Tal para cual
Dan risa. De verdad. Todos los años, allá por las vísperas de la Semana Santa, las autoridades encargadas de la seguridad colectiva se ponen muy serios. Mientras nos regañan por lo peligrosamente que conducimos, elaboran sesudos análisis para evitar los accidentes; mientras nos bronquean por hacer paellas en el campo, diseñan espectaculares operativos contra los incendios forestales y mientras nos recriminan por no tener puertas blindadas, dan publicidad a las mil y una recomendaciones para evitar que los ladrones nos desplumen el nido.
Lo hacen tan bien, despliegan tal capacidad de seducción, que acabamos creyéndo que es posible evitar los incendios, los accidentes, los robos o los escapes tóxicos si cumplimos sus recomendaciones. Hasta aquí, perfecto. Lo malo viene después, cuando todo arde a nuestro alrededor, huele a cloro que atufa o los ladrones despiertan del letargo invernal. Entonces, cuando también ellos son puestos a prueba, nos damos cuenta de que todo fue un sueño. Que nosotros no cumplimos nuestra parte y que ellos (en verano) tampoco. Tal para cual. Por eso arden los bosques, se escapan los gases, morimos en las carreteras y nos roban, mientras sesteamos, hasta el diente de oro de la abuela...
Mijas vive en una peña bellísimamente acosada por el pinar de su sierra. Urbanizaciones, casas y autovías conviven e invaden el bosque. Es algo fácilmente comprobable a poco que se tengan ojos que vean. Además, está en plena Costa del Sol, en el corazón del meollo turístico. Pues nada, Ni un cochecito debomberos si quiera, ni un burro-taxi con manguera, ni una toma de agua en el arcén de la autopista o a los pies del pinar...Mucho plan Infoca, mucha conciencienciación, mucha tontería... A la hora de la verdad, lo que arde tiene que arder y todo fue un accidente fatal: que si la chispa de un coche, que si el viento, que si el humo...No va la crítica contra el operativo que luchó, hasta la extenuación y la lágrima, en Mijas, Va contra quienes desde las distintas administraciones aún no comprenden que esta zona costasoleña es de alto riesgo, por la densidad de pinar y de turistas, y no la dotan de los servicios necesarios para garantizar un mínimo de seguridad.
El fuego de Ojén es otro tipo de ejemplo. Calza mejor con el caso de la jo-joya de Sevilla. El presunto pirómano, detenido, resulta que estuvo avisando de que el pueblo iba a arder. Nadie, a lo que se ve, le hizo ningún presunto caso, y eso que fue detenido hace un par de años por otro incendio. Es más, la Pólicía Local desveló que ha poco ya había realizado «algún intento» de emular a Nerón...Pues nada, allí seguía el emperador de la cerilla campando por sus respetos..
Como los ladrones de Sevilla, el pirómano de Ojén avisó. Da que pensar el grado de sordera del personal de nuestra seguridad nada más empezar la calor y la sangría vacacional de la plantilla. Nos preguntamos de qué puede servir cumplir a rajatabla las recomendaciones si cuando se activa la alarma no se nalerta ni la policía, para mayor gloria de tres o cuatro espabilaos, que según la tradición, hacen su agosto.
Por casualidad, quien esto escribe vivió el duro trance (hacia una calor infernanl) de atravesar el centro de Sevilla a mediodía del domingo. Mientras buscaba desesperadamente aire en aquel agobio de altos grados, comprobó que ni por el barrio de Santa Cruz y zona de influencia, ni por Sierpes y zona de influencia, paseaba un solo sevillano. La soledad y los turistas. Algunos de ellos, españoles y de mayor edad. deambulaban agarrados a sus bolsos y cámaras con perceptible frenesí. Fue el momento de la segunda revelación: tampoco paseaba ni un policía. Los extranjeros, alucinados por el sudor, los intringulis del mapa y las excelencias del paellador, se preguntarían por la razón de esa moda española de abrazar las pertenencias los domingos veraniegos en el centro de Sevilla. ¿Será una reacción autóctona a la calor?. Será...
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