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artes&letras castilla-la Mancha

María Antonia Ricas. La poeta menhir

Reivindica la cultura, la literatura, la potencia del lenguaje elaborado en el poeta y se inspira en el arte, «desde luego desde un estado de ánimo, pero sin exhibicionismos»

María Antonia Ricas gana un nuevo premio de poesía con 'Música o jardines'

María Antonia Ricas, el día de la presentación del nuevo poemario

MARI CRUZ MAGDALENO

María Antonia es mi vecina de al lado, aquí en Artes y Letras de ABC, si me asomo la diviso, sempiterna, impertérrita, como un erecto menhir poético, primigenia, original, encabezando la sección, tratada con el cuidado que merece una Hija Predilecta de Toledo, auspiciado por el compromiso con la cultura de la inspiradora de esta consolidada y añeja sección del ABC local, la avezada periodista María José Muñoz. Para mí, de novato aterrizaje, tener una vecina así, es todo un honor. Y aunque la conozco, la leo, me gusta y me cae bien, no tengo con ella una relación que podamos llamar estrecha, por eso he interpretado en términos de ubicación vecinal colaboradora, su dedicatoria en la presentación de su último libro de poesía Menhir: «Para Maricruz, con mucha cercanía», que agradezco infinitamente más que si fuese su amiga. Pero vaya usted a saber, el simbolismo y el lenguaje metafórico de los poetas, que dicen una cosa para representar otra... De todos modos, es un hecho que ella escribe poesía y yo escribo de poetas, tan sólo por eso ya siento su cercanía.

Cuenta María Antonia que una vez le dijo una amiga «no hablas de tus sentimientos». Efectivamente, si la contrastamos con los escritores de la segunda mitad del siglo XX, la poesía de María Antonia además de no ser desde luego una poesía social con pretensiones políticas, tampoco es una poesía en la que cuenta sus experiencias personales descarnadas como Gil de Biedma, por ejemplo, que narra sin pudor cómo le acompañan «los chulos en los bares últimos de la noche» y se lamenta «de ser tan puta». A María Antonia la veo más cercana a los novísimos, que elaboraban su poesía a partir de los conocimientos culturales, el arte y la música (ha confesado haberlo intentado con el genial Vivaldi), y aunque por edad (del 56) estaría en la generación de Luis García Montero (del 58), no catalogaría yo su poesía como poesía de la experiencia, esa en la que el marido de Almudena Grandes narra cómo coge un taxi o se dirige a la oficina.

Me viene a la memoria la opinión del crítico literario Jesús G. Maestro sobre la poesía de la experiencia: «es un timo para holgazanes, presumidos de su ignorancia, burgueses disfrazados de bohemios, cínicos sofisticados, egocéntricos universales, exhibicionistas de la modestia, agentes de contactos en Facebook o existencialistas inútiles», ¡ostras! María Antonia, muy al contrario, de holgazana tiene poco, ella acude al arte como factor exógeno de inspiración y lo que éste le provoca. María Antonia Ricas reivindica la cultura, la literatura, la potencia del lenguaje elaborado en el poeta y se inspira en el arte, «desde luego desde un estado de ánimo, pero sin exhibicionismos». Ya ha respondido a su amiga. Es una poeta refinada, preparada y hace una poesía cuidada, trabajada, culta. Es docente, se ha formado para formar, y se nota.

Dicen de los poetas que son jóvenes hasta que se jubilan, ese cambio de estado es el que ha dado lugar a Menhir, el último poemario de María Antonia Ricas presentado hace unas semanas en el claustro del Museo de Santa Cruz. Está compuesto de tres libros que ha producido la poeta en su nueva etapa vital: Inútil, poemas todos ellos de 14 versos y de 5 y 10 sílabas sobre el valor del arte precisamente por lo inútil. Respecto a este libro María Antonia reivindica el ejercicio del arte y de la literatura como puro placer, sin más pretensiones prácticas, citando un texto del discurso de entrega del Premio Príncipe de Asturias de Paul Auster, recientemente fallecido. Omitió María Antonia en su presentación el momento en el que autor le niega al arte también pretensiones morales: «el arte ni siquiera tiene por qué hacernos mejores personas, los tiranos, los dictadores y los asesinos también leen, Hitler empezó siendo un artista». Continuando: «el valor del arte reside en su misma inutilidad, es lo que nos define como seres humanos, y un punto de encuentro entre nosotros», apreciación que sí compartió la poeta. Y desde el punto de vista formal, la poeta, como hemos visto, reivindica el ritmo y la medida en poesía: «Hay quien piensa que constriñen la poesía, pero a mí me gusta, es más me encanta». Constriñe y da trabajo, María Antonia, es más fácil desparramarse como deja caer Maestro, nuestro caníbal sin piedad de poetas de la experiencia: «construyen poemas de pseudométrica, formalmente poco elaborados y con estructuras que no se sostienen». El segundo libro es Museo, con poemas inspirados en obras del egregio Museo de Santa Cruz de Toledo. Y el tercero, La Luna se aleja, con poemas que surgen de la contemplación de un libro «maravilloso» de Jules Cashford, La luna, sobre la relación del hombre con el astro a lo largo del tiempo que nuestra poeta concibe como nexo del mundo material y espiritual. No sé si ella se acordará, pero ya la fascinó hace tiempo un artículo mío sobre este astro y tuvo la generosidad de decírmelo, que no es poco.

Ortostato (funerario) y el menhir (ceremonial) que se exhiben en el claustro del Museo de Santa Cruz, y que inspiró el título del poemario

María Antonia, poeta de laboriosa fineza, elegante, culta, sutil y refinada, rechaza la imagen un tanto acipotada del menhir que se muestra en el claustro del museo (victima eréctil del devenir geológico del dolmen de Navalcán, cuyas piezas estuvieron parcialmente sumergidas, ahora mismo del todo), y a pesar de que le dedica una página en el libro, omite su imagen. Desde la mesa de presentación, le dirige una mirada entre el horror y el humor: «Menhir no tiene nada que ver con ese menhir que hay ahí, aunque tenga el mismo título», dice burlona señalándolo con un gesto espantado de la mano. Todos miran (mesa y público) y ríen. «Menhir es otra cosa- se recoloca María Antonia, liberada ya por la aclaración- Menhir es una representación de lo que yo soy ahora mismo». La poeta menhir en su estado actual habla de un presente que contempló en su juventud como futuro, y que ya acaeció, la etapa postjubilación y el cambio que supone: horarios, rutinas, ritmos, tiempo, tiempo, tiempo.

Menhir está lleno de valentía y positividad a pesar de lo que pueda parecer, se trata de un símbolo que representa como está afrontando la poeta esta etapa: «estar de pie a pesar del tiempo, erguida, sosteniendo la vida, afrontando el presente como futuro que acaece, viviendo intensamente sus momentos y acontecimientos» y hacerlo con el lujo del que tiene tiempo para «lo inútil». No teman, la poeta menhir no se va a dejar llevar por la melancolía, esa tristeza vaga que provoca en algunos recordar lánguidamente los acontecimientos falsamente mejores del pasado, ella tiene tiempo, el tiempo que le queda, y lo quiere aprovechar, disfrutar, ella tiene una personalidad vital y alegre y una risa abierta al mundo desde niña como puede verse en la imagen que se muestra en la solapa del libro, donde corretea hilarante y feliz por la terraza de sus abuelos. Qué se puede esperar de alguien que lo flipa con las Cuatro Estaciones de Vivaldi y que comienza y termina el primero de sus libros (Inútil) con el personaje de Alicia en el País de las Maravillas, «la niña que se pregunta constantemente». Esto demuestra que aún eres una joven poeta llena de esperanza, a pesar del «futuro acaecido», la misma en esencia que fotografió la alemana afincada en Toledo, Renate Takkenberg en los ochenta, bellísima María Antonia.

María Antonia de joven, fotografiada en los ochenta por la fotógrafa alemana afincada en Toledo Renate Takkenberg

Es natural que quien se acerque a este poemario, Menhir, se pregunte qué tienen que ver entre sí los tres libros que lo integran, qué tiene que ver lo inútil, con las visitas al Museo de Santa Cruz y con la luna alejándose (un hecho científico). La contestación está en el primer poema del libro que yo resumo a mi manera y que da pie a todo el contenido del libro: «Aunque hincada en la tierra, /de firme mudez oyente, /soportando la carne el agua y las grietas/ mi granito se iza, / lenguas me aúpan, /son jeroglíficos que se deletrean como códigos mágicos…Tú déjate llevar por tal hechicería…Y aunque me vaya endureciendo mientras me erosiono, /prefiero que me recorran las palabras, /serpientes subiendo a las ramas más altas./ Y aunque me recubra el liquen comedor de gozo/ soy vertical, lunar, resisto, observo, soy un aflechado verbo… Acoge la seducción de los sentidos…» . El menhir se presenta como objeto inútil de museo pero capaz de alcanzar la luna cuando le recorre la palabra (este menhir está decorado con serpientes labradas, y su uso no era funerario como el ortostato que le acompaña, sino ceremonial o de observación astrológica), interpreto: Soy la poeta menhir, lo soporto todo, resisto, me endurezco, el tiempo a mí sólo me araña, estoy aquí, parezco inerte, muda, pero aún no estoy muerta, escucho, observo, me aúpan las serpientes incesantes del verbo y la palabra, con ellas toco la luna y te propongo: adéntrate conmigo en lo perfectamente inútil, en el hechizo de lo mágico, en la seducción de los sentidos; sigo estando aquí, soy vertical, lunar, seductora, femenina, inquebrantable, misteriosa; siempre estaré aquí, más allá del último aliento, en el aflechado verbo de mi poesía.

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