PRINCESA DE ASTURIAS
Una heredera en tiempos convulsos
Doña Leonor inicia este martes el camino constitucional para ser la primera Reina no regente de España en seis generaciones: desde Isabel II en 1868. El acto de jura de la Carta Magna adquiere el máximo simbolismo histórico e institucional y profundiza en el vínculo entre Monarquía y Democracia, símbolo de estabilidad desde la Transición
![Ilustración de la Princesa de Asturias, Doña Leonor de Borbón](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/30/jura-SOLO-NIETO-1200x840-R73bh1UWYIHPKNirAGXCptN-1200x840@abc.jpg)
Doña Leonor de Borbón y Ortiz está llamada a ser la primera Reina de España desde 1868, hace 155 años. La anterior fue Isabel II, seis generaciones antes que la Princesa de Asturias que hoy jura la Constitución como Heredera de la Corona ... ante las Cortes Generales. La hija mayor del Rey lo hará en el mismo palacio de la carrera de San Jerónimo que fue inaugurado por la última Monarca (no regente) de España en 1850, y que hoy una vez más será testigo en piedra de una de las claves de la Monarquía: la continuidad histórica.
En el día de su 18 cumpleaños, Doña Leonor de Borbón protagoniza un acto de máxima trascendencia histórica, dinástica y constitucional al jurar ante las Cortes y ante el Rey que guardará y hará guardar las leyes y respetará los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas. Y un compromiso más: la fidelidad al Rey. Leonor está llamada a ser la mejor proyección de la Monarquía de Felipe VI, y Felipe VI es el espejo en el que se mira la Princesa de Asturias, del mismo modo que Don Felipe de Borbón y Grecia es la mejor proyección de los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía. «Lo mejor de mi hijo», dijo en una ocasión la abuela de Doña Leonor, «es que no se cree nadie especial. Ojalá siga siempre así».
Antecedente y misterio
El acto de jura se celebra en el último día de un mes de octubre que el azar ha querido convertir también en una especie de puesta de largo de la Princesa ante una sociedad expectante. En los últimos 24 días, la hija mayor de Don Felipe y Doña Letizia ha jurado bandera como cadete de la Academia General del Ejército, ha adquirido un papel protagonista en la Recepción de la Fiesta Nacional, ha sido protagonista en la entrega de los Premios Princesa de Asturias y, como colofón, jurará la Constitución en el día de su cumpleaños. Esta proliferación de actos ha propiciado una presencia mediática a la que la sociedad española no estaba acostumbrada y ha generado un interés por conocerla aún mayor. El llamado efecto Leonor: el misterio en torno a esa joven llamada a reinar en España.
Esta circunstancia no es una excepción: su padre también era un desconocido a los 18 años, como demuestra una entrevista que concedió a Pilar Urbano un año después y en la que la periodista trata de revelar a los españoles los rasgos de su personalidad y su forma de pensar: «Soy un hombre muy normal, muy normal, sólo que… si Dios quiere seré Rey».
De modo que Don Felipe y Doña Leonor no sólo están engarzados por su relación padre-hija y por la continuidad dinástica, sino porque ambos adquieren pleno sentido apoyándose mutuamente. La mejor noticia que ha recibido la Casa del Rey en los últimos años es, precisamente, la Princesa, su personalidad y su natural adaptación a la función que está llamada a cumplir. Y cada paso que da la Princesa tiene un antecedente claro en el Príncipe que fue Felipe VI. El mejor ejemplo es la jura ante las Cortes, aunque no el único: también su proceso de formación y el misterio sobre su personalidad.
¿Y cómo es Doña Leonor? El pasado 12 de octubre en la Recepción del Palacio Real con motivo de la Fiesta Nacional la Reina se acercó con la Princesa a charlar con los periodistas. Son percepciones momentáneas, pero quienes pudieron escucharla aseguran que allí se mostró una joven muy atenta, discreta, pendiente de todo y dispuesta a agradar. En su sitio y con enorme naturalidad. Tiempo habrá para conocer sus gustos, sus aficiones y su personalidad, pero la agenda de la Casa del Rey arroja algunas luces sobre sus preferencias, muchas puramente generacionales: la letras, la ciberseguridad, la ayuda humanitaria, el medio ambiente y el desarrollo y la innovación.
La sombra de Don Juan Carlos es alargada, y no sólo por las cuestiones que ahora, en un elemental ejercicio de prudencia, le impiden asistir a la jura de su nieta; sino porque fue él quien diseñó junto al entonces presidente Felipe González el proceso de formación de su hijo y Heredero: un itinerario que ahora en muchos aspectos los Reyes han replicado con Doña Leonor. Don Juan Carlos quiso que Don Felipe participara de la figura del «Rey soldado» que fue creada por Cánovas a finales del siglo XIX. También Doña Sofía, absolutamente familiarizada con lo militar porque en su infancia en Grecia «era una segunda piel».
La cosa no fue fácil en aquellos primeros años 80, porque el presidente González prefería un «príncipe civil». El choque se concretó en una pregunta: «Qué debe ser primero, ¿las academias o la universidad?». Don Juan Carlos logró imponer su criterio, y hoy Doña Leonor se graduará en los tres ejércitos antes de ir a la Universidad. Como su padre, que también estudió su último curso de Bachillerato fuera de España.
En pleno siglo XXI, y con un Ejército profesional, la formación militar de la Princesa responde a una doble razón: mantener la tradición militar de la Corona y la condición consustancial del Rey como jefe supremo de la Fuerzas Armadas. Pero a estos dos motivos históricos y constitucionales se suma otro verdaderamente importante para la formación de una joven de 18 años: la disciplina, la austeridad, el espíritu de sacrificio, el sentido del deber, el compañerismo y la lealtad. Y aún hay un argumento más: la imagen pública de una Princesa cadete rodeada de su generación en la Academia Militar de Zaragoza. El año que viene habrá que estar atentos a las solicitudes de ingreso en esta institución.
En todo lo que tiene que ver con la Princesa Leonor la comparación inevitable es, pues, su padre. Fueron Don Juan Carlos y Doña Sofía quienes diseñaron el camino que debía recorrer su hijo hasta su proclamación como Rey, y llegados a este momento, Felipe VI tiene antecedentes a los que agarrarse. Parece obvio que el actual Rey avala la educación recibida al replicarla en gran medida con la Princesa y su hermana, la Infanta Sofía. ¿Existe mayor reconocimiento para un padre y una madre?
Tiempos convulsos
Pero los tiempos han cambiado. En 1985, en el Parlamento había 322 diputados partidarios de la Monarquía parlamentaria (PSOE, AP, UCD y CDS), mientras que hoy son 293 (PP, PSOE, Vox, UPN y CC). Entre aquel Parlamento y este hay al menos tres diferencias que arrojan una conclusión: la primera diferencia está en el conglomerado de partidos que hoy bajo el paraguas de Sumar representan el espacio que entonces ocupaba el Partido Comunista de Santiago Carrillo. Hace 37 años eran cuatro y hoy son 31, y en aquel entonces Carrillo aprovechó la jura del Príncipe para reafirmar su compromiso con la Monarquía. Hoy, el partido de Yolanda Díaz vota siempre a favor de todas las iniciativas parlamentarias, autonómicas y municipales que buscan erosionar a la Monarquía: desde la retirada de símbolos a las comisiones de investigación.
Los partidos contrarios a la Monarquía parlamentaria representan sólo el 16% del Hemiciclo. La novedad es que han perdido el respeto a la institución. Ya no son leales
La segunda diferencia no está en el Parlamento, sino en el Gobierno: hasta cinco ministros son hostiles a la Monarquía, aunque de distintas maneras y hasta el momento ejerciendo su obligación constitucional cuando les toca ser ministros de jornada y acompañar al Rey o a la Reina.
Y la tercera está no sólo en la izquierda radical, sino en los partidos periféricos: en 1985, ERC (1) y CiU (12) sumaban 13 escaños, mientras que hoy ERC y Junts tienen siete cada uno. En el País Vasco, HB ha pasado de uno a siete y el PNV de ocho a cinco. Es decir, la izquierda independentista y antimonárquica de Esquerra y Bildu ha crecido sensiblemente, mientras que la derecha periférica más institucional ha perdido apoyo y además se ha radicalizado: el PNV y CiU no sólo sí estuvieron en la jura del Príncipe Felipe, sino que fueron actores decisivos de la Transición. Hoy no pueden decir lo mismo.
La conclusión es que Doña Leonor de Borbón jura hoy la Constitución en una España en la que la Transición -y ese vínculo entre Monarquía y Democracia- ya no se celebra unánimemente, sino que en una parte menor del Hemiciclo se trata de revertir abiertamente. Los últimos escándalos en torno a la figura de Don Juan Carlos, y el discurso de Don Felipe el 3 de octubre en defensa de la Constitución y el Estatuto de Autonomía de Cataluña han propiciado un escenario en el que atacar a la Monarquía se ha convertido en un reclamo electoral. Nada de esto sería relevante si todos estos partidos y sus 57 diputados (el 16 por ciento del Parlamento) no fueran socios del Partido Socialista para gobernar, y si los ministros Garzón, Montero y Belarra, la mayoría de los diputados de Sumar y todos los de ERC, Junts, EH Bildu, PNV, BNG, además del lehendakari Urkullu y del presidente Aragonés no fueran a despreciar con su ausencia la jura de la Princesa.
De modo que la pregunta sobre la verdadera dimensión de esta amenaza sobre el futuro de la Monarquía hay que formulársela al Partido Socialista, que es el partido que más ha gobernado España en estos años 45 de democracia. El encargado en el Gobierno de organizar la jura (junto a la Casa del Rey y las Cortes) ha sido el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños -probablemente el más monárquico de quienes se sientan en el Consejo de Ministros-, y su mensaje ha sido claro en apoyo a la institución: «No se nos escapa la carga simbólica de este juramento, es un día en el que se garantiza la continuidad de la Corona en nuestro país. La Monarquía es capaz de integrar las distintas visiones que conviven en nuestro país».
Continuidad
La Monarquía requiere de continuidad y ofrece estabilidad, y eso es lo que se garantiza hoy en el Congreso de los Diputados. Pero la Monarquía del siglo XXI, parlamentaria en el caso español, necesita de algo más: que la ciudadanía perciba su utilidad como una institución moderna. Y aquí la respuesta de Felipe VI está en su discurso de proclamación: ejemplaridad, transparencia, austeridad y unidad. Y una cosa más: la Constitución de 1978 como prueba y garantía de la identificación entre Monarquía y Democracia.
La Transición política (1975-1978) es la tercera Restauración de la Corona. Fue entonces cuando la figura de Juan Carlos I logró identificar ambos conceptos, en línea directa con las posiciones que había mantenido su padre, Don Juan de Borbón, desde el exilio para oponerse a Francisco Franco, muy especialmente en los años 40, y defender una España unida y democrática que superara la guerra civil (1936-1939). Don Juan no lo logró, pero sí forjó ese vínculo con la democracia a imagen y semejanza de la británica y además mantuvo viva la llama dinástica. Fue su hijo Don Juan Carlos quien lo consiguió en 1975, hasta el punto de que entre los ciudadanos no monárquicos surgió un movimiento de adhesión a un Rey que había devuelto la libertad a los españoles: «el juancarlismo». Cuarenta y cinco años después, y a diferencia de su padre y su abuelo, el reto de Don Felipe como Rey no es alcanzar democracia, sino garantizar la estabilidad política a través de la continuidad histórica.
Ambos son valores principales de una forma de Gobierno cuyos resultados son avalados por los índices internacionales de calidad democrática ('The Economist' o el Observatorio Mesías de Calidad Institucional): la mayoría de las «democracias plenas» del mundo son monarquías. Y en este reto juega un papel primordial la Princesa de Asturias.
Doña Leonor de Borbón y Ortiz nació en la madrugada de un domingo a un lunes del año 2005. Reinaba su abuelo y presidía el Gobierno otro socialista, José Luis Rodríguez Zapatero. Llovía a cántaros en Madrid. Aquella noche nació una infanta, que desde 2014 es también Princesa y que hoy jura la Constitución como Heredera de la Corona. Un paso imprescindible para, en el futuro, ser proclamada Reina de España.
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