Los primeros reforestadores

Hubo un tiempo en el que la Sierra de las Nieves se esquilmó para hacer carbón. Fue una industria pujante, que acabó con gran parte de la arboleda que ahora se va a declarar Parque Nacional. Luego una parte se parceló para cultivo, como las viñas de Yunquera donde ahora hay una de las mayores masas de pinsapos de Andalucía, y otra se dedicó al ganado. «La pérdida de la masa forestal provocó muchas inundaciones, por lo que se decidió recuperarla», recuerda Francisco Gómez, coordinador de voluntarios para la reforestación en El Burgo.Al final, la naturaleza se abrió paso, en gran parte gracias a las cuadrillas de reforestadores que se empeñaron en recuperar el bosque. José María Pereña, Salvador Jiménez y Antonio Martín fueron unos de los primeros en El Burgo. Siendo adolescentes, comenzaron a trabajar en el vivero de Fuente Platero. Corría el año 1957 y el objetivo era convertir el huerto de la finca familiar de Francisco Campos en un vivero para recuperar esta parte de la sierra. «De aquí nos fuimos a la mili», señala Salvador Jiménez.De los terrenos de aquel espacio se plantaron durante años entre 1.000 y 2.000 árboles por hectárea de terreno. Allí, la cuadrilla dirigida por Campos, como explica el hijo de aquel capataz, plantaba pinos, quejigos o pinsapos, que cuidaban para luego replantarlos en zonas deforestadas. Sobre una loma junto al camino, Antonio Martín señala una zona en la que estaban los semilleros. «Eran secaderos de piñas de los que se sacaban las semillas de los árboles, para luego plantarlas y criar los árboles para reforestar», señala Pereña. «Al secarse, la piña se abre y se coge la semilla», añade Martín.José María Pereña, Salvador Jiménez y Antonio Martín fueron miembros de aquellas cuadrillas - J.J.M.Los riegos se hacían con el agua del arroyo, señalan entre chascarrillos cerca de la antigua casa de aperos, de la que sólo se conservan algunas paredes casi derruidas. «Cuando se agotó la tierra y ya los árboles no crecían, se abrió otro vivero más abajo para seguir reforestando», señala Francisco Campos, hijo del capataz de aquella cuadrilla.Ahora el espacio se está recuperando con voluntarios. Francisco Gómez explica que se han plantado ya en la zona más de 600 árboles con niños del colegio, ancianos y voluntarios. Además, se han hecho puentes, pequeñas presas en el arroyo y se han recuperado más de seis kilómetros de senderos. «Hemos venido con varias clases de niños a plantar árboles por tandas y algunos vienen en verano a regar su pinsapo», asegura José Góngora, que es el profesor a cargo de esta actividad. «Quién me iba a decir a mí, que mi nieto iba a sembrar árboles en este vivero», señala Pereña. «Tengo que venir con los míos a que me digan cuáles son los suyos», añade Martínez. En el fondo, estas actividades con voluntarios tienen un fondo de vinculación con el bosque. «Lo que intentamos es que las nuevas generaciones sientan la Sierra de la Nieves como algo suyo que tienen que cuidar. Un lugar donde está una parte de ellos», revela Francisco Gómez.

Los primeros reforestadores

Los viveros de El Burgo fueron de los primeros que comenzaron a regenerar espacios esquilmados en la Sierra de las Nieves

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