Literatura
Vargas Llosa: «Bovary puso la literatura en el centro de mi vida y Flaubert me enseñó a preocuparme por el estilo»
El Premio Nobel desnuda en Málaga las influencias en su novela junto al cubano Leonardo Padura
No es un secreto la influencia que 'Madame Bovary' ha tenido en la trayectoria literaria de Mario Vargas Llosa. La tortuosa historia de Emma narrada por Gustave Flaubert a mediados del XIX ha marcado la relación del Premio Nobel con las letras y la manera de conformar sus propias historias y el universo en el que navegan sus personajes, hasta el punto de ser capital cuando, aún con las virtudes de la juventud, decidió a qué se dedicaría en cuerpo y alma.
«'Madame Bovary' me transformó profundamente y significó mi elección de poner la literatura en el centro de mi vida», ha confesado este miércoles el novelista peruano. Cuando se cumplen dos semanas de la ceremonia por la que se convirtió en el primer autor de habla no hispana en ingresar en la Academia Francesa, Vargas Llosa ha reaparecido en Málaga para inaugurar la segunda edición del Festival Literario de América y Europa 'Escribidores'.
«Me sedujo el rigor de la frase de Flaubert, la precisión extraordinaria que tenía», ha reconocido durante un coloquio organizado en la Sala de Conciertos María Cristina junto al cubano Leonardo Padura. Según Vargas Llosa, cuando hace 40 años leyó por primera vez la obra quedó impresionado por «la transformación de Madame Bovary en los capítulos finales» de la novela, que ha calificado de «magistral».
«Es hermosísima porque Flaubert exhibió en cada frase un rigor que es insólito tratándose de un novelista», ha explicado, «él tenía la idea de que la frase perfecta entraba por los oídos y cada vez que escribía una frase se escuchaba a sí mismo decir lo que había escrito. Si no encontraba rítmicamente la perfección que rehacía las frases una y otra vez».
Con esa exigencia -ha valorado el Premio Nobel-, Flaubert logró «transformar la literatura contemporánea» e inventar «un Dios que carece de presencia; una voz impersonal que va describiendo las escenas, que no opina, que no tiene juicio y del que se nutre la novela moderna».
Durante la hora que ha durado la conferencia, ante un auditorio a rebosar que ha ovacionado al escritor a su llegada, Mario Vargas Llosa ha confesado también que aprendió del autor francés a preocuparse por el estilo. «Flaubert pensaba que trabajando mucho llegaría a tener un estilo muy puro y yo de alguna manera he heredado eso», ha apuntado, «trabajo constantemente el estilo, produzco cosas muy distintas, episodios muy diferentes que van poco a poco construyendo una historia, que por otro lado tiene muy poco que ver con la que fue la idea inicial de la historia».
Ese camino complejo a la hora de empezar a poner negro sobre blanco ha centrado buena parte del coloquio entre los dos autores latinoamericanos, que han coincidido en que a menudo los personajes obligan a cambiar el curso de la historia. «Uno tiene que oír las voces de los personajes, porque muchas veces te indican los rumbos que debes coger», ha indicado Leonardo Padura.
![Vargas Llosa y Leonardo Padura durante el coloquio, moderado por la editora mexicana Marisol Schulz](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2023/02/22/vargas-llosa-grupo-U56572427362iQw-624x350@abc.jpg)
Para Vargas Llosa, por su parte, los personajes «van surgiendo en función de las novelas» y en el caso de los femeninos, considera que son «una transpiración» de la novela, que erige poco a poco un personaje determinado que en un momento dado llega a a ser central; absolutamente clave para entender todo el contexto» de la obra.
«Es un proceso muy largo, que me lleva muchas veces a trasformar los personajes, y la experiencia me ha enseñado que debo seguir esos impulsos y, en vez de oponerme a ellos, sacar el personaje que tuve en la cabeza desde un principio», ha señalado antes de reconocer que concibe la creación de una novela como «una operación a largo plazo» y que, por ello, admira a aquellos escritores «que son capaces de escribir a gran velocidad».
Como ejemplo de esta experiencia a puesto su obra 'Conversación en La Catedral' (1969), donde -asegura- lo que comenzó como una historia de chiquillos de clase media en un barrio acabó convirtiéndose en una novela sobre Perú, «en la que aparecía la complejidad del país, con las distintas razas que lo ocupan, los distintos niveles, prejuicios que hay entra clase y clase, medios, costumbres...Poco a poco el libro fue alcanzando unas dimensiones que un principio nunca pensé que llegaría a tener».
Mario Conde, un «antipolicía»
Para Padura, si hay algo que no puede faltar en una novela es -aun a riesgo de sonar paradójico- la veracidad. Y en eso algo ha tenido que ver su faceta como periodista -el más leído de Cuba antes dejarlo por la literatura-. «Cuando me di cuenta de que tenía que pasar a la novela, me impuse una novela policial y ahí cree el personaje de Mario Conde». Según el autor, Conde tenía que ser policía «porque en el mundo moderno los crímenes mayores los investigan los cuerpos policiales, no los investigadores».
En este sentido, ha explicado que en las historias era obligatorio que hubiera un aparato de investigación, pero que, a pesar de la profesión que le adjudicó al personaje, trató de exhibir a un policía que fuera un «antipolicía», es decir, que tuviera «características no comunes en los policías: sensible, culto, inteligente...», ha bromeado.
Más allá del género, ha asegurado haberse valido de Conde, su grupo de amigos y el contexto en el que se mueven en la novela para «dar una especie de crónica» de lo que ha vivido su generación; novelas cada vez menos policíacas y más sociales. Padura, que sentado junto a Vargas Llosa ha dicho estar «cumpliendo un sueño que nunca hubiera soñado», ha subrayado que «la educación sentimental y la cultura» de su generación llegó a través de «la mejor literatura que se ha escrito en lengua española», momento en el que ha citado, además de al peruano, a otros autores como García Márquez, Julio Cortázar o Fernando del Paso.
Toda esa influencia -ha indicado- le hizo contar con una predisposición por lo literario que habitualmente los escritores de novela policiaca tienden a olvidar, pero que alguien supo preservar: Manuel Vázquez Montalbán a través del detective Pepe Carvalho. «Esa es mi inspiración», ha señalado.
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