¿Quo vadis, Blas Infante?
SE aproxima el 11 de agosto y toca adecentar su monumento en la carretera de Carmona. Todo debe estar a punto. Afilemos titulares, compongamos el escenario, reunamos flores y aparquemos coches oficiales. En su sitio los independentistas andaluces, policías, pelotas y curiosos. Si aparece alguna bandera andaluza mejor. Todo dispuesto para la foto: va a comienza el ritual de todos los años. Recordar a Blas Infante se está convirtiendo en una cita política obligada en el estío, a consta de alguien que no ha merecido si quiera una sola exposición de la Junta.
Este año cuasi podemos intuir la declaración del político de turno. Hagan apuestas. La justificación que ahora el PSOE nos tiene que dar por abrazar la financiación autonómica de Aznar, puede sustituir al tan recurrente como inútil enfrentamiento institucional de años anteriores. Incluso, me inclino a pensar que Chaves puede aprovechar el lugar del asesinato de Infante para proclamar un puedo prometer y prometo en el farol de la reforma estatutaria. No me extrañaría que se invocara a Infante para justificar la propuesta. Soy de los que piensan que es más sensato reunirse para estudiar los incumplimientos y evaluar, en suma, la marcha del Estatuto que para intentar reformarlo. Sigo sin entender cómo quienes proponen la modificación del Estatuto andaluz se niegan a hacer lo mismo con una Constitución, para que la realidad de la Unión Europea entre por la puerta grande en el ordenamiento jurídico de este Estado.
Esta es la gris realidad de un personaje que nuestra transición recuperó junto a parte de nuestra historia silenciada. El proceso del autonomismo andaluz en la II República y su brusca paralización bélica, nos invitaba a rescatar una autonomía que a los andaluces se nos pretendía racionalizar. Eran los tiempos de una burguesía liberal y comprometida con el regionalismo, así como de la emergencia de un nacionalismo andaluz (PSA y PTA) de manera que, entre ambos fundamentalmente, cristalizaría un interés por rescatar y difundir la vida y obra del notario de Casares.
Y es que el nominado por el Parlamento andaluz como Padre de la Patria andaluza es un pretexto en la sequía informativa del verano. Una meta volante más para las soflamas politiqueras que los medios recogen. Un punto obligado, más por estética política, que por respeto o identificación con el personaje. La vida y obra de don Blas ni siquiera sirve para motivar e implicar a niños y jóvenes de Andalucía en favor de sus propias posibilidades de futuro, o tan siquiera, de su marco estatutario vigente. Su pensamiento se ha convertido en piedra y le han cerrado la boca con monumentos al personaje. Blas Infante es hoy un fetiche a modo de amuleto en las manos de las instituciones autonómicas.
Ahora, asistimos peligrosamente a una revitalización de tópicos autonómicos donde a los andaluces ya sabemos el papel que nos toca. Un Canal Sur obsesionado en sus programas con travestirse para hacernos reír (¿) se encarga de aleccionarlos. Quizás no me dé cuenta pero Blas Infante sea un tópico más de los que llevamos a cuesta los andaluces. Un santo protector de quita y pon como vulgar pin. Un tótem al que invocar para justificar nuestros pactos y políticas. ¿Quién dijo que a Blas Infante lo rentabilizaba un solo partido,...?
A Blas Infante le ocurre en buena medida como a nuestra transición autonómica. Todo el mundo habla de ella, pero nadie se nutre de sus fuentes y documentos. Todo son interpretaciones de pareceres, debates sobre opiniones de sucesivas valoraciones. Por suerte, la eminente aparición de un volumen recopilatorio de todos los documentos que han dado lugar a nuestra autonomía va a propiciar, en el ejemplo de nuestra transición, el acceso a nuevas perspectivas (Ed. Sarriá).
Mientras tanto, Blas Infante sobrevive entre una bibliografía en gran parte agotada, y de la que esperamos sus obras completas y la publicación de sus inéditos ya catalogados. Poco o nada se le ha contextualizado en su época, escasamente se ha comparado su doctrina con otras sociales y revolucionarias del momento. Y mucho me temo que el pensamiento de Infante se viene hundiendo en tipificaciones tópicas ajenas a la realidad. Debe ser la Fundación Blas Infante quien lidere un nuevo rumbo a esta situación, en la que, al menos, nos consuela que su biografía avance gracias a Enrique Iniesta, en un primer tomo que vio la luz de la mano de la Consejería de Relaciones Institucionales.
Mi profesor y amigo Manuel Moreno Alonso me lo sentenció hace algunos años a modo de vaticinio: «Blas Infante está quemado,.. hay que esperar cincuenta años para estudiarlo con seriedad». A nosotros -digo yo-, nos queda el beneficio de la duda una vez conocemos la magia y necesidad del personaje.
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