arando en el mar
Turismo: renovarse o morir
No debemos temer a plantearnos cambios de estrategia, aunque vayamos contra la tendencia del propio mercado turístico
Para Canarias es imprescindible proyectar las directrices de futuro de nuestra primera industria, que si bien pasan por llevar a la práctica la mejor gestión integral sostenible del destino, y hacer de la biodiversidad nuestro particular leit motiv, han de contemplar, además, otros parámetros que se sustenten en tres pilares fundamentales: una buena estrategia, una acertada y convincente filosofía y una gestión que funcione como un reloj. De esta forma, nuestros competidores tendrán dónde mirarse, además de darles motivo para la reflexión.
Es evidente que nadie tiene las claves del éxito; aunque también es cierto que hay quienes con esfuerzo, trabajo y mucha imaginación y un tanto de riesgo hace todo lo posible por encontrarla. Una de estas claves es, sin duda, el tener un conocimiento absoluto y pormenorizado de los productos y servicios que ofrecemos. Tenemos que ser conscientes de nuestros aciertos, pero también de nuestras debilidades; ya que con ello ahorraremos tiempo y sobre todo costes. También tenemos que ser consecuentes con nuestros propios límites: el respeto escrupuloso por mantener la biodiversidad, y, partiendo de ello, acercarnos a confeccionar una determinada filosofía global que esté inmersa en una estrategia volcada en la eficacia y en la satisfacción al cliente.
El éxito, dicen algunos expertos, está hecho de muchas pequeñas cosas; en nuestro caso de muchos pequeños detalles que nos conduzcan a entender que la mejor política turística es aquella que siente sus bases en la excelencia, la calidad, el buen trato a cuantos nos visitan, pero también en una buena e inteligente política de recursos humanos, donde los empleados de nuestros hoteles, bares, restaurantes o agencias de viajes entiendan que forman parte de una marca y de un destino que nos une: Canarias.
El buen trato a los trabajadores, invertir en su formación, unos salarios justos, flexibilidad a la hora de contratar, y sobre todo una buena política de conciliación laboral y el compartir con ellos el sentimiento de «familia» empresarial, hace que merezca la pena el esfuerzo que se le exige al trabajador porque, sin duda, este va a responder con un compromiso laboral desinteresado y más eficiente y productivo. El mero hecho de que los empresarios hagan lo posible por involucrar a sus trabajadores en los objetivos de la empresa hace que estos obtengan algo a cambio de su propio compromiso.
Esta estrategia empresarial debe ser un modelo de negocio que mire al futuro lejano, ya que debe ser un modelo basado en la permanencia y en la constancia, así como en el conocimiento del producto o servicio que se ofrece al cliente; de esta forma, dicha estrategia a largo plazo conlleva definir unos objetivos comunes que nos deben proporcionar continuidad en la gestión y una cierta garantía de éxito. Esta es la única forma de desmarcarse de las políticas de otros destinos que nos hacen la competencia con precios más bajos, pero basados en una menor calidad y excelencia.
No debemos temer a plantearnos nuevos objetivos y cambios de estrategia, aunque muchas veces vayamos a contracorriente de la tendencia del propio mercado turístico. Nuestra filosofía debe ser aquella que tenga puestos sus objetivos en la eficacia, la buena gestión y en el interés por satisfacer a nuestros visitantes y mostrarles sin complejos que disponemos de la mejor materia prima del mundo: nuestra tierra y nuestras gentes.
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