De los atentados a las pintadas con dianas: Así fue el desconocido acoso etarra en las universidades
La investigadora Ana Escauriaza describe en su libro ‘Violencia, silencio y resistencia. ETA en la universidad (1959-2011) el clima de miedo y hostigamiento que generaron los violentos en las universidades del País Vasco y Navarra. Se trata de una violencia «sibilina» pero «efectiva» que ha pasado inadvertida hasta ahora.
![En el entorno de ETA quedan «reductos violentos» y por tanto, mucho camino por recorrer](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/01/06/29.FotoGaizkaFerna%cc%81ndezSoldevilla26noviembre2019Leioa-RbjsinXvrdeLDvCSRVCjYdO-758x531@abc.jpeg)
Francisco Tomás y Valiente, Juan de Dios Doval, Manuel Broseta, Ernest Lluch o José María Lidón. Todos eran profesores universitarios y todos fueron víctimas de ETA. Sus asesinatos conmocionaron a la sociedad, aunque no suponen más que la punta del iceberg del clima de ... violencia y hostigamiento que reinó en el ambiente universitario del País Vasco y Navarra mientras la banda terrorista estuvo en activo. La investigadora Ana Escauriaza da buena cuenta de ello en 'Violencia, silencio y resistencia. ETA y la universidad (1959-2011)', de la editorial Tecnos. El libro profundiza por primera vez en una atmósfera marcada por el miedo y la violencia, de la que apenas se ha hablado, pero que ha marcado a varias generaciones de estudiantes universitarios.
Porque extender su ideología en el ámbito universitario fue uno de los objetivos que se marcó ETA desde sus orígenes. «La Universidad, al fin y al cabo, es una institución clave para la sociedad», explica a ABC Escauriaza. Por eso, los terroristas siempre defendieron la creación de una universidad popular vasca y la educación fue uno de los ejes de su frente cultural. «A fin de cuentas, los estudiantes son una suerte de élite cultural», explica, de tal manera que, extendiendo su ideario entre la comunidad universitaria, ETA conseguía que sus ideas llegaran también a diferentes ámbitos sociales.
En su relato, la joven investigadora destaca un clima de violencia que iba más allá de los grandes atentados. Había boicots estudiantiles, huelgas, asaltos al rectorado o amenazas a profesores. Las pintadas a favor de los terroristas o con dianas apuntando a profesores llegaron a ser tantas que terminaron por pasar desapercibidas. Los docentes incluso tuvieron que convivir con alumnos que no estaban matriculados en sus asignaturas y que se sentaban en primera fila libreta en mano para, en un atentado contra el derecho a la libertad de cátedra, fiscalizar el contenido de sus clases.
Sibilina pero efectiva
Para Escauriaza, esas situaciones suponen una forma de violencia «más sibilina» pero igualmente efectiva. «Es tan terrorismo como una bomba». Sin embargo, resultaba una realidad que había terminado por normalizarse a ojos de la comunidad universitaria. Tanto es así, que durante años estudiantes que vestían camisetas a favor de los presos de ETA se cruzaban a diario con los escoltas de los docentes amenazados.
Dos de los rectores que dirigieron la Universidad del País Vasco (UPV), reconocen que solo ahora, desde la distancia, son conscientes del difícil clima en el que tuvieron que afrontar. «Viví acontecimientos que solo te los puedes explicar al cabo de los años», reconoció Pello Salaburu, rector de la UPV entre 1996 y 2000, coincidiendo con la estrategia 'oldartzen', germen de la doctrina etarra de 'socialización del sufrimiento'.
Su sucesor en el cargo fue Manu Montero. Dirigió la universidad entre el año 2000 y el 2004, coincidiendo con el Pacto de Estella. Durante su mandato ETA ya tenía a profesores en el punto de mira. Él mismo tuvo que dar clase escoltado y terminó por abandonar el País Vasco. En su opinión, no existe una universidad «en Europa» que haya sufrido un acoso «continuado» semejante. Sin embargo, en el prólogo del libro reconoce que no ha sido hasta leer el resultado de la investigación cuando ha sido consciente del grado al que llegó el hostigamiento de los terroristas.
En realidad, la violencia de ETA no fue siempre igual en las universidades vascas. En los años 80 los que apoyaban al terrorismo «hacían mucho ruido». En los campus universitarios había una minoría que gracias a la fuerza que les daban las pistolas consiguió dominar la ideología. Frente a ese hostigamiento terrorista en voz alta, la única oposición al terrorismo aparecía de forma silenciosa, a través de concentraciones silenciosas que se convocaban como única forma de repulsa al terrorismo.
La sociedad recuerda esos 'años de plomo' como la etapa más sangrienta y mortífera de la banda. Paradójicamente, la época más oscura para la comunidad universitaria llegó algo después, en la segunda mitad de la década de los noventa, con la citada estrategia de 'socialización del sufrimiento'. «Fue a partir de ese momento cuando las personalidades de la sociedad civil también se convirtieron el objetivo de ETA», explica Escauriaza. Y en esa sociedad civil había muchos profesores universitarios.
Hasta ese momento había boicots, protestas y acciones violentas generalizadas. Sin embargo, a partir de esos años, las amenazas empiezan a estar dirigidas contra personas con nombres y apellidos. Es el momento en el que aparecen pintadas en las que se puede ver una diana apuntando a profesores concretos. Los violentos atacan con cócteles molotov sus vehículos y hay docentes que empiezan a dar clase con escolta.
El acoso llegó a tal punto que fueron muchos los que optaron por poner tierra de por medio. Txema Portillo tomó la decisión de buscar un destino lejano después de dos ataques en su coche. «Llegó un punto en que la Policía me recomendó dejar el País Vasco», reconoció a ABC con motivo del congreso de víctimas 'transterradas' que organizó la Fundación Fernando Buesa en diciembre de 2021. No fue el único, Fernando Savater, Gotzone Mora, Edurne Uriarte o Jon Juaristi son solo algunos de los nombres que figuran en la lista de docentes que tuvieron que emigrar. «No tuvieron ninguna despedida en las universidades, no hubo ningún apoyo social», relataba en ese mismo foro Ofa Bezunartea, catedrática de Periodismo de la Universidad del País Vasco, que se trasladó a Sevilla.
De la misma manera que la forma de ejercer el hostigamiento terrorista evolucionó con el paso de los años, también había diferencias entre las universidades públicas y las privadas. En las públicas había un porcentaje mayor de alumnos que apoyaban el terrorismo y por eso la violencia era más dura. Para Escauriaza, los campus más combativos eran las facultades de Bellas Artes y Periodismo (en Vizcaya) y la de Filosofía (en San Sebastián).
Obsesión con la Universidad de Navarra
En el caso de las universidades privadas, apenas existía alumnado a favor de ETA; no había proclamas ni pancartas. «Por eso, la violencia llega desde fuera», explica la joven investigadora. De hecho, la Universidad de Navarra, vinculada al Opus Dei, llegó a convertirse en una «obsesión». Los terroristas la consideraban una institución «elitista, reaccionaria y españolista». Además contaba con un alto porcentaje de estudiantes de fuera y en sus aulas apenas se hablaba en euskera.
Esto la convirtió en objetivo prioritario. Sufrió cuatro atentados entre los años 1980 y 2008. El último, el de 2008, fue probablemente el que más impactó a la sociedad. Los terroristas hicieron estallar un coche bomba a las 11 de la mañana junto al edificio central. Una llamada anónima advirtió de la colocación de la bomba, y el campus se pudo desalojar. «Podía haber sido una masacre», describe Escauriaza. La UPV tampoco se libró de atentados directos. En diciembre del 2000 la policía desactivó una bomba con 3,5 kilos de explosivos que los terroristas habían colocado en el ascensor de la Facultad de Periodismo. En aquella ocasión no hubo llamada previa, fue el escolta de una profesora el que sospechó y alertó a la Ertzaintza. De haber explotado los daños materiales y personales podrían haber sido incalculables.
Punto de inflexión
El de Ana Escauriaza es un relato de violencia, pero también de silencio y resistencia. La joven investigadora cree que aunque desde el inicio siempre hubo cierta forma de oposición a la violencia de ETA, fue a partir del asesinato de Francisco Tomás y Valiente cuando se produce un importante punto de inflexión en la comunidad universitaria. «La universidad pasó de ser un espacio de coacción a un foco de libertad y resistencia cívica».
Es en ese momento cuando surge la plataforma Basta Ya. Tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, también es una plataforma de universitarios quien crea el Foro de Ermua. «Son plataformas que tienen un proyecto de acción política», explica. De esta manera, la reacción de la comunidad universitaria deja atrás el silencio de las concentraciones de Gesto por la Paz y empieza a hacer «más ruido» y a exigir una condena clara del terrorismo.
A todo ello hay que añadir una pérdida paulatina de la influencia de ETA en la comunidad universitaria conforme entraba el siglo XXI. «La situación ha mejorado mucho», reconoce. Ya no hay profesores con escolta, y algunos de los que abandonaron el País Vasco por amenazas, como Txema Portillo, han regresado a sus puestos como docentes. Sin embargo, Escauriaza opina que aún quedan «reductos violentos» y camino por recorrer. Muestra de esos reductos es la paliza que recibió un alumno de Vitoria en el año 2015 por «defender España». «Falta deslegitimar el terrorismo», concluye Escauriaza.
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