Eduardo Strauch: «He vuelto 20 veces al lugar del accidente para no olvidar»
El superviviente del accidente aéreo de Los Andes en 1972, arquitecto y pintor uruguayo, repasa aquella experiencia extrema y alaba el trabajo de Bayona
Eduardo Strauch, superviviente de los Andes, habla de la película de Bayona: «Esta es la historia como siempre esperé que se contara»
![Eduardo Strauch, en una de sus conferencias en Andalucía](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/espana/2024/09/20/eduardo-R9BcI4UJRpSf86gvwnVW0ZL-1200x840@diario_abc.jpeg)
Eduardo Strauch, uno de los supervivientes del trágico accidente aéreo de Los Andes de 1972, gira visita por Andalucía y ha recalado en Jaén, donde ha ofrecido una estremecedora y emotiva conferencia en el marco de la iniciativa Attendis Talk, organizada por el Colegio Guadalimar- ... Altocastillo, para celebrar los 50 años de vida de estos centros educativos.
—Ha vuelto a revivir aquella impactante experiencia tras la película. ¿Ha sabido trasladar Juan Antonio Bayona lo que ocurrió en 'La sociedad de la nieve'?
—Más de 150 millones de personas han podido revivir la historia y la han entendido mucho más en Netflix. Ha sido muy conmovedor, cómo una explosión. Mucha gente joven de 12, 13 y 14 años se han apasionado por la historia, excelentemente contada por Bayona y que transmite los verdaderos valores del ser humano, sobre los que quizás muchos de los chicos de hoy están muy perdidos y no son conscientes del potencial del ser humano. Han quedado fascinados.
—¿Cuál es la escena en la que se ha visto más reflejado?
—Bayona es un director enormemente talentoso y muy meticuloso, y ha estado en contacto con nosotros años antes de terminar la película. Hay montones de detalles creíbles. Imágenes muy fuertes que nos trasladan de vuelta al momento. Cuando me reuní con Bayona en un desayuno en Madrid, hace muchos años, me contó el proyecto que tenía, con enorme entusiasmo. Me di cuenta de que era el director que estuve esperando durante decenas de años para hacer una película con nuestra historia porque me habló mucho de cómo utiliza el silencio para expresar sus películas. Eso me gustó mucho, y me dio tranquilidad y seguridad de que iba a ser la película que yo esperaba. Hay una escena que siempre la vuelvo a repetir en mi cabeza: cuando Numa y Domás suben en esas expediciones buscando alimentos y abrigos y tienen que pasar la noche. No murieron congelados porque el ser humano es increíble y empezaron a salir de debajo de la nieve, en silencio absoluto, del volcán hacia el este. Es la imagen que más me gusta de la película.
—¿Puede describir los momentos previos y el momento del accidente? ¿Qué le pasó por la cabeza?
—Los días previos era ilusión, alegría, todo era positivo. El momento del accidente fue la primera vez que dije ya llegó la muerte, me di cuenta de que estábamos entrando en una situación muy peligrosa. El avión empezó a sacudirse y estábamos viendo los picos más cerca y dije: éste es el final de mi vida y por suerte el principio de una segunda vida mucho más rica que la anterior.
—¿Cuánto tiempo tardó en reaccionar, desde el impacto? Hablamos de una supervivencia extrema.
—En el lugar más inhóspito de la tierra para que un ser humano pueda sobrevivir no había ninguna vida, ni microbios, ni bacterias, ni nada; los únicos seres vivos éramos nosotros por 72 días. Y la mente humana es tan fantástica que a los pocos minutos del estado de shock ya se empezó a programar para la supervivencia. Hubo que adaptarse rápidamente al frío, al hambre, a la incertidumbre, al desconcierto, y ya en esos primeros minutos la mente empezó a enfocarse en lo que realmente era imprescindible para sobrevivir.
—El capitán del equipo de rugby, Marcelo, se erigió como líder pero días después se vino abajo...
—Marcelo, mi mejor amigo, se convirtió en el líder del grupo. Todos estábamos esperando que alguien se lanzase y rápidamente empezó a organizar y a manejar todo ese caos, y se sintió muy responsable porque fue el que organizó el viaje. Se empezó a venir abajo cuando pasaban los días y nadie nos iba a buscar.
—Vida y muerte, las dos cara de la misma moneda...
—La naturaleza me mostró un camino de silencio, de encontrarme conmigo mismo, esa introspección, que es absolutamente necesaria para que uno serenamente se fije su objetivo y vaya en pos de él sólo. La montaña me ayudó y me sigue ayudando, he vuelto 20 veces al mismo lugar del accidente, para refrescarme, para no olvidarme de lo que aprendí.
—Su mente comenzó a programarse para adaptarse a esa inesperada situación. ¿Cuándo toman esa única solución posible para poder sobrevivir, alimentarse de los fallecidos?
—Tras la noche más larga y más horrible de mi vida adopté la decisión. Al principio muchos se resistían, obviamente fue muy difícil tomar esa decisión, romper tabúes culturales, algo que yo hice muy rápido. Siempre estuve muy tranquilo, nunca tuve ningún cargo de conciencia ni pesadillas, es una maravilla lo que es la mente humana, también para esto.
—En los más de dos meses perdidos en Los Andes, ¿aprendió valores como el liderazgo, la motivación, la perseverancia, el manejo del miedo, el trabajo en equipo?
—Surgieron todos los valores del ser humano, y sobre todo hay que salir de la zona de confort para que surjan todas nuestras capacidades. Ser feliz es mucho más fácil de lo que creemos.
—¿Qué mensaje traslada a su público objetivo, los jóvenes?
—Que sepan que tienen un potencial enorme, que salgan de la zona de confort, que se animen, que les van a surgir capacidades que desconocen. Nunca nos sentimos solos, siempre tuvimos la fuerza del equipo, a 4.000 metros de altitud, en el valle de Las Lágrimas, faltaba el oxígeno pero en La Sociedad de la Nieve se respiraba humanidad y esperanza.
—El rescate fue el 22 de diciembre, el día de vuestro segundo cumpleaños.
—El principio de mi segunda vida. Es difícil transmitir la euforia que sentimos cuando supimos que venían a por nosotros. Cada 22 de diciembre nos reunimos y cada vez se incorporan más miembros de la familia. De 16 supervivientes a los ya casi 150 entre hijos y nietos. La muerte ha formado parte de la vida.
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