INMIGRACIÓN
El Hierro, «llegar o morir» a una isla donde la solidaridad no duerme
La Restinga, al sur de El Hierro, se abre en canal para atender un fenómeno migratorio sin precedentes en la isla
El Hierro recibe más de 1.150 inmigrantes en apenas 48 horas
![Una trabajadora de Cruz Roja juega con un niño pequeño llegado junto a 220 personas a La Restinga, El Hierro](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/13/efe2-RUo0XxSPm2ZFSS7awmZFFvI-1200x840@abc.png)
El vigilante de seguridad del muelle de La Restinga, Carlos López, pica las luces de su linterna desde la punta del desembarcadero, y a lo lejos, en la oscuridad más absoluta, un juego de luces le responde. En medio del Atlántico, a las puertas de ... la isla de El Hierro, un cayuco cargado de más de 200 migrantes espera permiso para entrar a Europa.
Carlos hace rondas cada hora, tratando de adivinar la silueta de los grandes cayucos de colores en la noche, «nos está llegando una tras otra, día tras noche», y aunque asegura que a veces «no damos abasto», por ahora la situación se sobrelleva de la mejor manera posible. Antes «llegaba uno cada 20 días o así, algo puntual», pero ahora el ritmo se ha vuelto frenético en este puerto pesquero al sur de El Hierro.
Canarias ya ha superado con creces la cifra de los 20.000 migrantes en estos primeros 10 meses del año, con más de 6.750 apenas en los primeros 13 días de octubre. Solo El Hierro ha recibido ya a unos 6.000 migrantes en 2023, lo que se traduce en más la mitad de la población de esta pequeña isla de 11.000 habitantes. Esta cifra se suma a los más 5.350 que ha recibido Lanzarote; 4.160 de Gran Canaria, 3.338 de Tenerife, 1.938 de Fuerteventura.
Solo el viernes, Salvamento Marítimo trasladó a tierra al menos a 702 personas en embarcaciones en aguas cercanas a Lanzarote, La Graciosa, Fuerteventura, Gran Canaria, Tenerife y El Hierro. En una de ellas, viajaban 217 ocupantes.
Cuando el juego de luces responde a Carlos se activa el protocolo, que mueve en cuestión de minutos a decenas de personas en una isla que se vuelca en cuerpo y alma con el fenómeno migratorio que se agolpa en su costa. El teléfono de Francis Mendoza es uno de los que siempre está encendido, da igual la hora que sea, pendiente de cualquier alerta. Natural de Gran Canaria, lleva ya más de una década viviendo en la isla del meridiano en una mudanza que hizo «por amor», como él mismo confiesa. También por amor su móvil está siempre operativo, moviendo los hilos del equipo 'Corazón naranja' de Protección Civil, que ya conforman 27 personas altruistas, de las primeras caras amigas que ven los migrantes tras atravesar la letal Ruta Canaria. Él trabaja en una ferretería, pero cuando acaba su turno de trabajo no duda en ponerse el chaleco para ayudar «en lo que sea» en el centro de San Andrés donde los migrantes pasan sus primeras 72 horas.
![Grupo 'Corazón naranja' de Protección Civil](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/13/francis-U68755513426GzU-624x350@abc.jpg)
«Estamos cansados, pero solo físicamente, para ayudar siempre nos quedan fuerzas», asegura, tras más de 12 horas de jornada intensiva. «Lo más difícil es no llevarte la historia a casa», asegura, «estamos en el día a día con los migrantes, que saben que se la juegan en el mar, pero es su mejor opción, en sus países ya estarían muertos». La desesperación viaja con ellos en estos cayucos abarrotados de sueños.
Cuando el cayuco se acerca a puerto, viajen 80 o 280, se repite un momento que corta el aliento. Gritos, brazos en alto, ondeando la poca ropa que llevan con ellos, saludando y dando saltos, es el sonido atronador de la alegría colectiva, una celebración que eriza la piel. Así lo definen los profesionales del mar en el muelle de la Restinga, ya acostumbrados a encontrarles en su día de faena. Jesús y José Machín y David Quintero a bordo del Restinga han vivido esta situación muchas veces, «antes llegaba alguna, y normalmente muy mal», ahora «vienen directamente aquí, más preparados y organizados», y eso es un alivio porque «es una pena ver el drama que vive esta gente«. Aunque ahora ya está todo más pautado, antes Jesús y sus compañeros »les encontrábamos, les ayudábamos a bajar« y se han tropezado más de una vez con la tragedia de un cayuco lleno de fallecidos. Desde su barco y frente al puerto desembarca un cayuco, »parece que han llegado bien«, celebra con una sonrisa. En esta ocasión son 220 personas, uno de ellos es un bebé.
![Desembarco de un cayuco con 220n personas en La Restinga](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/13/IMG_4190-U60781065243HLZ-624x350@abc.jpg)
«Llegar o morir»
En el muelle, a los cientos de migrantes les espera Tama Doucoure, que sabe bien de esa alegría de llegar. «Cuando te montas en la patera sabes que es llegar o morir«, un viaje a cara o cruz. Este joven maliense de 25 años lo vivió en su piel, el 25 de diciembre de 2020 llegó en patera, y ahora cada vez que puede se acerca a ayudar al muelle, sobre todo con la traducción. »El día que subí al cayuco fue la primera vez que yo vi el mar«, recuerda, en un viaje »muy duro«, que aún tiene grabado en la memoria. »Fueron ocho días, dos de ellos con el mar muy mal, no nos movíamos, estuvimos tres días sin agua ni comida«. Lo de él y las 42 personas que viajaban a bordo de su patera fue »una suerte«, porque »nunca ha sido fácil este camino«.
![Tama Doucoure](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/13/tama-U28428872216IXD-624x350@abc.png)
El segundo día estaba «aterrorizado», confiesa, hasta que se dio cuenta de que eso no le llevaría a nada bueno. «Recuerdo a una chica, más joven que nosotros, que nos animaba todo el rato, ya queda menos, ya vamos a llegar, decía». Ahora desde el otro lado trata de ayudar a los que como él toman esa difícil decisión. «Nadie quiere dejar su país, su familia, sus amigos atrás», pero ahora, trabajando en el negocio familiar de la familia que le acogió «puedo ayudar a mi 'mama' y a mi hija».
«Verme les tranquiliza, soy uno de ellos, suelen preguntarme dónde están, porque saben que están en España pero no conocen El Hierro, y qué va a pasar ahora«. Verles llegar bien le da alegría, aunque confiesa que no quiere a nadie de su familia dentro de un cayuco nunca. »Yo tomé esa decisión y tuve suerte, nadie de mi familia va a subir a una patera si yo puedo evitarlo«, asegura.
La misma convicción tiene Fousseni Diakite, de 31 años, ataviado con chaleco y casco en medio de su jornada de trabajo, irónicamente destruyendo cayucos.
![Fousseni Diakite](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/13/IMG_4273-U24682626184Gca-624x550@abc.jpeg)
«Yo llegue en uno de estos, en febrero de 2009, tenía 16 años». En su cayuco eran 64 personas, solo 4 pudieron quedarse en Europa. Hoy está contratado para destruir las pateras que se hacinan en el pequeño puerto de La Restinga, a donde llegan cientos de personas cada día. «Yo estuve cinco días y cuatro noches, fue duro, es peligroso». Aunque han pasado años aún recuerda la cara de terror del patrón del cayuco, «llegar o morir, solo queríamos encontrar tierra, aunque fuese volver a África, pensábamos que moriríamos allí». Nadie quiere abandonar a su familia, pero en Mali «es vivir en miseria». Hoy puede enviar dinero a sus padres y sus seis hermanos. En los momentos de parón de las máquinas se gira para ver desembarcar un nuevo cayuco. «Cuando les veo llegar bien me siento feliz, pero también siento pena, es una pérdida para nuestro país, tanta juventud huyendo de la pobreza».
«Me da pena la gente que llega y la que queda en el camino, que descansen en paz«, dice con un nudo en la garganta. »No quiero que mi familia viaje nunca en patera, la vida es lo único que tenemos«, y él ya se jugó la suya para sacar adelante a su gente.
![Imagen principal - El Hierro, «llegar o morir» a una isla donde la solidaridad no duerme](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/13/IMG_4180-U18448477105QhW-758x470@abc.jpeg)
![Imagen secundaria 1 - El Hierro, «llegar o morir» a una isla donde la solidaridad no duerme](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/13/IMG_4231-U51710478735dJG-464x329@abc.jpeg)
![Imagen secundaria 2 - El Hierro, «llegar o morir» a una isla donde la solidaridad no duerme](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/10/13/IMG_4258-U50265321434osr-278x329@abc.jpeg)
Antonio Santiago y Ricard Irana han viajado a El Hierro para bucear, y se acercan al muelle para preguntar si hace falta ayuda. Ellos, de Lérida, también han vivido de cerca la migración que trabaja en las cosechas de temporada. «Sobrecogen ya vacías, qué sensación de miseria, qué olor, qué pena»... lamenta Antonio, que regresa al apartamento frente a las pateras hacinadas esperadas a ser destruidas por Fousseni. «Es una pena que esto esté pasando», confiesa.
Lo mismo piensa José Luis Carrillo, de Extremadura y residente en La Restinga. «Para nosotros esto ya es normal», y asegura que aunque sean cientos y cientos «no ocasionan problema ninguno», la única pena es «las condiciones en las que vienen». Le acompaña Noa, su hija, a quien le explica lo que pasa al otro lado del muelle. «Ella debe saber lo que ocurre, y que no todos los niños tienen la misma suerte».
Saidow, con cinco meses, el migrante más joven
Saidow llegó en patera con solo 5 meses, sin familia y junto a otras 150 personas. David Cabrera y su familia, de Frontera, le han acogido en casa y ya es «un hijo más». Su hija de 14 años fue la que les empujó a tomar la decisión, y aunque saben que son una familia temporal para Saidow, asegura que lo haría «mil veces más». Este pequeño lleva 8 meses con ellos, «ya es medio herreño, lleva más aquí que en su país«, explica David entre bromas, y entre palabra y palabra se le nota que le ha tiene enamorado.
«Toda la familia colabora, estamos todos encantados, es un niño fantástico, muy sociable, siempre sonriente». David y su familia entraron en el programa de acogimiento para «aportar nuestro granito de arena a todo este drama« y aunque no saben cuánto tiempo estará el pequeño con ellos, la alegría contagiosa de este niño guineano ya ha robado el corazón de medio municipio.
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