El anciano que buscaba pareja en Juan y Medio o el incienso de una procesión que parecía gas, las mejores anécdotas del Servicio Andaluz de Teleasistencia
En Navidad el servicio de la Junta de Andalucía redobla las llamadas para evitar el aislamiento y combatir la soledad de los mayores
«A mi collar de teleasistencia le debo la vida, me salvó cuando me dio un infarto»
![Profesionales del servicio de teleasistencia de la Junta de Andalucía en Sevilla](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/12/24/teleasistencia-RLkGXpufLhQguIutK7yvTlI-1200x840@diario_abc.jpeg)
Cuatro de cada diez mujeres mayores de 80 años viven solas en Andalucía, según el último estudio del Centro de Estudios Andaluces que es justo anterior a la pandemia. Ellas mismas son su propio hogar y, a menudo, incluso su única compañía en esas cenas ... de Navidad que reúnen a familias enteras en torno a una mesa. Una veces la soledad sobreviene porque han enviudado, sus hijos viven lejos o sencillamente sus lazos familiares y comunitarios se han ido disolviendo hasta desaparecer. Para que el aislamiento no les pese tanto en unas fechas tan señaladas, tienen una baliza de alerta siempre encendida en su propio hogar. El Servicio Andaluz de Teleasistencia no descansa. Está abierto durante 24 horas los 365 días del año.
Basta con pulsar el botón rojo del collar que el solitario usuario lleva colgado al cuello. Le responderá una teleasistenta —son mujeres la mayoría— que le llamará por su nombre, que se preocupará por su salud, que le recordará la pauta de medicación o que avisará a una ambulancia si sufre un repentino problema cardiovascular, un ictus o una caída. Al otro lado de la bocina, escuchará voces como la de Inma Roldán, que lleva 15 años y medio trabajando en un centro dependiente de la Consejería de Inclusión Social de la Junta de Andalucía que cuenta con profesionales entrenados para dar una respuesta adecuada a cada necesidad.
En los días 24, 25 y 31 de diciembre y el 1 de enero personas como ella van a volcarse para llamar y acompañar a los 273.000 usuarios conectados a esta red, cuya media de edad ronda los 82 años, una población que es susceptible de caer en las garras de la soledad no deseada y el aislamiento social.
«Estos días los llamamos para hacerles una felicitación especial de Navidad y para recordarles que no están solos, que nosotros estamos ahí las 24 horas todos los días del año. Les preguntamos cómo van a pasar las fiestas, si van a ver a sus hijos si los tienen y, más adelante, qué les han traído los Reyes Magos», comenta.
La tecnología es una aliada. Ese dispositivo que llevan puesto todo el día y que suele conectar con una línea telefónica crea, en muchas ocasiones, vínculos de amistad y confianza inquebrantables. «En Navidad recibimos llamadas a todas horas, sobre todo por la mañana. La mayoría son para felicitarnos a nosotros. Como hay muchos días festivos y hay menos centros de salud abiertos, también se suelen saturar las llamadas de urgencia. En épocas de frío, los mayores son más vulnerables. La verdad es que no paramos», razona esta trabajadora. «Hay mayores que no tienen a nadie y la única persona con la que hablan a diario somos nosotros». Conversar es la terapia más eficaz para combatir la epidemia silenciosa de soledad que habita detrás del zaguán de muchas viviendas andaluzas.
Los teleasistentes han desarrollado un radar casi infalible para detectar y prevenir situaciones de vulnerabilidad. «Muchas personas usuarias nos llaman los ángeles [de la guarda] de Sevilla. Es mucha la responsabilidad, porque de ti depende una vida. Cada vez que suena el teléfono, no sabemos qué nos vamos a encontrar: puedes ser una simple llamada por error o una persona que se esté asfixiando. La rapidez es importante», afirma Inma.
Sensores de movimiento en casa
La teleasistencia ha cambiado a gran velocidad. Se han instalado sensores de movimiento en las casas para detectar, por ejemplo, si alguien abre la puerta y se han facilitado tabletas a dependientes para establecer una comunicación visual.
El perfil de los que recurren a este servicio también ha variado en los últimos tres lustros. «Antes, las personas mayores a lo mejor tenían hijos que se ocupaban de ellas. Hoy esos hijos tienen 80 años y los suyos tienen ahora 60 años y están trabajando todavía fuera de casa. Tienen más necesidad de hablar porque sus hijos no tienen tanto tiempo para atenderlos», reflexiona esta empleada del servicio que presta la Consejería de Inclusión Social, Juventud, Familias e Igualdad.
Más de 15 años como teleasistenta dan para mil y una historias. A ella se le amontonan las anécdotas en la memoria, casi todas las que recuerda con un final feliz. No se olvida de un Domingo de Ramos en el que entró una llamada al encenderse el detector de humo que tenía instalado una usuaria en la casa. Como no contestaba nadie en la vivienda, llamaron a su hijo. «Entonces, de fondo, escuchamos los tambores y cornetas. Él nos dijo que había localizado a su madre en casa de una vecina. Le pregunté si estaba pasando una procesión por su calle. Nos dijo que sí, que era la Borriquita. El humo que había entrado en la casa no era gas, sino el incienso de los monaguillos», recuerda con humor.
Amarrada en su casa
Los mayores también son presa de fraudes y estafas. «Nos entró una llamada de una persona pidiendo auxilio porque decía que estaba amararada en el cuarto de baño. Lo primero que hicimos fue comprobar si tenía un cuadro de demencia y podía estar delirando. Cuando vimos que no, avisamos a la familia y a la Policía que se encontró a la señora en estado de shock y amarrada. Dos hombres haciéndose pasar por técnicos para revisar el cuarto de baño habían entrado en su casa para robarle diciendo que les había avisado una sobrina suya», relata.
Pero para anécdota hilarante la de un señor que «nos pidió que lo acompañáramos como público al programa de Juan y Medio en Canal Sur porque quería buscar pareja», declara. De tanto roce telefónico, eran como su familia. «No sé si ese usuario encontró pareja o sigue en proceso de búsqueda», ríe al preguntarle por el desenlace.
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