A un paso del abismo
Su presencia en televisión le convirtió en un gran reclamo para las discotecas. Tuvo fama y dinero, pero su mala gestión del éxito le arruinó. Cáritas fue su salvación
« Llegué a no tener aprecio por mi vida, incluso no me importaba perderla . Necesitaba beber todos los días y consumir sustancias. La fama me dio tanto dinero que me podía permitir el lujo de ir despilfarrándolo». Este es el testimonio de Javier (prefiere no desvelar su nombre verdadero), un joven que, con tan solo 29 años, sabe perfectamente lo que es pasar de tener todo a no tener nada . De vivir rodeado de lujos, a necesitar de la hospitalidad de los demás para poder sobrevivir. Pero de todo esto ha pasado ya un año. Un año desde que consiguió salir de este infierno.
Javier llevaba una vida sencilla como la de cualquier chaval de su edad. Al terminar la educación obligatoria optó por abandonar sus estudios para trabajar con su padre en una empresa de la construcción. Estuvo unos años como peón hasta que la crisis golpeó con fuerza la empresa familiar. Fue entonces cuando decidió buscarse un futuro más estable. Como vigilante de seguridad . Pero no contaba con algo: la muerte de su padre supondría un duro revés para su familia.
Desde pequeño, Javier siempre había visto a su madre beber pero con el trágico suceso, los problemas de alcoholismo se acentuaron. «En casa no había diálogo ni comunicación. Yo no tenía que dar explicaciones a nadie. No existía la figura de una autoridad y me marché de casa para trabajar como vigilante de seguridad», relata.
Javier inició una nueva vida en Madrid, alejado de los problemas familiares. Hasta que un día por casualidad, en octubre de 2011, acompañó a un amigo a hacer un casting para u n programa de televisión para encontrar pareja. Un reality que causaba –y causa- furor entre los adolescentes. Su amigo no fue escogido pero a él, que no tenía intención, le terminaron convenciendo para hacer las entrevistas en televisión. La primera vez que participó en el programa fue rechazado por su pretendienta. «Ahí acababa mi participación», señala, pero posteriormente le llamaron para tener una presencia más activa en la televisión.
Durante dos años, Javier fue un gran reclamo para las discotecas e inició una vida artificial. Una vida donde florecieron los falsos amigos y donde nada era lo que parecía. «Por cada ‘bolo’ que hacía me pagaban 2.000 euros e incluso había fines de semana que llegaba a ganar hasta 6.000 euros. Yo me vi con mucho dinero y empecé a salir y despilfarrar. Me llegué a comprar un coche de más de 90.000 euros y frecuentaba con asiduidad hoteles de cinco estrellas con compañías que solo buscaban mi fama y dinero». Pero estaba solo y encontró en el alcohol a su compañero de viaje. «Empecé a beber todos los días y a consumir sustancias. El dinero me sobraba».
La decadencia
Pero tanto en las buenas como en las malas historias, todo tiene un final. Javier dejó de salir en antena y su fama se fue diluyendo poco a poco. Pero ya era demasiado tarde. Su cuerpo «necesitaba» el alcohol. « Me despertaba con temblores que me hacían beber más y más . Me encontraba muy agitado y necesitaba el alcohol porque era lo único que me sosegaba», dice con la mirada perdida.
Comenzó así su decadencia como persona. «Cada vez estaba peor. Había algo dentro de mí que me decía que no podía seguir así . No sé qué se me pasó por la cabeza y dije hasta aquí hemos llegado. No sé si fue Dios», relata.
Javier tomó entonces la decisión de terminar con esa vida. Esa vida de excesos que le aupó a lo más alto para más tarde hacerle caer hasta lo más profundo. Un amigo le aconsejó que fuera a un albergue de Cáritas, en Madrid, donde podría encontrar ayuda. «Mi primera reacción fue de rechazo. Le dije a mi amigo: ¿Qué dices tio, cómo voy a a ir yo a un sitio de vagabundos ?. Pero, tras pensarlo más friamente, aceptó. Era su única opción para escapar de aquel laberinto sin salida.
«Cuando llegué allí me llevé una grata sorpresa. Yo me esperaba el albergue como un lugar más miserable, con la gente tirada por el suelo. Pero no era así. Tienes tu habitación, tu colchón y tu comida y… ¡encima gratis!. Los primeros días de ingresar en el albergue me sentía muy mal porque pensaba: ¡Madre mía!, estoy comiendo comida casera y luego me voy a ir a la cama y nadie me va a pedir dinero. Yo alucinaba», recuerda mientras se le dibuja una sonrisa en el rostro.
«Cáritas lo es todo»
Su estancia en este centro fue corta. En agosto cerraba por vacaciones, por lo que los trabajadores le recomendaron ir al albergue toledano «Cardenal González Martín» , con la intención de que volviera para finalizar un curso de reinserción sociolaboral. En Toledo fue acogido y encontró una familia. «Aquí me sentía lejos de las tentaciones. La gente solo sabía que había salido en televisión, pero no conocían la situación tan dramática por la que había pasado».
«Cáritas me ha dado la segunda oportunidad que nadie quiso darme»
En el albergue inició un curso de reinserción sociolaboral, comenzando a ser un nuevo Javier. Ha participado en un curso de polimantenedor de edificios y ha comenzado a trabajar. Además de algo que era impensable para él hace unos años: ha descubierto el amor de Dios. «Hace un mes hice un viaje de peregrinación al Santuario de Fátima con
«Me he dado cuenta de que no necesito grandes cosas para ser feliz»
los compañeros del curso. Tenía la necesidad de liberarme espiritualmente y allí lo vi claro. Estaba ciego pero descubrí que Dios no me había abandonado porque, si no, hoy no estaría donde estoy». «Para mí, Cáritas lo es todo. Me ha dado la segunda oportunidad que nadie me quiso dar», reconoce.
Ahora es otro Javier. Más maduro. Un chico que se avergüenza de aquel joven de los excesos. Ahora Javier ya no necesita ni beber alcohol, ni consumir drogas, ni tener mucho dinero, tan solo sentirse querido por su entorno y por Dios. «Rezo todas las noches y los domingos voy a misa».
—¿Eres feliz?
—Hoy realmente puedo decir que sí lo soy. Antes tenía un coche de 90.000 euros, dormía en hoteles de lujo y no me faltaba el dinero, pero estaba cada vez más vacío por dentro… A día de hoy, tengo lo justo y me siento bien. Me he dado cuenta de que no necesito grandes cosas para ser feliz ».
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