CURIOSIDADES
Las curiosas leyendas detrás del 'Halloween' canario: «¿Hay santos?»
La Noche de los Finados sabe a castañas asadas, nueces, piñas, manzanas o naranjas, vino dulce o anís, con alguna guitarra o timple en el acompañamiento
Cinco lugares y leyendas para «los finaos», el Halloween de Canarias
«¿Hay santos?», preguntaban los niños y niñas canarias de casa en casa por los diferentes pueblos en el día de los difuntos, una festividad muy lejos del actual 'Halloween' importado de América y que veneraba a sus muertos con un ritual único y que a día de hoy se busca recuperar. Las 'mariposas' iluminaban las casas, siguiendo la tradición de encender un farol por cada una de las personas fallecidas a las que se rendía tributo, iluminando Canarias con la magia de una tradición para los días 1 y 2 de noviembre.
'Los Finados', como se conoce en Canarias a las celebraciones por el Día de Todos Los Santos son una tradición y una festividad que huele a castañas, arraigada y sincera, que venera a los difuntos de una manera única en la intimidad, en comunidad y en los hogares, compartiendo frutos de temporada y recordando a los fallecidos desde el respeto y la alegría de haber compartido la vida con ellos.
El Instituto Canario de Tradiciones es una de las entidades que mantiene viva la memoria de esta celebración, que habla de la percepción de la muerte, que en los antiguos canarios era un elemento cotidiano que no entendía de clases sociales ni de edades pero sí comparte ritos y ceremonias que se mantienen en la tradición oral y en la memoria de las islas.
Según narra la tradición, los niños y niñas jugaban en las plazas y calles hasta el ocaso del día 1 de noviembre, momento en el que aprovechaban para ir de puerta en puerta tocando a la vecindad bajo la pregunta «¿hay santos?» y cuyo premio eran frutos de temporada como almendras. naranjas, castañas, nueces, o higos.
Al caer la noche, la cena especial de esta festividad estaba marcada por los productos de la época y de la zona y de la condición social, con castañas asadas, nueces, piñas, manzanas o naranjas entre tragos de vino dulce o anís, con alguna guitarra o timple en el acompañamiento de este encuentro familiar.
El culto a los difuntos es parte de la cultura popular de los mayores, que en estos días se materializaba encendiendo tantas lamparillas 'mariposas' como fallecidos hubiese en la familia. Según la creencia popular, el comportamiento de la llama hablaba del estado en el que se encontraba el alma del difunto.
Durante la madrugada del día de noviembre, festividad de los fieles difuntos, las mujeres y algunos hombres se encaminaban a las celebraciones eclesiásticas al ritmo del sonido peculiar de unas pequeñas campanas de mano denominadas esquilas de las ánimas, que se tocaban exclusivamente durante ese día.
Los fallecidos, finados, eran los protagonistas de recuerdos e historias, que lejos de querer sembrar terror o asustar, celebraban la vida y el tiempo compartido, en una fiesta que se vive en comunidad, y que aunque hoy se diluye entre las fiestas populares, no deja de ser parte del patrimonio cultural de las islas, cada una con sus peculiaridades que las hacen únicas.
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