor de la escena nacional actuó en el Flores», explica.

Fachada del antiguo Cine Flores, hoy edificio de viviendas

Con orgullo, Maxi se presenta como pionero del arte y ensayo en España. En virtud de su otro oficio de productor, fue pionero de la coproducción internacional y promotor de géneros hoy revalorizados como el spaguetti y/o paella western y el fantaterror español, lo que le hacía tener que viajar por Europa con cierta frecuencia. Tanto en Roma como en el barrio Latino de París había visto que en determinadas salas se proyectaban películas subtituladas en V.O. Pese a que el doblaje no era, como dicen es ahora, una opción estética sino política, fruto del afán controlador de la censura franquista, consiguió que le permitieran una experiencia piloto en Madrid, en su sala Galileo, de cine en VO con La dolce vita . Según él lo cuenta, debió de ser en la época aperturista de Fraga y García Escudero al frente del cine, y con gran éxito de público.

Como productor, produjo, entre otras, dos películas importantes ( La marca del hombre lobo y La furia del hombre lobo ) del llamado «Hombre Lobo español», Jacinto Molina/Paul Naschy, al que le unió gran amistad y con el que corrió grandes aventuras por Europa, incluyendo la entrada de los tanques soviéticos en Praga para aplastar su primavera en 1968. «Lo pasamos de miedo», recuerda Maxi con nostalgia. De miedo o de cine, precisaríamos, o, siendo en compañía de Paul/Jacinto, de auténtico cine de miedo.

El milagro del cante, película producida por Pérez Flores

A través del western, tuvo grandes amistades con los italianos y trató a Sergio Leone. Entre sus grandes amistades, recuerda a Raquel Welch, casada un tiempo con un amigo canario de Maxi: Tom Hernández. Todo un don Juan, condecorado con la Cruz del Congreso, que había sido doble nada menos que de Errol Flynn. Una vez separados, Raquel llamaba o visitaba a Maximiliano cada vez que venía a España y su familia lo acogía con afecto en la casa de Miami.

Con Ava Gardner también tuvo una relación especial y entrañable; pero no en el sentido que hacen circular tantos galanes de medio pelo con mayor o menor fundamento. La conoció en el rodaje de 55 días en Pekín , donde se convirtió en una especie de asistente y confidente de la diva. Con su habitual diplomacia, Maximiliano fue promotor de uno de los planos más hermosos de la historia del cine. Habían rodado una toma que Nicholas Ray, el director, consideraba desastrosa pero no se atrevían a pedirle a Ava que la repitiera. Ava, que notó algo, le pidió a Maxi que averiguara. Este le dijo que estaban encantados con ese plano icónico en que aparece visible la mitad de su rostro. Pero que creían que se podía mejorar y convertirse en un plano de culto. La Gardner, totalmente motivada, le dijo:

-¿Y a qué esperan para repetirlo?

Anecdotario inigualable

Los grandes hoteles de Madrid durante décadas no admitían actores. Cuando Catherine Deneuve llegó a Madrid a protagonizar Tristana de Luis Buñuel, esto la enojó hasta el punto de sentirse humillada. Maxi, que la conoció, consiguió que un amigo suyo le cediese un fastuoso apartamento en la Torre de Madrid para que en él se alojara la gran actriz francesa.

El anecdotario de Maxi es vívido, vivido e inagotable.

Sobre su periodo de producción, reconoce que aquello sí que era una aventura. Sin subvenciones, había que asegurar un anticipo a cuenta de la distribución. Muchas veces esos acuerdos provocaban un cambio de titularidad de la cinta. En el recuerdo, su etapa de producción todavía le da miedo. «Producías una película y te hacías rico pero a la siguiente, te arruinabas».

La pasión por el cine late en la mirada de este hombre menudo pero grande en proyectos, en sueños, en afanes, en logros relacionados con el «show bussiness». Toda una experiencia que hemos tenido el privilegio de compartir con él. Lo dicho: Maximiliano Pérez Flores, una vida de cine.

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