El resurgir del bipartidismo: el auge y caída de Podemos, Ciudadanos y Vox, en cifras
De amenazar a PP y PSOE con el 'sorpasso' en las elecciones generales de 2015 y 2019 a no ganar en ninguna provincia en 2023
El partido de Santiago Abascal es el único de los «startup» al que los politólogos vaticinan un futuro incierto

Las últimas intervenciones parlamentarias de Pablo Echenique e Inés Arrimadas la semana pasada en la Diputación Permanente ejemplifican una dinámica de la política española que las elecciones generales del 23J han concretado: el ocaso de los nuevos partidos que surgieron tras la crisis de ... 2008. Como afirma el politólogo Manuel Mostaza, aunque estuvieron cerca, estas formaciones «no superaron el dique y ahora el agua vuelve a su cauce», el antiguo escenario del «bipartidismo imperfecto».
Entre diciembre de 2015 y abril de 2019, Podemos y Ciudadanos, encabezados por Pablo Iglesias y Albert Rivera, amenazaron por momentos la hegemonía de PP y PSOE, los dos partidos tradicionales que han ostentado el poder en España desde la Transición. Posteriormente Vox, a raíz del 'procés', se convirtió en un actor con protagonismo creciente hasta amenazar la posición de los populares en los comicios de abril de 2019 y, sobre todo, en la repetición de noviembre de ese mismo año.
Hoy, Podemos ha sido absorbido por Sumar, la marca de Yolanda Díaz, que ni siquiera ha conseguido acercarse al resultado de los morados en 2015 aún uniendo para la ocasión a la mayoría de las corrientes a la izquierda del PSOE. Ciudadanos ni siquiera concurrió en las últimas generales y Vox, que ha perdido 19 diputados este 23J, parece que ya ha tocado su techo electoral, aunque el futuro de la formación liderada por Abascal, con un nicho de votantes muy fieles, es más incierto. Ninguno de estos partidos ha logrado ganar en una sola de las provincias españolas este 23J.
Ruptura del bipartidismo
Yendo paso a paso, la Gran Recesión global que también afectó a España a finales de la primera década del siglo XXI, después de la quiebra de Lehman Brothers, derivó en un sentimiento de desafección ciudadana hacia los dos grandes partidos tradicionales. Como apunta Juan Andrés García Martín, doctor en historia contemporánea de la Universidad Rey Juan Carlos, una generación entera empezó a ver a PP y PSOE como «el mismo perro, pero con distinto collar».
La crisis económica y los recortes impuestos desde la Unión Europea para salvar la estabilidad financiera del país —aplicados en primer lugar por el Gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero— hicieron que parte de la sociedad se identificara con formaciones de nuevo cuño, cuyo mensaje sí parecía defender sus intereses.
Primero, como comenta Joan Navarro, sociólogo y consultor de Llorente y Cuenca, aprovechando la «fragmentación del sistema, una mayor volatilidad en el voto» y también el clima de opinión generado por el 15M —movimiento ciudadano que en 2011 llegó a acampar durante semanas en la Puerta del Sol— Pablo Iglesias, junto a un grupo de profesores de la Universidad Complutense vinculados económicamente con la fundación chavista venezolana CEPS, fundó Podemos como una enmienda a la totalidad del sistema instaurado con la Constitución de 1978.

«Ellos se situaban en el bando contrario de la corrupción y de la austeridad, contra la monarquía parlamentaría (aquejada en aquel entonces por la crisis reputacional de Don Juan Carlos, entonces Rey), contra la vertebración territorial de España y asumiendo la plurinacionalidad...», afirma García Martín.
Casi al mismo tiempo, pero en Cataluña, cobraba fuerza Ciudadanos como una escisión de los desafectos con el rumbo que había tomado el Partido Socialista Catalán (PSC) frente al desafío independentista. «El primer Ciudadanos buscaba, con base catalana, servir como bisagra entre los dos grandes partidos sin hipotecar la gobernabilidad del país», dice el historiador.
De esta forma, defendiendo la idea de España y los intereses de los catalanes no independentistas, los de Rivera convencieron al ala descontenta del PSC, y se convirtieron en el primer partido no nacionalista que ganaba, tanto en votos como en escaños, las elecciones autonómicas de diciembre de 2017 tras la Declaración Unilateral de Independencia promovida por Carles Puigdemont dos meses antes.
La «gasolina del 'procés'»
En ese mismo contexto, Vox, que ya existía años atrás —fue fundado en 2014 por el exmilitante del PP y víctima de ETA, José Antonio Ortega Lara— aunque de forma minoritaria, encontró su 'momentum'. Según García Martín, la formación de Abascal «sólo se entiende con la gasolina del 'procés'».

El experto defiende que, con un sustrato ideológico definido por la oposición al progresismo de lo «políticamente correcto», el auge de Vox, transformado por primera vez en representación institucional en las elecciones andaluzas de diciembre de 2018, respondió a una «reacción» frente a la «falta de determinación» de Mariano Rajoy para gestionar la crisis desatada en Cataluña.
Fue entonces el momento de mayor impacto de estas nuevas formaciones. En las elecciones de abril de 2019, Ciudadanos, que ya había entrado con mucha fuerza en las Cortes en 2015 consiguió su mejor resultado con 57 escaños y más de cuatro millones de votos. Se quedaba cerca de conseguir el 'sorpasso' en la derecha, a sólo doscientas mil papeletas y nueve diputados del Partido Popular de Pablo Casado —con 66—, que había llegado a la dirección nacional tras la moción de censura a Mariano Rajoy en el verano de 2018, y que perdía 71 diputados respecto a las elecciones de 2016.
Además, Vox entraba por primera vez en el Congreso con 24 diputados, cifra que aumentó en más del doble (52) en la posterior repetición electoral de noviembre de 2019. En el bloque de la izquierda, Podemos había amenazado antes con superar al PSOE en las generales de 2016, cuando la marca escaló hasta los 71 diputados, a menos de cuatrocientos mil votos de los socialistas. En 2019, la formación de Iglesias, pese a retroceder —primero hasta los 42 diputados en abril y los 35 en noviembre— se convirtió en indispensable para la formación del primer gobierno de coalición de la democracia española. Entre los tres nuevos partidos acumularon cerca del 41% de los votos totales en los comicios de abril de 2019, igual que PP y PSOE.
Vuelta al 'establishment'
Ahora, tras la última legislatura, cada uno de estos espacios está en retirada, cuando no completamente extinguido, a la vez que se produce una vuelta de los votantes a los dos partidos del 'establishment' español. En ese sentido, los tres expertos consultados coinciden en que hay características diversas, pero que la falta de implantación territorial y las dificultades para seleccionar a las élites fuera de espacios urbanos han sido los principales causantes de este decaimiento. Mostaza y Llorente creen que esto es propio de «partidos 'startup'» como Ciudadanos y Podemos.

Además, sobre el primero, García Martín explica que su problema fue «olvidarse de la propia naturaleza del partido, facilitar la gobernabilidad de España», en referencia a la negativa de Albert Rivera a formar gobierno con Pedro Sánchez en abril del 2019. En cuanto a Podemos defiende que la dura vara de medir impuesta contra estratos de la sociedad contrarios a sus ideas ha funcionado «como un boomerang» en el momento que han tenido que gobernar.
«También era un proyecto muy personalista», comenta sobre las dificultades del partido para superar al fundador. Respecto a la situación del partido que preside Santiago Abascal, el análisis se vuelve más impredecible: «Vox ha sido una bendición para que la izquierda agite el miedo. La duda es si esa carta le funcionará a Pedro Sánchez en una coyuntura económica adversa».
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